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Dos tipos de labradores

aljoasApuntes22 de Octubre de 2024

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III.        Dos tipos de labradores.

“Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña;”.

Génesis 9:20.

Caín, fue el hijo primogénito de Adán y Eva. Las Escrituras lo definen de una manera muy interesante: “Caín fue labrador de la tierra”. Lo define según su ocupación, trabajo o tarea que desempeñó en la tierra, al igual que a su hermano Abel, quien era pastor de ovejas. Esa definición por función nos ayuda a inferir el carácter de una persona, particularmente en el caso del idioma hebreo. En la definición que nos entrega las Escrituras sobre Caín, precisamente logra este efecto. Para comprender de mejor manera el uso de las definiciones por función y cómo estas nos ayudan a inferir el carácter de una persona, particularmente en la Biblia, es que vamos a revisar otro hombre a quien se le designa, al menos en la versión RV, igual que a Caín; este es Noé.

En el versículo 20 del capítulo 9 del libro de Génesis, se encuentra la siguiente expresión: “Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña;”. En otra versión llamada Biblia Textual 3° Edición se traduce como: “Y Noé comenzó a ser un labrador” o simplemente como “Noé, labrador de la tierra”. Resulta interesante las palabras o vocablos utilizados en ambas designaciones, pues si bien al español se traducen como ´labrador´, en el idioma hebreo se usan dos términos diferentes que, por consiguiente, presentan connotaciones particulares. Es así como en el caso de Caín, la palabra que se tradujo al español como labrador es el término abád, que en su raíz primaria significa trabajar, pero en el sentido contextual, esto es del uso de la palabra en contexto, tiene el sentido de servir como esclavo. Entonces, es posible señalar que Caín, no era un simple labrador de la tierra, sino que era un esclavo de la tierra. En tanto la expresión utilizada en Génesis 9:16 para la palabra labrador en relación a Noé, es el término enósh, cuya raíz primaria se encuentra en la palabra anásh, esto es, ser frágil, débil. Entonces, enósh es posible traducirla como hombre en su sentido singular o colectivo. Quedando la expresión: Noé, hombre de la tierra.

¡Qué diferencia significativa entre ambos! Uno fue un esclavo de la tierra, mientras que el otro fue simplemente un hombre de la tierra. Uno estaba esclavizado a la tierra, pero el otro era un hombre casi como extranjero en la tierra, no atado a ella. Hermanos, debemos considerar este asunto con seriedad. Son dos tipos de labradores: uno cuyo corazón estaba en las cosas de la tierra y en el esfuerzo de su trabajo y dedicación y, el otro, vivía consciente de su fragilidad como ser humano y, en consecuencia, necesitaba de la presencia del Dios Todopoderoso y que él fuera su fortaleza. Uno trabajaba para agradar a

Dios, basado en sus fuerzas e inteligencia, en tanto el otro prefería caminar con Dios y disfrutar de su compañía. Uno necesitaba ser reconocido y alabado por las acciones que realizaba, incluso para Dios, en tanto el otro buscaba ser un pregonero de justicia, un anunciador de algo mayor que él mismo. Uno confiaba en su brazo, el otro era un hombre de fe; trabajaba la tierra sabiendo que el crecimiento o el fruto de lo sembrado dependen absolutamente de Dios, quien da el crecimiento. Caín, fue alguien que ofreció ofrenda a Dios, rindió culto a Dios, sin embargo, su corazón estaba ligado a la tierra. Tal vez su mayor afán estaba en el trabajo que podía realizar, más que buscar a Dios. ¿Con cuál de los dos tipos de labradores nos identificamos?

En su segunda carta escrita a Timoteo el apóstol Pablo nos describe de manera detallada las características de los hombres en los postreros días. Una de esas características es “que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (3:5) Es decir, podrán hablar del evangelio de Jesucristo, pero con sus actos lo contradicen. Hablan de la eficacia de la sangre de Jesús, pero pecan deliberadamente; se jactan de ser hijos de Dios, pero mantienen prácticas propias de la vida no regenerada. Un corazón dividido, mezclado, ligado a la tierra, al mundo y su sistema que agobia, que no deja espacio para una vida conyugal de calidad, para una relación paternal adecuada en donde tengamos tiempo para escuchar y atender las necesidades emocionales y espirituales de nuestros hijos, menos aún para mantener un tiempo de comunión con Dios y disfrutar de su presencia, inquirir en su corazón y ser saciados con su palabra; debemos dejar de ser esclavos del mundo que van a la iglesia; debemos ser esclavos de Jesucristo dispuestos para su servicio.

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