ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Arnes Del Señor

jcss_pe8 de Enero de 2014

3.074 Palabras (13 Páginas)280 Visitas

Página 1 de 13

EL ARNES DEL SENOR

I N T R O D U C C I O N

Hay una operación tremenda del Espíritu Santo ocurriendo hoy en día para traer a los hijos de Dios a un confinamiento absoluto a la voluntad perfecta de nuestro Dios. Este es el día de su preparación, el día en que Él está preparando el canal por el cual Él pueda derramar de su Gloria para que todo el mundo la vea. Este canal es su cuerpo en la tierra, aquella compañía gloriosa de personas quienes, mediante mucha tribulación y fuegos de prueba, se están conformando a la Imagen del Hijo de Dios. Esta compañía es su “martillo y armas de guerra” con la cual sojuzgará reinos y vencerá todos sus enemigos. Esta es su “fuerte y poderoso” a quien encomendará la obra de juzgar al mundo. Esta es su vencedor, su “gran ejército” con el cual sojuzgará las naciones de la tierra. Las armas de su milicia no son carnales, naturales, sino armas poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Este es el pueblo que “se esforzará y actuará’.

Pero, antes de que Dios pueda encomendar en sus manos este ministerio grande y tremendo, ellos tienen que someterse a la disciplina del Señor, dejando que El verdaderamente sea el Señor de su vida entera. Mucho tiempo ya hemos tratado con la cuestión del pecado abierto, pero ahora Dios está tratando con la rebelión interior de nuestra propia voluntad. El no trata así con algunos buenos Cristianos, porque no son de esta compañía de Primicias, pero sin embargo hay una verdadera obra de Dios efectuándose en los que son llamados al Supremo Llamamiento de Dios. Esta es una cosa muy real, y es la obra del Fuego Refinador. Para los que están experimentándolo, algunos de sus aspectos son horribles, pero muy necesarios, y el resultado final es glorioso cuando somos traídos a una sumisión absoluta y completa a la voluntad de nuestro Señor.

Fue en una conferencia y convención para ministros en Tulsa, Oklahoma, que Dios me dio una visión que quiero compartir contigo sobre el asunto de poner arnés (disciplina) a nuestra propia voluntad. Hubo mas de 30 ministros presentes un jueves en la reunión de la mañana, y Dios, el Padre de espíritus, estaba presente para tratar con sus hijos, para corregirlos y disciplinarlos a la obediencia absoluta de su voluntad. Había una manifestación del Espíritu Santo tal que nadie podía pasar al frente y ministrar, y los ministros no quería decir nada excepto lo que fuese ordenado directamente por el Espíritu. Y mientras que aquellos hombres de Dios estaban sentados allí en la presencia temible del Dios Todopoderoso, algunos de ellos teniendo muchos años de ministerio, algunos misioneros, todos capaces de levantarse y predicar un sermón poderoso, me impresionaba la manera en que ellos reaccionaban a la disciplina del Espíritu. Y en medio de este trato formidable de Dios con nuestras vidas, el Espíritu Santo me dio una visión...

EL CARRUAJE DEL REY.

En un camino en medio de un campo ancho estaba un carruaje hermoso, algo semejante a una diligencia, pero todo orlado en oro, y con tallas hermosas. Fue tirado por seis grandes caballos castaños, dos delante, dos en medio, y dos atrás. Pero no se movían, no tiraban el carruaje, y yo deseaba saber porqué. Entonces vi al cochero debajo del carruaje, postrado en el suelo, detrás de los talones de los últimos dos caballos, trabajando en algo entre las ruedas delanteras del carruaje. Yo pensaba, “Oh, él está en un sitio peligroso porque si uno de aquellos caballos pateara o retrocediera, le podrían matar, o si decidieran ir adelante, o se asustaran por alguna razón, entonces tirarían al carruaje encima de él”. Pero él no parecía tener miedo, porque sabía que aquellos caballos eran disciplinados y no se moverían hasta que se lo indicara. Los caballos no pateaban ni se inquietaban, y aunque hubo campanillas en sus patas, las campanillas no retiñían. Hubo borlas en su arnés, sobre sus cabezas, pero las borlas no se movían. Ellos sencillamente estaban quietos, esperando la voz del Maestro.

HUBO DOS POTRILLOS EN EL CAMPO.

