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EL PAPEL DE LA MUJER EN LA FAMILIA


Enviado por   •  14 de Septiembre de 2015  •  Ensayos  •  747 Palabras (3 Páginas)  •  209 Visitas

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Hasta hace poco tiempo, muy poco podríamos decir, sobre todo en las sociedades tradicionales, hombres y mujeres tenían universos culturales separados y complementarios, y en esos ámbitos disponían de una competencia propia que tendía a ser exclusiva (sin que ello quiera decir que esta situación no se siga dando en la actualidad, en muchos lugares y de maneras diversas). Por una parte, era impensable que la mujer se inmiscuyera en los asuntos de los hombres; por la otra, éstos, a su vez, “no podían degradarse” asumiendo roles que sólo correspondían a la mujer. Dichas situaciones reflejaban el papel que ambos, hombre y mujer, desempeñaban en la sociedad, pero esto se veía más remarcado en la vida en familia.

El patriarcado

El patriarcado como estructura familiar dentro de la sociedad se caracteriza por la autoridad impuesta incluso desde instituciones, de los hombres sobre las mujeres y sus hijos en la unidad familiar. Las mujeres son las que peor paradas han salido de esta situación, pues al convertirse en una de las claves de la conservación social, resulta comprensible que el sistema patriarcal ejerciera un control casi total sobre ellas. En este contexto, las mujeres son consideradas personas subordinadas cuya principal misión era procurar la reproducción física de la especie. Ello exigía, por parte de las mujeres, una dedicación casi exclusiva a las labores de gestación, cuidado y educación de los hijos.

El proyecto de Dios

Muchas veces los hombres queremos cambiarle la página a Dios y tal vez inconscientemente pensamos que podríamos hacerlo mejor o quizá interpretamos erróneamente Su Palabra y, por ello, el amor humano entre marido y mujer, valor tan bueno y hermoso, lo volvemos en la práctica un instrumento de dominación. “Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará” (Gn 3, 16b). ¿Qué acaso el amor es ambivalente? Nuestra conciencia crítica nos debe decir que no. El amor del hombre hacia la mujer va acompañado, entre otras muchas cosas, de protección, de cuidados, de atenciones, de libertad, no de opresiones ni ansias de sumisión.

Dios no pretende que la mujer sea dominada por el marido, sino su compañera ideal, igual al varón. Dios quiere que ella sea “una ayuda adecuada” (cfr. Gn 2, 18). Y el hombre debe reconocer tal dignidad e igualdad exclamando: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Gn 2, 23). El hombre es atraído por la mujer y se une a ella, “y los dos llegan a ser una sola carne” (Gn 2, 24), sin que haya dominio de uno sobre la otra.

Por su parte, Jesús, el Señor, dignifica a la mujer en muchos momentos, reconoce su valía y la defiende. Le da el lugar que merece. No acepta juicios condenatorios en su contra.

¿Cambios favorables?

Hoy,

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