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David Brainerd

stefania29104 de Marzo de 2014

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EL TESTIMONIO

PERSONAL

DE

DAVID BRAINERD

PROLOGO

Dios no tiene ningún don mas precioso para conceder a una iglesia o a una época que

un hombre que viva como la encarnación de Su voluntad y que inspire a los que viven a

su alrededor la fe de lo que puede hacer la gracia. Hablamos del siglo diecinueve como

un siglo de avivamiento misionero. Es notable la forma en que, en el siglo anterior, Dios

dio a su Iglesia dos hombres cuyas biografías no solo testifican una devoción intensa y

sacrificial a la obra misionera, sino que ayudan, especialmente a aquellos que los

siguen, a creer en el poder de la oración como un elemento esencial del servicio en el

Reino. David Brainerd y Henry Martyn fueron ambos testigos poderosos de la fe en la

promesa de Dios y la seguridad confiada de que la oración apresuraría la venida del

Reino. Muchos misioneros vinieron después deben la profundización de su fe en la

oración a su ejemplo.

Este pequeño volumen de extractos de la vida de David Brainerd ha sido preparado

para presentar algunos de los pasajes que se refieren a su intensa y poderosa oración,

dentro del alcance de todos los cristianos. Lo único que quisiera decir a todos los

lectores es: Procura no estar contento, ni aún deleitarse, con lo que lees sobre la

intensidad de las oraciones de Brainerd y la maravillosa respuesta que algunas veces

llegó rápidamente y con tal poder. Este gozo podría tentarte a contentarte con la

aprobación y placer de conocer lo que él hizo. Pero esto sería de poco provecho. Lee,

haz una pausa y lee de nuevo, como en la presencia de Dios, hasta que oigas la voz del

Espíritu que te llama a seguir las pisadas de los siervos de Dios. Pídele gracia que te

capacite para probar cual es el secreto de un amor tan intenso a las almas, y una

seguridad tan confiada de que Dios, en respuesta a tu oración, también va a conceder

su bendición a aquellos por los que oras.

Y oremos de modo muy especial para la iglesia pueda ser reargüida del pecado de falta

de oración, y de no aprovechar las benditas posibilidades de una vida clamando día y

noche a Dios por sus bendiciones, sobre todo para los que están todavía en las

tinieblas.

Que Dios bendiga a cada lector de este libro.

UNOS POCOS AÑOS DE BENDICION.

Durante muchos años, viviendo entre los paganos del África del Sur, he usado

constantemente el ejemplo de Brainerd como un incentivo para la lucha en la oración y

la incesante prosecución de la santidad; y frecuentemente me he referido a su Diario y

a su Diario íntimo cuando he hablado en reuniones misioneras durante los períodos de

permiso en Inglaterra. El referirme a ellos ha dado lugar con frecuencia a la pregunta:

¿Quién era Brainerd?, lo que muestra una falta de conocimiento lamentable, sino

considerable, de este “príncipe con Dios y con los hombres”; y a continuación se me ha

preguntado dónde podría obtenerse su libro.

Se espera que esta selección condensada de sus páginas inmortales va a satisfacer el

deseo y la necesidad expresados con tanta frecuencia, y que las líneas intercaladas

añadidas nuestras llamarán la atención sobre puntos destacados, notados en nuestra

lectura personal de la obra, encandilada por el fuego divino.

David Brainerd, cuya pasión por la oración ilumina las siguientes páginas, nació en

Norteamérica, el 20 de abril de 1718, de padres piadosos, Despertado por el Espíritu de

Dios en su adolescencia, halló la salvación cuando tenía veinte años. Asistió durante los

próximos tres años al College de Yale, del cual fue expulsado injustamente por una

expresión indiscreta, procedente, no de malicia contra su profesor, sino de su celo

juvenil por la religión genuina. Su diario alienta sólo un espíritu de benevolencia y

perdón hacia los que le injuriaron tan gravemente.

Empezó a predicar a la edad de veinticuatro años, y trabajó entre los indios de New

Jersey y Pensilvana desde 1743 a 1747. Un ministerio breve, pero maravilloso. Terminó

su carrera terrenal en la casa del celebrado Jonathan Edwards, con cuya hija Brainerd

estaba comprometido para casarse.

Fue apropiado que la historia de su vida fuera escrita en su Diario y en su Diario íntimo,

editados por este amigo devoto y afectuoso, y durante los últimos ciento cincuenta

años el libro ha sido fuente de bendición y de estímulo a toda la Iglesia de Cristo.

