De Los Hijos Al Padre
FlorenciaG1213 de Agosto de 2013
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Después de su encuentro personal con Jesucristo, Pablo pudo experimentar la gran diferencia existente entre la religiosidad y una relación personal con Dios. Ahora, el temor reverente al Señor estaba en su corazón y lo que menos le interesaba era el gloriarse ante las otras personas por sus logros que, aunque se consideraban importantes, eran perecederos.
Fue atraído y conquistado por el amor de Cristo quien quedó maravillado al entender que, si uno murió por todos ¡Jesús! Para que los que viven y creen en Él ya no vivan para sí sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Corintios 5:14,15). Todos los paradigmas que Pablo había adquirido y aceptado a lo largo de su vida perdieron su encanto.
En el pasado se jactaba de que era linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos, fariseo en cuanto a la ley, perseguidor de la iglesia por su gran celo, e irreprensible en cuanto a la justicia que es en la ley (Filipenses 3:4-7).
Aunque todos estos dichos le daban un mayor estatus en la sociedad y le ayudaban a alimentar su ego, después de conocer a Jesús encontró en Él la verdadera vida y decidió quedarse solamente con esta consigna, con el mejor eslogan, tal como él mismo lo expresó: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Filipenses 3:7). Salomón dijo: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”(Proverbios 14:12).
Aunque el Apóstol Pablo era una persona con buenas intenciones, y pensaba que lo que había hecho en el pasado era lo correcto, después que tuvo su encuentro con Jesús entendió que todos sus caminos eran caminos de muerte; su corazón quedó eternamente agradecido con Dios por la manera como Él se reveló a su vida, pues esto le hizo comprender el gran error en que él se encontraba. Esto lo llevó a desechar como algo inservible todo lo que él había puesto como primero en su vida, dándole a Jesús el lugar más especial dentro de su corazón. “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).
Un pastor amigo, al definir su relación con Cristo, dijo: “Fui criado en un hogar cristiano, pero por naturaleza creo que yo era una persona tímida así que hice muchas cosas equivocadas para compensar mi gran timidez”. Continuó con su reflexión: “A veces usamos camisetas que tienen letreros y a través de ellas podemos saber mucho de las personas. Cuando era pequeño tenía una que decía “Tímido” y no me gustaba.
Así que empecé a participar en deportes. Me atraía jugar baloncesto, por lo que obtuve una nueva camiseta que decía “Atleta”. Muy pronto gané la aceptación de los demás, andaba con la gente atlética y con otros deportistas; también algunas porristas andaban detrás de mí porque usaba esa camiseta. Pero cuando pasé a otra escuela más grande, no logré ser aceptado en el equipo y no tuve más esa camiseta.
Necesité conseguir otra, y ésta decía “Amante de los placeres”. Dejé crecer mi cabello, empecé a salir a divertirme y a involucrarme en drogas; además, me esforzaba por ser el más sobresaliente de todos.
Para alimentar esto, me involucré en crímenes, comencé a robar y traficar, pues siempre estaba pendiente de proteger lo que mi camiseta decía, hasta que tuve que salir del país porque el FBI me buscaba; fue allí cuando tuve que revestirme de una nueva camiseta que decía “Fugitivo”. Llegué a estar tan paranoico que en todo lo que hacía sentía como si alguien estuviera observándome.
Pero un día, en Alemania, encontré una Biblia y empecé a leerla. Dios comenzó a tocarme. Fue cuando hice la primera oración de mi vida, le dije: “Dios, si eres real, cámbiame, porque yo no puedo
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