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Como es La Aflicción del Alma


Enviado por   •  20 de Enero de 2018  •  Resúmenes  •  2.727 Palabras (11 Páginas)  •  237 Visitas

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LA AFLICCIÓNDEL ALMA

LEEMOS EN Isaías 66:8 que, «en cuanto Sión estuvo de parto, dio a luz sus hijos» y éste es el aspecto más fundamental en la obra de Dios. ¿Acaso pueden nacer los niños sin dolores? ¿Puede haber nacimiento sin trabajo? Y aun así ¡cuántos esperan en el reino espiritual aquello que no es posible en el natural! ¡Ah, nada, absolutamente nada que no sea aflicción del alma dará hijos espirituales! Finney nos dice que él no tenía palabras que decir, solamente podía suspirar y llorar cuando imploraba a Dios por un alma perdida. Este era verdadero trabajo.

¿Podemos lanzarnos por un niño que se está ahogando, pero no por un alma que se está perdiendo? No es difícil llorar cuando nos damos cuenta de que nuestro pequeñuelo se está hundiendo bajo el agua por última vez. Entonces la angustia es espontánea. No es difícil sufrir la agonía del alma cuando vemos el ataúd, conteniendo todo lo que hemos amado en la tierra, fuera de casa camino del cementerio. ¡Ah, no, las lágrimas son entonces muy naturales! Pero, ¡darse cuenta y saber que almas preciosas, almas inmortales, están pereciendo alrededor nuestro, yendo a la negrura de la oscuridad y de la desesperación, perdidas eternamente, y aun así no sentir ninguna angustia, no derramar ningunas lágrimas, no saber lo que es el trabajo del alma! ¡Cuán fríos son nuestros corazones! ¡Cuán poco conocemos de la compasión de Jesús! Y con todo esto Dios nos lo puede dar, y la culpa es toda nuestra si no lo tenemos.

Jacob, recordarás, persistió hasta que prevaleció. Pero ¿quién lo está haciendo en la actualidad? ¿Quién está realmente trabajando en oración? ¡Cuántos, incluso entre nuestros guías cristianos más espirituales, se contentan con pasar unos pocos minutos al día sobre sus rodillas, y luego se enorgullecen del tiempo que le han dado a Dios! Esperamos resultados extraordinarios, y esto es muy posible; seguirán prodigios y milagros, pero solamente mediante esfuerzos extraordinarios en el reino espiritual. Por tanto, nada servirá, excepto una imploración continua, agonizante, por las almas, días y noches de oración. Así, «ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid, ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios;... Proclamad ayuno, convocad asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová» (Ji. 1:13, 14). ¡Ah, sí, Joel conocía el secreto! Dejemos de lado todo lo demás, y «clamemos al Señor».

« Leemos en las biografías de nuestros predecesores, que fueron tan efectivos en ganar almas, que oraban durante horas en privado. Así, se suscita la cuestión, ¿podemos acaso conseguir los mismos resultados sin seguir el ejemplo de ellos? Si podemos, entonces demostremos al mundo que hemos hallado un mejor camino; pero si no, en el nombre de Dios, empecemos a seguir a aquellos que mediante la fe y la paciencia obtuvieron la promesa. Nuestros antecesores lloraban y oraban y entraban en agonía delante del Señor para la salvación de pecadores, y no descansaban hasta que eran muertos por la Espada de Dios. Este era el secreto de su poderoso éxito; cuando las cosas se detenían y no se movían ellos luchaban en oración hasta que Dios derramaba Su Espíritu sobre la gente, y los pecadores se convertían» —Samuel Stevenson.

Todos los hombres de Dios llegaron a ser hombres poderosos en oración. El sol nunca se levantaba sobre China, se nos dice, sin encontrar a Hudson Taylor sobre sus rodillas. ¡No es de asombrar que la Misión Interior de China fuera reconocida por Dios de una manera tan maravillosa!

