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Domingo Savio


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2014  •  759 Palabras (4 Páginas)  •  272 Visitas

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Domingo Savio, «Mínot» para sus padres —y que significa Dominguito—, nació en San Giovanni da Riva, cerca de Chieri; pero cuando tenía sólo unos veinte meses, sus padres —Carlino Savio y Brígida Gaiato— se trasladaron a Murialdo, donde nacieron sus hermanos. En 1847, su madre lo lleva a la iglesia, cuyo párroco era Don Juan Zucca. Aprende a ayudar en misa, llegando a ser un monaguillo ideal, que hasta incluso don Zucca cuando le pedía el misal hacía bromas de su estatura y reían juntos.

En febrero de 1849, toda la familia se traslada a Mondonio. Domingo tiene siete años, una preparación y madurez poco común para su edad. El 8 de abril de 1849, Domingo recibe su primera comunión en la parroquia de Castelnuovo de Asti. Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas, pronunció los propósitos que venía preparando desde hace tiempo, y que quedaron escritos en su devocionario:1

Resoluciones tomadas por mí, Doménico Savio, en el año de 1849, en el día de mi Primera Comunión, a la edad de siete años:

Me confesaré a menudo, y comulgaré tan frecuentemente como mi confesor lo permita.

Deseo santificar los domingos y fiestas en forma especial.

Mis amigos serán Jesús y María.

Prefiero morir antes que pecar.

En 1854 (a los once años de edad) entra a formar parte del oratorio de Don Bosco. Sería un alumno fuera de lo común y expresará sus deseos de convertirse en sacerdote. Seis meses luego de ingresado al Oratorio, tras un sermón del Padre Bosco acerca de la austeridad y el sacrificio, donde remarcaba que cuando uno se siente oprimido por alguna calamidad o molestia del cuerpo, hay que ofrecérselo a la Virgen. Éste sería el medio más adecuado para llegar a la más alta perfección. En ese momento el niño Domingo se propuso convertirse en santo.

Domingo comenzó a realizar austeridades de todo tipo, como consumir sólo la mitad de su ración de comida, dormir menos tiempo y rezar más. Sentía gran devoción por la Virgen María, llegando a permanecer más de cinco horas diarias rezando.

Una noche de invierno, Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama, sin más cobertor que una sábana.

—¿Te has vuelto loco? ¡Vas a coger una pulmonía!

—No lo creo —respondió Domingo—. Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el establo de Belén.

Desde entonces Don Bosco le prohibió formalmente hacer penitencia alguna sin su permiso. Domingo quedó triste. El Padre le insistió que la penitencia que Dios quiere es la obediencia a los superiores.

Muerte

Tal

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