Sentido De Pertenencia
omyagui18 de Julio de 2012
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La necesidad de pertenecer a un vínculo es inherente a la condición de ser. El estar ligado a los objetos internos, a una estructura familiar, a un contexto social, protege de las angustias ligadas al vacío y la soledad. Es un intento de recuperar la sensación oceánica propia de la vivencia de unicidad. Formar parte de un conjunto, estar en la mente del otro, se relaciona con el estar vivo. No pertenecer, estar fuera de un vínculo es como estar fuera del mundo del yo y del sí mismo.
Desde el psicoanálisis, la pertenencia es un sostén narcisista que ampara al sujeto. El sentimiento de pertenencia se basa en la necesidad de estar incluido en un vínculo. Tiene dos vertientes, una manifiesta, adaptativa a la realidad, y otra imaginaria que se refiere a la necesidad de sentirse protegido, contenido en un ambiente amparador. La pertenencia marca una ley entre un adentro y un afuera; el adentro es el área privilegiada que asegura continuidad, continencia y seguridad. Pertenecer es sentirse sostenido-sujetado, da permanencia y estabilidad.
El reconocimiento es ineludible al sentimiento de pertenencia, la necesidad de pertenecer y ser reconocido como condición de ser, lleva al individuo en algunas oportunidades a soportar situaciones de extrema exigencia, para evitar "la angustia de no asignación", de no reconocimiento. (Kaës, 1976) Asignarse y ser asignado a un lugar, en un grupo, es ser para sí y para los otros; es existir en una trama deseante. Ocupar un lugar, entre un conjunto de semejantes, es la condición a partir de la cual puede funcionar el campo de la ilusión, de la coincidencia, del entre dos.
Anzieu (1986) define al grupo como una envoltura gracias a la cual los individuos se mantienen juntos. Está constituida por el entramado de reglas y códigos que marcan un límite entre los de adentro y los de afuera. Habla de la ilusión grupal como una etapa necesaria ("estamos bien juntos"), sería una forma de preservar la unidad yoica amenazada ("somos todos iguales"). Bleger (1982) destaca la importancia de pertenecer a un grupo como un instrumento dador de identidad.
Aulagnier (2001), con su concepto de contrato narcisista, alude al mismo hecho, a esta "atadura" del sujeto humano; el sujeto debe asegurar la continuidad del linaje y del conjunto social para lo cual la familia debe investir al nuevo miembro al que le asigna un lugar que le es significado desde las generaciones anteriores como ideales, valores, modos de interpretar la realidad. Para asegurar la continuidad generacional y la vida institucional el sujeto se va insertando en el conjunto familiar y en otros grupos de los que irá formando parte y a cambio recibirá el sostén que le da la pertenencia a los mismos. "La inserción social es impuesta e incluye al individuo en una historia que lo precede y lo postcede. Tiene una cualidad inconsciente y transforma al sujeto en transmisor y actor de una organización social, en la cual es sujeto activo y objeto pasivo a la vez". (Puget y Kaës, 1991)
El grupo es mediador de la trasmisión de identidad, mitos, ideologías, ritos, lengua, etcétera. Pero toda inserción en un grupo pone en juego cierto grado de renuncia. Kaës (1989) define el pacto denegativo como un antecedente imprescindible para la construcción del vínculo. Es necesaria cierta renuncia pulsional para que el vínculo se pueda sostener y poder crear la ilusión de un espacio compartido que es equivalente a seguridad. Sería lo que hay que dejar fuera para que eI vínculo pueda existir, tiene una función defensiva y organizadora del vínculo.
La sensación de no pertenecer invadiría al yo y se expandiría como ansiedad de no ser, no tener y no pertenecer. La pertenencia tiene dos bordes: uno hacia lo intrapsíquico y otro hacia el ámbito de lo sociocultural. Tiene también un sector fijo, mudo, no cuestionable y otro en permanente
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