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Violencia Intrafamiliar


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2013  •  1.622 Palabras (7 Páginas)  •  194 Visitas

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Violencia intrafamiliar

Conceder un mínimo protagonismo a las personas que ejercen violencia es todavía polémico, desde la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la reeducación de los agresores figura como una línea consolidada de trabajo global contra la violencia y permite una mirada, sino nueva, al menos un poco más amplia. La realidad de la violencia intrafamiliar se difumina bajo la perspectiva de la violencia de género (sin cuestionar la importancia de ésta), se reduce a la violencia en pareja, además en pareja heterosexual y únicamente del hombre a la mujer. Con lo cual la figura del agresor queda construida en el marco de la violencia de género. El agresor es el hombre y el símbolo de una violencia histórica, cultural y social de la que actúa como brazo ejecutor que se beneficia de sus privilegios. El agresor en la violencia intrafamiliar es convertido en estandarte de una lucha, que aunque legítima, distorsiona unos hechos más amplios. Hay muchas violencias en la unidad familiar más allá de la violencia de género. La construcción social, y sobretodo el acercamiento desde una perspectiva psicológica a la persona que ejerce violencia, debe ser necesariamente restaurado.

Ya existen instituciones que velan por la moralidad y la legalidad de determinadas conductas y no es competencia de la psicología utilizar la supuesta autoridad científica para condenarlas o legitimarlas. En ningún momento haré referencia a estos aspectos, sino a la responsabilidad del psicólogo/a, como profesional de la relación de ayuda, ante una persona implicada en una dinámica violenta.El concepto de violencia tiene una doble dimensión. Usando las palabras de Pueyo y Redondo (2007): “la violencia no es simplemente un comportamiento ni una respuesta emocional, sino una estrategia psicológica para alcanzar un objetivo”, este tipo de definiciones, con la que estoy en total acuerdo, son efecto de un movimiento pendular que equilibra una postura previa “…un comportamiento… una respuesta emocional…”. Ciertamente la violencia responde en ocasiones a elementos ajenos a la voluntad de la persona para usar una estrategia y conseguir un objetivo. Muchas personas están atrapadas en la violencia como conducta disfuncional (para ellas mismas), como una respuesta no voluntaria y no adaptativa que les supone un coste emocional y vital alto. En la lucha en contra de la violencia de género se ha reivindicado entender la violencia hacia la mujer como estrategia para conseguir objetivos. Esto es históricamente necesario para atenuar mínimamente la invisibilización de esta realidad en una sociedad patriarcal y machista, que normaliza y argumenta la violencia de género. Una de las posibles formas de argumentar es el propio concepto de violencia, la lucha contra la violencia de género ha precisado neutralizar la violencia como conducta disfuncional y enfatizar su realidad como estrategia. Sin embargo, estos avances necesarios en la perspectiva de género, no pueden ser retrocesos en el abordaje general de la violencia, no podemos olvidar que la violencia es también una conducta disfuncional, que merece ser abordada desde la clínica y la investigación. (Quizá sea necesario señalar para algunos lectores/as que con todo esto no pretendo quitar responsabilidad a las personas que ejercen violencia, ni restar dignidad a las victimas, sólo humanizar y ampliar la mirada a todas las personas atrapadas en el acto violento).Hemos aprendido a identificar y valorar “la violencia masculina” consecuencia del “poder” ejercido por el hombre. Sin caer en reduccionismos, existen tendencias para manejar el conflicto y la agresión, en formas que son tradicionalmente entendidas como “masculinas” o “femeninas” (lo cual no implica que sean exclusivas de hombres o mujeres). El estilo “masculino” de manejo del conflicto y la agresión ha sido muy analizado y sus manifestaciones aparecen como actos violentos clara y unánimemente condenados. De hecho, son el origen del concepto de violencia. Recordemos que el origen de toda esta estructura teórica en torno a la violencia intrafamiliar está anclado en una realidad tipificada como delito: la agresión física ejercida por el hombre. Sin embargo se han invisibilizado otras violencias igualmente relevantes, que no necesariamente responden al formato, patrones y manifestaciones asociadas tradicionalmente al acto violento. Históricamente se ha ido ampliando el concepto de violencia, (iniciado con la censura legal y social de la agresión física) y es necesario seguir en este camino. Ahora incluimos realidades como por ejemplo el acoso laboral: que presenta presión psicológica y emocional, en ocasiones sin conflicto directo y en el llamado umbral de agresiones de baja intensidad. Es bueno que se amplíe la definición de lo violento, sus formas y expresiones, para abordar integralmente la violencia como realidad y a las personas implicadas en ella.En la violencia intrafamiliar el agresor no siempre es el hombre. La violencia también es ejercida por las mujeres, por menores o adolescentes, e incluso por personas dependientes. La lectura de la violencia como la estrategia de una persona que usa su poder o superioridad sobre otra para conseguir un objetivo,

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