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El Chanclas De Oro


Enviado por   •  19 de Abril de 2015  •  877 Palabras (4 Páginas)  •  419 Visitas

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Chanclas de oro

Los vitrales eran de estilo barroco, copiados probablemente de algún modelo eclesiástico clásico, soberbiamente adornaban las ventanas. El frío en mis brazos y espalda se asemejaba al cambio brusco de temperatura que se siente al entrar a una iglesia en una tarde de verano, el toque ambiental de la casa de Dios se hacía presente, aunque se saboreaba una mezcla entre lo sacro y una reunión de alta sociedad. Los muchos invitados, la mayoría de ellos de pie debido al gran número de asistentes, presenciaban el acontecimiento que desprendía más un aire social que espiritual, pues la madre del bautizado no había perdido oportunidad de presumir que su retoño recibiría el sacramento en manos del Arzobispo en turno de esta bella ciudad norteña.

Sin duda, no tenía la madurez social suficiente para apuntar cada detalle del contexto, pero mi distracción infantil no fue factor para percatarme de los elementos que conformaban esa residencia y sobre todo, enterarme a mis escasos 8 años de edad, quien era el propietario.

Estas imágenes vagas de un evento llevado a cabo hace más de 20 años, el cual marcó mi juicio sobre la institución católica, se despertó hace unos días, para ser exactos y concretos, el 25 de febrero, cuando la desesperación por alguna razón, después de esperar por más de 2 horas que abrieran “Punta de Cielo” (ironnicamente) y poder saborear un delicioso café y acabar de despertar, me llevó a adentrarme a la Catedral Duranguense camino al establecimiento.

La bella arquitectura del Templo Mayor de Durango, sea cual sea la ideología religiosa de cada persona, no puede pasar desapercibida y mucho menos puede ser razón para dejar de disfrutar esta exquisita obra que, sin esfuerzo hace honor a las bellas artes. La obra me atrapó por unos minutos en los que permití a la curiosidad pasear por los pilares, las imágenes ensangrentadas de los santos, los folletos que cuestan 7 pesos y ponen a prueba los valores de quien observa el minúsculo aviso, hasta que ya a punto de retirarme, un individuo, vestido de traje, con pequeño maletín y una Tablet, se acerca y en murmuros me dice: “¿me podría tomar una foto? Le respondí que sí, mientras la imagen, que ya saboreaba desde hace unos segundos del café humeante que me esperaba, rondaba por mi cabeza.

El tipo, sin decirme nada, se dirigió a un recoveco de la iglesia cercano a la puerta principal en donde se encuentra la imagen del santo….., abrió una puerta de fierro que falló a la misión de restringir el paso y que el próximo a fotografiarse abrió sin titubear.

Me di cuenta que esta esquina de la iglesia hace las veces de una capilla en donde para mí sorpresa, tiene lugar la tumba de Don Antonio López Aviña, que por azahares de la vida, ese, precisamente ese día, después de que un servidor no había entrado a este templo, por lo menos hacía dos

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