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Trastorno masoquista de la personalidad: el patrón afligido


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2015  •  Ensayos  •  6.029 Palabras (25 Páginas)  •  248 Visitas

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Trastorno masoquista de la personalidad: el patrón afligido

Aunque se ha venido observando a lo largo de muchos siglos la existencia del carácter auto humillante, este no obtuvo reconocimiento oficial como trastorno de la personalidad hasta 1987. En las primeras exposiciones del DSM-III (1980) se intentó incluir el constructo psicoanalítico “Trastorno masoquista de la personalidad”. Debido a la orientación ateórica del Grupo de trabajo manual, el concepto de comportamientos masoquistas, concebido originalmente como un posible trastorno del Eje II. Fue formulado como un síntoma del grupo de síndromes “afectivos” del Eje I. al poco tiempo de la aparición del DSM-III, algunos teóricos clínicos continuaron presionando para obtener una categoría del Eje II que recogiese las cualidades auto humillante de una personalidad “depresiva/masoquista”. Esta propuesta fue tomada muy en serio por el grupo de trabajo que tenía que revisar el DSM-III y genero rápidamente una gran controversia profesional y publica. Para suavizar las objeciones y los debates, se cambió la calificación masoquista por autodestructiva. Se modificaron los criterios postulados inicialmente con el fin de descartar la presencia de sintomatología depresiva y reducir al mínimo los sesgos en relación con el género (por ejemplo: para excluir de la lista las relaciones abusivas en las que las victimas femeninas son acusadas de inducir el abuso). El comité decidió más tarde situar el diagnóstico de la personalidad autodestructiva en el apéndice del DSM-III-R, al lado del diagnóstico de la personalidad sádica, ya que eran trastornos “nuevos” y, por lo tanto, requerían más estudios clínicos y empíricos.

Aunque la calificación original de masoquismo adquirió múltiples y confusos significados (por ejemplo: perversión sexual, un tipo moral de carácter), la elección de la calificación de personalidad autodestructiva como alternativa no aporto claridad ni precisión al concepto. Además, todos los trastornos de la personalidad son esencialmente autodestructivos en el sentido de que perpetúan comportamientos y reacciones que posteriormente intensifican los problemas iniciales. Habrían sido más adecuados otros términos, por ejemplo, autohumillante, deferencial, servil y autodenigrante.

La necesidad de aclarar el significado del constructo, que se califica de nuevo como “trastorno masoquista de la personalidad”, se ha convertido en el objetivo de quienes desean ampliar las fronteras del DSM-IV, que ha eliminado el trastorno de su clasificación. En referencia a esto son útiles dos citas bibliográficas, la primera fue de un teórico analítico contemporáneo, S. Asch (1988) quien nos dice que: el trastorno tal vez se defina menor como un patrón de larga evolución de dificultades arraigadas en el inconsciente y de fracasos en múltiples áreas de funcionamiento. Es el perdedor de nuestra sociedad, la persona que necesita sentirse agobiada sin necesidad o incluso fracasar. Tiende a fracasar en el trabajo y en el amor, pese a que, en ocasiones, sus credenciales son excelentes. No puede establecer una relación significante o, si la consigue, inevitable aunque inconscientemente hace lo posible por que fracase. Puede conseguir un gran éxito inicial, pero siempre ocurre algo y fracasa en el último momento.

Otra perspectiva útil que reconoce el masoquismo como un fenómeno complejo y diverso es la presentada por otro autor destacado de la corriente analista, N. Shainess (1987) dice que: Ella (suele ser ella) no suscita respuestas de rechazo, sino que las provoca; hay una gran diferencia entre estas dos palabras y sus significados. Ella no evita las oportunidades para experimentar placer, sino que más bien estas oportunidades no se presentan. De hecho, el masoquista no disfruta sufriendo. Si parafraseamos. Si parafraseamos el credo de Descartes, donde afirma que distingue a los seres humanos, el credo de los masoquistas seria “sufro, luego existo”. Estamos ante un reencuentro constante con experiencias tempranas, en las que no hubo prácticamente nada agradable.

La razón para describir el prototipo masoquista/autodestructuvo es ampliar la perspectiva del lector incluyendo en su espectro clínico una constelación de características de personalidad autohumillante. Con este conocimiento a su alcance, los clínicos podrán comprender y tratar mejor a sus pacientes. Aunque es cierto que todas las calificaciones y todos los diagnósticos pueden ser malinterpretados, no es posible eliminar síndromes validos simplemente porque las interpretaciones de estos trastornos hayan sido erróneas en algún momento de la historia. Los trastornos de personalidad, sean cuales fueren, son el resultado de factores biológicos y sociológicos que actúan entre sí, si bien es cierto que es especialmente responsable que la complejidad de las patologías se interprete únicamente en términos de sus posibles implicaciones sociales y políticas, debemos rechazar todas las interpretaciones que consideran los trastornos mentales como defectos sociales (como ocurrió en Alemania y Rusia) en vez de considerarlos fenómenos clínicos intrínsecos, en este caso como una de las patologías más crónicas y con más implicaciones.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

El termino masoquismo fue propuesto inicialmente por Krafft Ebing (1882) cuando intento catalogar las perversiones sexuales. De forma parecida a lo que ocurrió con el término “sadismo”, la etiqueta masoquismo se creó empleando el nombre de un escritor muy conocido de aquella época, Leopold Von Sacher-Masoch. En la novela de este autor titulada Venus desnuda (1870), el protagonista era un varón que sufría tortura, subyugación y desprecio por parte de una mujer que le atormentaba. Krafft afirmo que la flagelación y el castigo físico eran elementos necesarios en la perversión, pero menos significativos en la relación interpersonal que incluía esclavitud, pasividad y servidumbre psicológica. Así desde sus primeras formulaciones, el concepto de masoquismo, aunque básicamente de naturaleza sexual, incluía la necesidad misma de exsperiemgar5 sufrimiento y no se limitaba a los casos en los que el dolor físico era un ingrediente necesario de la excitación sexual. Krafft-Ebing (1882/1937) decía que: el deseo de experimentar dolor y de verse forzado, la idea de estar completa e incondicionalmente sometido a la voluntad de la persona del otro sexo (define el masoquismo); es esencial ser tratado por la otra persona como si ella fuese el dueño que humillase y abusase de la víctima. Para Kraff el masoquismo era una anomalía sexual en la que el varón era prácticamente impotente, a excepción de los momentos en los que experimentaba sufrimiento, sometimiento y abusos. De las mujeres existen pocas referencias bibliográficas en relación con su comportamiento masoquista. En lo que se puede denominar masoquismo caracterológico, que normalmente se expresa en las relaciones amorosas, Kraff escribió: “cuando la idea de ser tiranizado se asocia durante mucho tiempo a un pensamiento libidinoso de la persona amada, la emoción lujuriosa se transfiere finalmente a la tiranía misma y se completa la transformación en una perversión”. Por lo tanto, desde el principio, el masoquismo es habitualmente una forma de patología más masculina que femenina.

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