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Democracia


Enviado por   •  14 de Agosto de 2014  •  1.609 Palabras (7 Páginas)  •  184 Visitas

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ENSAYO SOBRE LAS PROMESAS INCUMPLIDAS DE LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.

¿ES POSIBLE PENSAR ALTERNATIVAS A LA POLÍTICA SOCIAL NEOLIBERAL?

La crisis del paradigma neoliberal ¿Qué crisis?

Ante el agravamiento de la problemática social se comienzan a oír voces que hablan de una crisis del paradigma neoliberal. Nos parece más adecuado reconocer que está “vivito y coleando” y que una prueba de ello es la dificultad para pensar alternativas a las políticas sociales hoy predominantes. Sin embargo, la cuestión social está lejos de estar bajo control: “Una característica dramática de la crisis de reproducción social por la que atravesamos es la incompatibilidad entre la libertad global de acumulación del capital y el derecho a una vida digna de los ciudadanos en cada lugar del mundo. Como insumo del capital, la población trabajadora resulta estructuralmente excedente en magnitudes masivas, generándose así una nueva cuestión social.” “La respuesta desde el poder son las nuevas políticas sociales, asistencialistas y focalizadas en aliviar la pobreza extrema. Más allá de las intenciones de los que las aplican y del alivio temporal que puedan efectivamente producir, su función estructural es remendar la legitimidad maltrecha de un sistema que no brinda igualdad de logros ni de oportunidades.”

Hoy el sentido común está marcado por la reciente historia de represión de las dictaduras, las experiencias renovadas cotidianamente del poder hegemónico, el bombardeo mediático del pensamiento único, la desilusión por el fin que tuvo el socialismo

real y el miedo instalado ante la precariedad del trabajo y la inseguridad personal y social.

A nivel del pensamiento más formalizado, se dan algunas coincidencias acerca de los datos de la realidad social que otorgan un grado de objetividad (intersubjetividad) a la descripción de algunos fenómenos sociales recientes y sus tendencias empíricas: creciente empobrecimiento por ingresos –absoluto, pero sobre todo relativo- de la mayoría de la población; concentración masiva de la pobreza en las ciudades, con peso creciente de los “nuevos pobres”; exclusión de las posibilidades de obtener un trabajo asalariado en una magnitud comparable a las peores crisis coyunturales, pero ahora de manera prolongada y, para algunos, permanente; disolución de las formas de agregación que eran la base de actores colectivos propia del sistema industrialista e incluso de la esperanza en el papel de los nuevos movimientos sociales.

Todo parece conducir a una catástrofe. Y aun falta agregar un problema para el que no se avizora solución sin un fortalecimiento del Estado democrático y la construcción de una voluntad internacional para atacarlo: la proliferación de sistemas mafiosos ligados a megacorrupciones con recursos públicos o la economía delictiva (tráfico de blancas, drogas, armas, etc.)

que en algunos países llegan a constituir estados paralelos y en otros han penetrado los sistemas políticos, de justicia y seguridad.

Pero la problematización de la realidad social no se agota en esas coincidencias sobre fenómenos observables y medibles o

sobre algunas caracterizaciones del nivel más profundo de la sociedad, sino que incluye el imaginario sobre lo que puede o debe hacerse para modificar esa realidad. La epistemología nos ha demostrado que no hay prácticamente ningún dato ni predicción cuyo significado no sea una construcción.

En lo referido a la caracterización de la “cuestión social” y su posible evolución, ésta depende no sólo de los “datos de la realidad”, sino de su interpretación y de las explicaciones que se construyen y proyectan en el discurso público, así como de las utopías sociales, valores, intereses, temores y esperanzas desde las cuales se interroga, juzga y percibe la realidad.

¿Será tarea de intelectuales iluminados, redescubridores de la dialéctica, mostrar otras posibilidades y elaborar y ofrecer los programas de acción alternativa para hacerlas efectivas? Si los programas de acción van a ser democráticos, no pueden ser meras construcciones técnicamente iluminadas que se disputan el voto del público pasivo o que se imponen verticalmente, sino que deben avanzar junto con la constitución de sujetos sociopolíticos que participen dialógicamente en el diagnóstico y en la valoración de la realidad, a partir de la elaboración de sus propios intereses particulares como parte de un sistema interdependiente, de modo que asuman como propios los objetivos y medios del programa, así como sus eventuales logros y fracasos. Se trata entonces de una tarea política tanto como de un programa de investigación.

Podemos ubicar fácilmente a sus principales

intelectuales y organizaciones, a las capas de técnicos e intelectuales conversos que lo profesan abiertamente desde organismos internacionales, nacionales gubernamentales o no gubernamentales; podemos establecer los intereses concretos que ayuda a legitimar; podemos establecer los mantos de cientificidad que tejen un círculo de protección alrededor de sus propuestas ante otros intereses o ante la crítica social y política. Pero la eficacia de esta concepción no deviene de su validez teórica ni sólo del poder que la sustenta sino de haber adquirido carácter paradigmático. Es decir, no porque se la proponga como tal, sino porque opera como visión subyacente organizadora de un sistema de prácticas, incluso las

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