Mientras que yo observaba los caballos uncidos, noté que dos potrillos salieron del campo abierto, y se acercaron al carruaje, y parecían decir a los caballos: “Venid y jugad con nosotros, tenemos muchos buenos juegos correremos con vosotros, venid a alcanzarnos...”. Y con eso los potrillos retozaron, sacudiendo sus colas, y corriendo a través del campo abierto. Pero al mirar atrás y ver que los caballos no los seguían, estuvieron perplejos. No conocieron nada de arneses, y no entendieron por qué los caballos no querían jugar. De modo que les gritaron: ¿”Por qué no corréis con nosotros? ¿Estáis cansados? ¿Estáis demasiado débiles? ¿No tenéis fuerza para correr? Estáis demasiado solemnes, necesitáis más alegría en vuestra vida”. Pero los caballos no contestaron ni una palabra, ni patearon, ni movieron la cabeza. Pero se quedaron quietos, esperando la voz del Maestro.

Nuevamente los potrillos les llamaron: Porqué estáis así en el sol caluroso: Venid acá a las sombras de este árbol. ¿Ved cuán verde es la hierba? Tendréis hambre, venid y comed con nosotros, están verdes y tan agradable. Tendréis sed venid y bebed de uno de nuestros muchos arroyos de agua limpia y refrescante”. Pero los caballos no les contestaron ni siquiera con una mirada, sino estuvieron quietos, esperando las órdenes para ir adelante con el Rey.

POTRILLOS EN EL CORRAL DEL MAESTRO

Entonces fue cambiada la escena, y vi lazos corredizos caer sobre los cuellos de los dos potrillos, y fueron llevados al corral del Maestro para adiestramiento y disciplina. Cuán tristes estaban mientras que desaparecieron los hermosos campos verdes, y ellos fueron puestos en el confinamiento del corral con su tierra morena y cerco alto. Los potrillos corrieron de cerco a cerco, buscando libertad, pero encontraron que eran confinados a ese lugar de adiestramiento. Y entonces el Domador comenzó a trabajar con ellos, con su látigo y su freno. ¡Que muerte para esos que toda su vida estaba acostumbrados a grande libertad! No pudieron entender la razón de esta tortura, esta disciplina terrible. ¿Que gran crimen habían cometido parar merecer esto?. Poco sabían de la responsabilidad que sería suya cuando se hubieran sometido a la disciplina, aprendiendo a obedecer al Maestro, y terminado su adiestramiento. Todo lo que sabían era que este procedimiento era la cosa más horrible que jamás habían conocido.

SUMISIÓN Y REBELIÓN.

Uno de los potrillos se rebeló bajo el adiestramiento, y dijo “Esto no es para mí. Yo quiero mi libertad, mis collados verdes, mis arroyos fluyentes de agua dulce. No voy a tolerar más este confinamiento, este adiestramiento terrible”. De modo que halló una salida, saltó sobre el cerco y volvió corriendo alegremente a las praderas. Y yo me asombré de que el Maestro lo dejara salir, y no lo siguiera. Pero Él puso su atención en el otro potrillo. Este potrillo, aunque tuvo la misma oportunidad de escaparse, decidió someter su propia voluntad, y aprender los caminos del Maestro. Y el adiestramiento se puso más duro que nunca, y él rápidamente aprendía más y más cómo obedecer el deseo más leve de su Maestro, y a responder aún a su voz apacible. Y vi que si no hubiera ningún adiestramiento, ni disciplina, no habría ni sumisión ni rebelión de uno u otro de los potrillos. Porque en el campo no tuvieron la alternativa de rebelarse o someterse, eran sin pecado en su inocencia. Pero cuando fueron traídos al lugar de prueba y adiestramiento y disciplina, entonces se manifestó la obediencia de uno y la rebelión latente en el corazón del otro. Y aunque parecía más seguro no venir al lugar de disciplina a causa del riesgo de ser hallado rebelde, sin embargo vi que sin eso no se podría participar de Su Gloria, ni de ser hijos manifestados.

EN EL ARNÉS

Al fin se terminó este período de adiestramiento. ¿Fue recompensado ahora con su libertad, y devuelto a los campos? Oh no. Más bien, vino un confinamiento más grande que nunca, cuando el arnés cayó sobre sus brazuelos. Ahora halló que no hubo ni la libertad de correr a través del pequeño corral, porque en el arnés solo pudo moverse a donde y cuando su Maestro hablase. Y a menos que su Maestro, no se movía.

Se cambió la escena, y vi al otro potrillo parado en la ladera, mordiscando la hierba. Entonces por los campos, a lo largo del camino vino el carruaje del Rey, tirado por seis caballos. Con asombro él vio que adelante, al lado derecho, estaba su hermano potro, ahora hecho fuerte y maduro por medio del buen grano en la cuadra del Maestro. Él vio las hermosas borlas moviéndose en el viento, notó el arnés resplandeciente orlado en oro sobre su hermano, oyó el bello retintín de las campanillas en sus patas... y envidia entró en su corazón. Así se quejó en sí mismo”: ¿Por qué ha sido honrado así mi hermano, y yo he sido despreciado?

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (18 Kb)
Leer 12 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com