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EQUILIBRIO ENTRE LA FE Y LAS OBRAS


Enviado por   •  7 de Abril de 2014  •  2.181 Palabras (9 Páginas)  •  246 Visitas

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SEMANA DE ORACIÓN Y REAVIVAMIENTO ESPIRITUAL

EQUILIBRIO ENTRE LA FE Y LAS OBRAS

Por: Javier Mejía

Director de Mayordomía, DIA

A lo largo de la historia de la comprensión del tema de la salvación, los conceptos de la fe y las obras han estado en el centro del debate teológico. Como si fueran dos extremos, el péndulo ha oscilado entre uno y el otro, cuando en lugar de verse como extremos son más bien las dos caras de una misma moneda y uno no desplaza al otro. Esto significa que ambos componentes son indispensables en la vida cristiana. Ambos deben estar presentes en el estilo de vida de todo hijo de Dios. Si se adolece de fe, el peligro es mortal, y si se adolece de obras, el peligro es igual de mortal. Si no hay fe, pende una condenación de muerte, y si no hay obras, la misma condenación es un hecho.

A nuestro cristianismo común le es fácil reconocer el estado de condenación de una persona que no tiene fe, pues sabemos que “en realidad, sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11:6). Pero lo que escapa del campo visual de un cristianismo común es que si la persona dice que tiene fe pero no tiene obras, está en el mismo estado de condenación que la persona que no tiene fe. No hay ninguna diferencia entre alguien que no es miembro de iglesia y vive sin fe en el mundo, y alguien que sí es miembro de iglesia y vive sin obras en el mismo mundo. En ambos casos se está perdido. ¿Cómo entender el correcto balance entre la fe que salva y las obras sin las cuales nadie se salva?

La justificación por la fe y las obras

A Martín Lutero lo conocemos como el campeón de la reforma protestante, porque hizo emerger el papel de la fe que salva desde el fondo del pozo donde estaba sepultada por el desmedido énfasis en las obras como medio de salvación. Pero con el tiempo el énfasis fue puesto solo en la fe, y entonces se desconoció el papel de las obras como parte de la vida del que ha sido justificado por la fe. “Hay muchos en el mundo cristiano que sostienen que todo lo que se necesita para la salvación es tener fe; las obras no significan nada, la fe es lo único esencial. Pero la Palabra de Dios nos dice que la fe sola, sin obras, es muerta” (Reavivamiento, p. 47).

Nuestro gran problema es la tendencia natural en nosotros de querer apropiarnos de la justicia por la fe en Cristo, haciendo a un lado las buenas obras de la vida práctica en Cristo. Si aceptamos que en el proceso de la salvación del creyente, la fe es la parte legal y teórica que lo declara justo delante de Dios, y que las buenas obras son la parte práctica de dicho proceso, junto con esto debemos reconocer que en el mejor de los casos entendemos y aceptamos la teoría de este proceso, pues en esta fase nuestro papel es totalmente pasivo, pero también debemos reconocer que en la fase práctica del proceso, que demanda de nosotros un papel activo, nuestra actitud sigue siendo la misma de la primera fase: pasividad total; y esto equivale a estar muertos.

En el fondo de esta conducta existe una actitud de desobediencia a la santa ley de Dios que nos manda a obrar. “Muchos rehúsan obedecer los mandamientos de dios, mas hacen hincapié en la fe. Empero la fe debe tener un fundamento. Todas las promesas de Dios son condicionales. Si hacemos su voluntad, si caminamos en la verdad, entonces podemos pedir lo que queramos, y nos será dado. Cuanto tratamos fervorosamente de ser obedientes, Dios escucha nuestra peticiones; pero Él no nos bendecirá si estamos en desobediencia. Si escogemos desobedecer sus mandamientos, podemos gritar “fe, fe, solamente tenga fe”, y la respuesta vendrá de la segura Palabra de Dios: “La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20)” (Reavivamiento, p. 479).

Así pues, fe y obras, los dos elementos de la experiencia cristiana aludidos, por ser parte de un todo al sumarse, en lugar de ser partes aisladas, son complementarias e interdependientes entre sí. Santiago 2:17 establece esta complementariedad e interdependencia diciendo: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”.

La ley y la gracia

Relacionamos la gracia con la fe y las obras con la ley. Estos dos conceptos, ley y gracia, son otra forma de abordar el tema de la fe y las obras. Marción, un influyente líder del cristianismo en sus primeros siglos, llegó a rechazar no solo la ley de Dios sino incluso al Dios del Antiguo Testamento, en su afán de hacer énfasis solo en el Dios de la gracia, que en su criterio es el Dios que se manifiesta en el Nuevo Testamento. Abundan versiones modernas de ese tipo de cristianismo falso. Estos cristianos desconocen que “para tener los beneficios de la gracia de Dios, debemos hacer nuestra parte; debemos trabajar fielmente y producir frutos dignos de arrepentimiento” (Reavivamiento, p. 48).

Lo dicho hasta aquí indica que cuando dejamos de ver el tema de la justificación por la fe en forma panorámica y enfocamos mejor el lente para ver más a fondo, hallamos que la salvación ciertamente es gratuita, pero que en lugar de excluir la conducta y el comportamiento cristianos, que se traducen en buenas obras como resultado de la obediencia a la ley de Dios, más bien esas buenas obras son evidencia de la genuinidad de una fe que agradecida reconoce su estado de salvación tan solo por gracia, por regalo o don de Dios. Precisamente es con este argumento que el apóstol Pablo concluye el capítulo 3 de Romanos: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (vers. 31). Esto mismo ya lo había aclarado en Romanos 2:13 al afirmar que “no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados”.

Pablo, Santiago y las obras

El significado de fe y obras que era tan claro en la creencia y práctica del apóstol Pablo, era también la enseñanza y estilo de vida de Santiago. Lo había aprendido por precepto, por enseñanza; pero como hermano de Jesús que fue, tuvo la oportunidad de aprenderlo viéndolo encarnado en el ejemplo

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