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El Camino A CRISTO


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2014  •  2.013 Palabras (9 Páginas)  •  283 Visitas

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El Camino A Cristo - Capítulo 1

El amor de Dios por la humanidad

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La naturaleza y la revelaciòn, testifican igualmente del amor de Dios. Nuestro Padre celestial es la fuente de vida, de sabidurìa y de gozo. Mirad las maravillas y bellezas de la naturaleza. Pensad en su magnìfica adaptaciòn a las necesidades y a la felicidad, no sòlo del hombre, sino de todas las criaturas vivientes. El sol y la lluvia que alegran y refrescan la tierra, los montes, los mares y klos valles, todos no hablan del amor del Creador. Dios es el que suple las necesidades cotidianas de todas sus criaturas. El salmista lo expresò en las hermosas siguientes palabras:

Los ojos de todos esperan en ti,

Y tù les das su comida a su tiempo.

Abres tu mano,

Y colmas de bendiciòn a todo ser viviente.

(Salmos 145:15-16)

Dios hizo al hombre perfectamente santo y feliz, y la hermosa tierra, al salir de las manos del Creador, no tenìa ninguna señal de decadencia ni ninguna sombra de maldiciòn. Es la transgresiòn de la ley de Dios, de la ley de la ley de amor, lo que ha traìdo dolor ;y muerte. Sin embargo en medio del sufrimiento que resulta del pecado, se revela el amor de dios. Està escrito que Dios maldijo la tierra por causa del hombre. (Gènesis 3:17). Las espinas y los cardos, las dificultades y las pruebas que hacen de la vida del hombre una vida de trabajos y cuidados, le fueron asignados para su bien, como parte de la preparaciòn necesaria, segùn el plan de Dios, para su elevaciòn de la ruina y de la degradaciòn que el pecado habìa caudado. El mundo, aunque caìdo, no es todo sufrimiento y miseria. En la misma naturaleza hay mensajes de esperanza y de consuelo. Hay flores en los cardos y las espinas estàn cubiertas de rosas.

"Dios es amor," està escrito en cada capullo que se abre, y en cada tallo de la naciente hierba." Los hermosos pàjaros que llenan el aire con sus alegres trinos, las flores exquisitamente matizadas con sus delicados colores perfuman el aire, los frondosos àrboles del bosque con su hermoso follaje de viviente verdor, todos testifican del tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y de su deseo de hacer felices a sus hijos.

La palabra de Dios revela su caràcter. El mismo ha manifestado su infinito amor y piedad. Cuando Moisès orò: "Te ruego que me muestres tu gloria", el Señor le contestò : "Yo harè pasar todo mi bien delante de tu rostro". (Exodo 33:18-19). Esta es su gloria. El Señor pasò delante de Moises y proclamò: "¡Jehovà! ¡Jehovà! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la reveliòn y el pecado". (Exodo 34:6-7). El es "tardo en enojar (se) y de grande misericordia" (Miqueas 7:18).

Dios ha unido nuestros corazones a èl con pruebas innumerables en el cielo y en la tierra. A travès de las cosas de la naturaleza y por los màs hondos y tiernos lazos que pueda conocer el corazòn humano, èl ha procurado revelàrsenos. Sin embardo, estas scosas representan sòlo parcialmente su amor. Aunque todas estas evidencias han sido dadas, el enemigo del bien ha cegado las mentes de los hombres de modo que ellos miren a Dios con temor; que piensen en èl como en un ser severo y poco perdonador. Satanàs indujo a los hombres a pensar en Dios como un ser cuyo principal atributo es la justicia implacable, como un juez severo y un estricto e inconmovible acreedor. El mostrò al Creador como un ser que vela celosamente para discernir los errores y las faltas de los hombres, para poder luego traer sus juicios sobre ellos. Jesùs vino a vivir entre los hombres para borrar esa densa sombra, revelando al mundo el infinito amor de Dios.

El Hijo de Dios vino del cielo para dar a conocer al Padre. "A Dios nadie le ha visto jamàs; el unigènito Hijo, que està en el seno de Padre, èl le ha dado a conocer". (Juan 1:18). "Ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar". (Mateo 11:27). Cuando uno de los discìpulos le pidiò: "Muestranos al Padre", Jesùs le contestò: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mì ha visto al Padre; ¿còmo, pues, dices tù: muèstranos al Padre? (Juan 14:8-9).

Jesus dijo describiendo su ministerio terrenal: El Señor "me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazòn; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos" (Lucas 4:18). Esta era su obra. El iba haciendo bien, y sanando a todos los primidos de Satanàs. Habìa villas enteras donde no se oìa un gemido de dolor en ninguna de sus casas; porque èl habìa pasado por ellas. Y habìa sanado a sus enfermos. Su trabajo era evidencia de su ungimiento divino. Amor, misericordia y compasiòn se revelaban en cada acto de su vida; su corazòn rebosaba de tierna simpatìa hacia los hijos de los hombres. El tomò la naturaleza humana para comprender las necesidades de los hombres. Los màs pobres y los màs humildes no tenìan miedo de acercàrsele. Aun los niños se sentìan atraìdos hacia èl. Les gustaba subirse a sus rodillas, y mirar ese rostro pensativo, benigno y amante.

Jesùs no suprimiò una sola palabra de verdad, sino que profirio siempre la verdad con amor. El usò el mayor tacto, y la atenciòn màs fina y delicada en su trato con la gente. Nunca fue rudo, nunca pronunciò una palabra severa innecesariamente, nunca diò una pena innecesaria a un alma sensible. No censuraba la debilidad humana. Hablaba la verdad, pero siempre con amor. Denunciaba la hipocresìa,

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