La historia de los hombres es la historia de su libertad
anastassiiaTrabajo1 de Junio de 2021
881 Palabras (4 Páginas)157 Visitas
La historia de los hombres es la historia de su libertad y esta se construye con los actos libres de los hombres, dirigiéndose hacia donde ellos quieren. La vida del ser humano es como un libro, cuando nacemos está en blanco y con sus decisiones y actos se va componiendo una novela. Llegado a este punto podemos decir que la libertad es la capacidad que tiene el ser humano de decidir por sí mismo, el poder de dirigir y dominar los propios actos, la capacidad de ponerse una meta y encaminarse hacia ella y el autodominio con el que los hombres dominamos nuestras acciones.
Podemos distinguir entre:
- Libertad física: Que equivale a la libertad de movimiento (ir, venir, entrar, salir…).
- Libertad interior: Es la base de los derechos humanos (libertad de opinión, de expresión…).
Un hombre privado de libertad física sigue siendo libre ya que se le puede arrebatar todo menos la libertar interior, su forma de ver la vida.
Podemos distinguir tres niveles de libertad:
- Primer piso: Libertad definida como autonomía, ausencia de obstáculos para la actuación, margen que deja la ley entre lo permitido y lo prohibido. También puede vivirse la libertad en este nivel como ruptura con las normas
- Segundo piso: Libertad vivida como autodominio, se trata de un proceso que nunca acaba, el de conocerse y superarse. La libertad está ligada a la intimidad y a la percepción contemplativa de los valores, obra del corazón.
- Tercer piso: Libertad liberada, la más auténtica, nace del don del sí amoroso al prójimo. Ahora bien, esto solo es posible con el entrenamiento de las virtudes: solo puede darse quien se posee.
Cuando pecó, el hombre hizo uso de la libertad como autonomía. Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. Quiso Dios dejar al hombre en manos de su propia decisión, de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección. El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos. La libertad del hombre es finita y falible.
Cuando hablamos del pecado original hablamos de cuando la serpiente engaña a Eva para que ella y Adán coman el fruto prohibido que, según la tradición, es una manzana. Dicho acto es conocido universalmente como “el pecado original”. En este momento el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad.
La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo.
Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir su voluntad.
Las Escrituras no dicen que la iniquidad entrara en la mente de Lucifer, sino que la iniquidad se halló en él, también dicen con claridad que Lucifer se corrompió a sí mismo. Quien estudia la Biblia hace bien en recordar que ni los ángeles ni los seres humanos fueron creados como robots. Dios los dotó de libre albedrío, de sabiduría, de una mente propia, de la capacidad para decidir si obedecerán o no. Lucifer, por voluntad propia, empezó a pensar con esa gran sabiduría que se le había dado. Comenzó a considerar lo brillante, bello, poderoso que era, y consideró la autoridad que tenía, hasta que se decidió y consideró que lo tenía todo como para poder derrocar a Dios de Su trono. Dios no lo obligó a dejar de pensar. La acción de pensar todo eso ya conforma maldad. La iniquidad, la maldad, no estaba allí, flotando en el espacio y esperando entrar en Lucifer. No hubo ninguna fuerza externa que obligara a Lucifer. Las Escrituras dicen que Lucifer se corrompió a sí mismo cuando permitió que esos pensamientos se hallaran en él. La Biblia pone énfasis en el extremo peligro de los malos pensamientos, y califica a los malos pensamientos como pecado en sí mismos.
...