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Democracia


Enviado por   •  20 de Julio de 2014  •  1.558 Palabras (7 Páginas)  •  159 Visitas

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MOVIMIENTO DE PROTESTA SOCIAL EN LA DEMOCRACIA LIBERAL

Los conceptos de movimiento de protesta social se reactualizaron en el campo académico durante los últimos años. Esta reactualización se vincula con los fenómenos de movilización social que tuvieron lugar en la Argentina durante el último tiempo, centralmente, la visibilidad en la escena pública del movimiento piquetero; y las jornadas de protesta social del 19 y 20 de diciembre de 2001 que tuvieron como correlato la emergencia de asambleas populares y la notoriedad de procesos en gestación desde décadas atrás como el de ocupación/recuperación de fábricas/empresas.

Con la destitución del presidente Lucio Gutiérrez el 20 de abril del 2005 ya son tres los mandatarios dispuestos antes de terminar su período y siete las personas que han ocupado la presidencia desde agosto de 1996 hasta la fecha.

En la culminación de Gutiérrez se repitieron los rituales que se dieron en los conflictos que terminaron con los mandatos de Abdalá Bucaram en febrero de 1997 y de Jamil Mahuad en enero del 2000.

Al igual que éstos, Gutiérrez fue cesado del poder por una combinación de movilizaciones “populares” y maniobras de dudosa legalidad de los legisladores de oposición que involucraron a las fuerzas armadas como “garantes” del orden democrático y cómo últimos intérpretes de quién debería ser el presidente. Así una vez más se vinieron al suelo los sueños de los arquitectos de la última transición a la democracia y de la Constitución de 1998 que buscaron forjar un sistema político estable, gobernable y moderno que escape de los ciclos populismo-cambio ilegal de gobierno. Al igual que en el pasado el populismo sigue siendo una fuerza fundamental en la política nacional y persisten las prácticas clientelares, corporativistas y canibalísticas entre los políticos. A

diferencia del pasado los militares no ocupan directamente el poder, más bien avalan los actos de dudosa legalidad de los políticos y pese a los altos costos para la institucionalidad de las fuerzas armadas siguen siendo los últimos jueces de la política.

En América Latina, como es sobradamente conocido, el ciclo de protestas de estos nuevos actores y movimientos que se incorporaban a la historia llegaron a derribar diferentes gobiernos neoliberales en Argentina, Bolivia o Ecuador; desarticularon golpes de Estado y movimientos sediciosos de la extrema derecha como en Venezuela, Bolivia y Ecuador; consiguieron llegar al poder a través de partidos o líderes identificados con ellos como en Ecuador, Bolivia y Venezuela, y también vieron como la derecha les robaba su victoria bien legalmente, como en Argentina, bien con un golpe de Estado abierto como en Honduras o encubierto como en Paraguay, bien a través del fraude electoral como en México. Pero donde accedieron al poder, la democracia se hizo mucho más real, inclusiva y participativa, sin que en ningún lugar el pulso entre la vieja sociedad oligárquica y neoliberal y los nuevos proyectos populares y democráticos haya concluido, ni tampoco las tensiones en el interior del campo popular.

En todas esas experiencias los nuevos movimientos y sus formas de lucha fueron objeto de intentos de deslegitimación y criminalización por parte de las oligarquías y sectores neoliberales, a nivel nacional e internacional, utilizando para ello los poderosos medios de comunicación a su servicio y amparándose en las reglas formales de una democracia burguesa puesta al servicio de sus intereses.

La democracia es una conquista de las clases populares. Frente a ello, el objetivo de los nuevos movimientos no fue renegar de la democracia, sino denunciar su vaciamiento por las elites políticas y económicas y reivindicar una radicalización y profundización de la democracia. La lucha contra la opresión económica y social se hacía bajo la bandera política de una democracia auténtica.

Existe una tesis ampliamente documentada y sostenida por estudiosos y analistas del desarrollo democrático que sostiene que la ampliación del contenido de la democracia llevada a cabo durante más de siglo y medio ha sido posible gracias a las luchas de las clases populares. Es necesario recordar una vez más que liberalismo y democracia forman un binomio conflictivo y contradictorio. Las democracias liberales del siglo XIX eran democracias censitarias, donde solo un muy reducido sector de la población gozaba de la ciudadanía, el sector formado por los propietarios importantes, al que se podía añadir los que gozasen de un nivel educativo alto, normalmente pertenecientes al sector de los propietarios. Ni siquiera las mujeres de ese sector tenían el derecho a la ciudadanía. Fueron las clases populares, especialmente el movimiento obrero, y el movimiento feministas (sufragistas) quienes ampliaron paulatinamente los sectores con derechos políticos.

Pero esa extensión aún no representaba el moderno Estado social y democrático de derecho, es decir, aquel que reconoce, junto a los derechos políticos, una serie de derechos

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