La conversión es la operación del Espíritu Santo, y la oración es el poder que consigue esta operación. Las almas no son salvadas por el hombre, sino por Dios, y ya que El obra en respuesta a la oración, no tenemos más elección que la de seguir el plan divino. La oración mueve el Brazo que mueve el mundo. La oración prevaleciente no es fácil. Solamente ¡aquellos que han luchado con los poderes de las tinieblas saben cuán difícil es. Pablo dice que «no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra ¡principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12). Y cuando el Espíritu Santo ora es «con gemidos indecibles» (Ro. 8:26). ¡Oh, cuán pocos hay que encuentren tiempo para la oración! Hay tiempo para todo lo demás, ¡tiempo para dormir y tiempo para comer, tiempo para leer el diario, tiempo para visitar a los amigos, y tiempo para todo lo que haya debajo del sol, pero no hay tiempo para la oración, la más importante de todas las cosas, lo que es realmente esencial.

Piensa de Susan Wesley que, a pesar de que tuvo diecinueve hijos, encontraba tiempo para encerrarse en su habitación por una hora entera cada día, a solas con Dios. Amigo mío, no se trata tanto de encontrar tiempo como de tomárselo. Y si queremos, nos lo tomaremos. De tanta importancia consideraban los apóstoles la oración que no querían siquiera servir a las mesas, sino que dijeron: « Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra» (Hch.6:4). Pero ¡cuántos pastores se hallan cargados con el aspecto financiero de la obra, y cuántos oficiales esperan de ellos que lleven esta carga! ¡No es de asombrar que su obra espiritual sea de tan poca entidad? «En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios» (Lc. 6:12). Esto es lo que se narra con respecto al Hijo de Dios; y si era necesario para Él, ¡cuánto más para nosotros! ¡Oh, piensa acerca de esto! ¡Toda «la noche orando»! ¿Cuántas veces se podría decir esto de nosotros? ¡De aquí, Su fortaleza! ¡De ahí, nuestra debilidad!

 Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios? (JI. 2:17).

Y no solamente apremiaron a la oración, sino que ellos mismos oraban. Dice Daniel: «Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión» (Dn. 9:34). Y Esdras también empuñó la misma arma poderosa en cada tiempo de dificultad. «Me postré de rodillas y extendí mis manos a Jehová mi Dios» (Esd. 9:5). A continuación sigue una oración muy notable. Nehemías seguía la misma línea. «Cuando oí estas palabras, me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos» (Neh.1:4).

            Tal era también la práctica de la Iglesia primitiva. Cuando Pedro se hallaba en prisión se afirma que « la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él», y que «muchos estaban reunidos orando». Y ahora, para terminar, bien podemos volvernos al relato de los tratos de Dios con Sus siervos favorecidos, y oír lo que ellos tienen que decir acerca del secreto de los resultados. ¡ Y quiera Dios poner sobre nosotros la carga de la oración y de la súplica que reposó sobre aquellos gigantes espirituales y que les llenó de tantos trabajos! «Juan Livingstone dedicó toda la noche antes del 21 de Junio de 1630 en oración y conferencia, habiendo sido designado para predicar el día siguiente. Después de haber estado hablando por una hora y media, unas gotas de lluvia desconcertaron a la gente, pero Livingstone, preguntándoles si tenían algún refugio ante la tormenta de la ira de Dios, siguió otra hora. Hubo unos 500 convertidos allí y entonces. » —Livingstone of Shoots. «Conocí en una ocasión a un pastor que tuvo un avivamiento catorce inviernos seguidos. No sabía yo cómo explicar aquello, hasta que vi a sus miembros levantarse en la reunión de oración y confesar: “Hermanos —dijo— he tenido durante mucho tiempo la costumbre de estar orando a Dios cada sábado hasta pasada la medianoche, rogando al Señor que el Espíritu Santo< descendiera sobre nosotros. Y ahora, hermanos —y empezó a llorar—, confieso que lo he descuidado por dos o tres semanas.” El secreto se había descubierto. Aquel pastor tenía una iglesia en oración.» —Charles G. Finney.

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