Henry Martyn, un estudiante que se graduó con honores en la Universidad de

Cambridge, fue influido por Brainerd para ir a tierras de paganos, abandonándolo todo

y diciendo: “Ahora, a consumirme por Dios”; como Brainerd había escrito en su diario:

“Deseaba ser una llama de fuego ardiendo continuamente en el servicio divino y

edificando el Reino de Cristo hasta mi último suspiro.

William Carey, el “apóstol de la India” no solo recibió sobre si el santo contagio, sino

que al dar instrucción a sus colaboradores, les instaba a pensar continuamente en las

luchas en la oración de Brainerd, en la soledad de los bosques de Norteamérica.

El doctor A. J. Gordón, entusiasta abogado de misiones, declara que su antorcha fue

encendida en el altar de la devoción inextinguible de Brainerd. Describe su visita al

cementerio de Northampton, y habiendo hallado el sagrado lugar en el que durante

ciento cincuenta años fueron depositados los restos corporales de su alma seráfica,

apartó de la simple losa la nieve que la cubría y meditó sobre los efectos perdurables de

una vida tan breve y tan oscura.

Fue mediante su pasión por la oración que Brainerd obró milagros en la conversión de

los indios, a pesar del prejuicio de éstos contra el y de que él desconocía el lenguaje de

ellos; porque después de ocho días de oración en los bosques salió revestido de poder,

y aunque al principio predico mediante un interprete medio borracho, el Espíritu Santo,

al fin, fue derramado, hasta el punto que se convirtieron en gran número.

Hay que leer el Diario solo para ver que clase de convertidos eran. Antes, ignorantes,

medio salvajes, supersticiosos, ladrones y homicidas, pero luego hicieron obra dignas

de arrepentimiento, Se volvieron verdaderamente santos siendo súbitamente

iluminados sobrenaturalmente; y fueron formados según el tipo de los primitivos

cristianos pentecostales, hasta tal punto que el precavido presbiteriano Brainerd siguió

la costumbre apostólica de un bautismo casi inmediato. Esta circunstancia singular y

excepcional aparece en el Diario, porque al cabo de dos meses de haber oído el

Evangelio por primera vez, estos paganos fueron considerados fieles como Lidia y aptos

para ser bautizados.

Otro ejemplo del efecto perenne de este relato de los tratos de Dios con este

instrumento de su gracia, y por medio del mismo, se puede ver en el ministerio del

venerable doctor Andrew Murray, de Sudáfrica, porque él, como otros miles, reconoce

la inspiración que le ha llegado por la lectura de su Diario. En una carta reciente del

doctor Murray se lamenta: “Hasta que punto estos ejemplos reprochan la falta de

oración y la tibieza de la mayoría de las vidas cristianas.” Y Murray sugirió que un librito

como este debería ser publicado para levanta el fervor misionero y la pasión de las

misiones; los que contribuyen ayudan localmente, los comités, concilios y clases de

estudio misionero, para que puedan orar como los guerreros espirituales verdaderos en

la legión de la oración a Dios.

En un estudio en Wellington, África del Sur, que mira a las montañas una vez: ‘Vas a

hallar que tres páginas del Diario leídas de una vez, son suficientes si quieres ser

influenciado por él inmediata y prácticamente.” He visto que éste es el caso

precisamente.

He guardado un librito de extractos sobre mi mesa de estudio, cerca de la Biblia y

nunca lo he dejado sin la decisión al instante de orar y luchar con fervor por los

paganos, tal como oraba Brainerd. Por tanto, lo publico con la confianza de que, si es

leído lentamente y con oración, su efecto inmediato será llevar a la práctica de la

oración. Otros tratados elaborados pueden llevar a la discusión de la filosofía y los

problemas de la oración pero nuestro Señor dijo: “Entra en tu cámara y ora a tu Padre

que está en secreto.”

El valor de este librito será que nos pondrá en contacto vivo con uno que realmente

personifica en su conducta tres grandes gracias cristianas: 1) Una pasión sublime por la

gloria de Dios. 2) Una prosecución persistente de la mas elevada santidad. 3) Una

práctica diaria de la oración intercesoria ferviente.

El espacio no permite las numerosas citas que me gustaría dar, ilustrando lo intensa y

habitual que era esta pasión suprema suya por la gloria de Dios, como ésta: “oh! Si

pudiera pasar cada momento de mi vida por la gloria de Dios”; o ésta unos pocos días

antes de su muerte: “Es un refrigerio para mi alma el pensar en las cosas primeras, los

deseos de glorificar a Dios

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