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EL BAUTISMO


Enviado por   •  18 de Marzo de 2013  •  3.302 Palabras (14 Páginas)  •  309 Visitas

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El Bautismo en el Espíritu Santo

Cuando uno lee a través del libro de los Hechos, se da cuenta de que la obra del Espíritu Santo en la iglesia primitiva es evidente en cada página. Si quitas la obra del Espíritu Santo del libro de los Hechos, virtualmente no queda casi nada. Efectivamente, Él le dio poder a los primeros discípulos para “trastornar el mundo entero” (ver Hechos 17:6; VRV).

Aquellos lugares en donde la iglesia se está expandiendo con más rapidez, son aquellos en donde los seguidores de Jesús se han sometido a Dios y han sido llenos del poder del Espíritu Santo. Esto no debería sorprendernos. El Espíritu Santo puede hacer más cosas en diez segundos de lo que nosotros podemos hacer en diez mil años por nuestras propias fuerzas. Por esto, es de vital importancia que el ministro formador de discípulos entienda lo que la Escritura enseña acerca de la obra del Espíritu Santo en las vidas y los ministerios de los creyentes.

En el libro de los Hechos, con frecuencia encontramos ejemplos de creyentes que han sido bautizados por el Espíritu Santo y que han sido llenos de poder en su ministerio. Seríamos sabios al estudiar acerca de esto para que podamos experimentar lo que ellos sintieron y disfrutar de la ayuda milagrosa del Espíritu Santo que ellos gozaron. Aunque algunos creen que esas obras milagrosas del Espíritu Santo solamente existieron en la era de los apóstoles originales, no he encontrado citas en la Escritura, en la historia, o un apoyo lógico para tal opinión. Es una teoría que nace de la incredulidad. Aquellos que creen en las promesas de la Palabra de Dios serán partícipes de las bendiciones que Él prometió. Así como los Israelitas que no creyeron no entraron a la tierra prometida, de igual forma aquellos que no creen en las promesas de Dios en nuestros días, no serán partícipes de todo lo que Dios tiene para ellos. ¿En cuál categoría estás tú? Personalmente, yo estoy entre los creyentes.

Dos Obras del Espíritu Santo

Cada persona que verdaderamente ha creído en el Señor Jesús ha experimentado la obra del Espíritu Santo en su vida. Su persona interior, o espíritu, ha sido regenerada por el Espíritu Santo (ver Tito 3:5), y el Espíritu Santo vive ahora en ella (ver Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19). Ha sido “nacido del Espíritu” (Juan 3:5).

Al no entender esto, muchos cristianos carismáticos y pentecostales han cometido el error de decirles a ciertos creyentes que ellos no poseen el Espíritu Santo a menos que hayan sido bautizados en el Espíritu y hablen en lenguas. Pero éste es un error innegable según la Escritura y la experiencia. ¡Muchos creyentes que no son carismáticos ni pentecostales muestran mayor evidencia de la presencia del Espíritu Santo en ellos que algunos que son creyentes carismáticos o pentecostales! Ellos manifiestan en un grado más alto los frutos del Espíritu enumerados por Pablo en Gálatas 5:22-23; y esto es algo que sería imposible sin la presencia del Espíritu Santo.

Sin embargo, el sólo hecho de que una persona haya nacido del Espíritu, no garantiza que también haya sido bautizada por el Espíritu Santo. De acuerdo con la Biblia, el nacer del Espíritu Santo y el ser bautizado por el Espíritu Santo normalmente son dos experiencias distintas.

Al iniciar la exploración de este tema, consideremos primero lo que Jesús dijo una vez acerca del Espíritu Santo a una mujer en un pozo de Samaria:

“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “dame de beber”, tú le pedirías y él te daría agua viva.... Cualquiera que beba de esta agua [del pozo] volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:10,13-14).

Parece razonable el concluir que la presencia del agua viva de la cual Jesús estaba hablando representa al Espíritu Santo que habita en aquel que cree. Después, en el evangelio de Juan, Jesús usa la frase, “agua viva”, y no hay ninguna duda de que Él hablaba acerca del Espíritu Santo:

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39, énfasis agregado).

En este momento Jesús no habló acerca de un agua viva que sería “una fuente de agua que salte para vida eterna”. Al contrario, en esta ocasión el agua viva son ríos que brotan del interior de la persona.

Estos dos pasajes similares del evangelio de Juan ilustran admirablemente las diferencias entre nacer del Espíritu y ser bautizado por el Espíritu Santo. Nacer del Espíritu es fundamentalmente un beneficio del que ha nacido de nuevo, para que pueda disfrutar la vida eterna. Cuando alguien ha nacido del Espíritu, tiene un reservorio del Espíritu dentro de él que le da vida eterna.

Sin embargo, el ser bautizado por el Espíritu Santo es esencialmente un beneficio para los otros, pues esto equipa a los creyentes para ministrar a otros por el poder del Espíritu Santo. “Ríos de agua viva” fluirán desde lo más profundo de su ser, trayendo la bendición de Dios hacia otros por el poder del Espíritu.

El Por qué se Necesita el Bautismo en el Espíritu Santo

¡Con cuanta desesperación necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para ministrar a otros! Sin su ayuda, nunca podríamos tener la esperanza de hacer discípulos a las naciones. De hecho, esta es la razón por la que Jesús prometió bautizar a los creyentes en el Espíritu Santo, porque así el mundo escucharía el evangelio. Él les dijo a sus discípulos:

“Ciertamente yo enviaré la promesa de mi padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49, énfasis agregado).

Lucas también reveló las palabras de Jesús al decir:

“No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la Tierra” (Hechos 1:7-8, énfasis agregado).

Jesús les dijo a sus discípulos que no abandonaran Jerusalén hasta que fueran “investidos del poder de lo alto”. Él sabía que de otra forma carecerían de poder, con la certeza de que fracasarían en la tarea

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