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El Hermano De Asis


Enviado por   •  9 de Junio de 2012  •  779 Palabras (4 Páginas)  •  651 Visitas

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Bellísima biografía de San Francisco de Asís, la que nos trae en este libro el padre Ignacio Larrañaga. Desde la primera hasta la última página no puedes dejarlo. Gracias a la amena literatura, te sientes como un compañero de camino del mismo San Francisco, desde antes de su conversión hasta sus ultimos minutos de vida, pasando por mil aventuras, algunas cómicas otras trágicas, pero todas con el amor de Dios a flor de piel. El contraste entre el mundo del Pobrecillo de Asís, y nuestro mundo luce abismal, sin embargo al pasar de las paginas vamos sintiendo que nosotros mismos somos capaces de lograr las maravillas que logró el Padre de los Franciscanos.

Por favor descarga una copia o cómprala en papel, te aseguro que no te arrepentirás. A continuación vemos un fragmento del libro:

Descargar el libro: El Hermano de Asís

El cardenal, en su fuero íntimo, estaba de acuerdo cien por cien con los ideales de Francisco. Pero, conociendo los entretelones de las curias romanas, tenía miedo de que la solicitud de Francisco fuera denegada, y quería preparle anímicamente para evitarle una profunda frustración.

—Sería terrible —pensaba- que este nuevo profeta emprendiera también la vía de la contestación.

—Además —continuó el cardenal—, ya sabes lo que pasa, y eso es historia humana a todos los niveles (y no sólo en los palacios y curias). Para emprender una empresa grande y original (o para aprobarla, en el caso presente) siempre hay más razones para dejar de hacer que para hacer. Tenemos miedo a lo incierto y desconocido; y preferimos la seguridad de lo conocido a la incertidumbre de lo desconocido. A toda costa queremos evitar el fracaso. Después de todo eso, y por todo eso, te propongo una solución: ¿Por qué no incorporarte a una austera Orden religiosa que tenga las características de la vida que queréis vivir? ¿Qué te parece, hijo mío?

El poder de la debilidad.

Hubo un silencio prolongado, pero no angustioso. El Pobre de Dios miraba al suelo. No era la primera vez que le hacían esta proposición ni sería la última. Al cabo de un momento volvió a repetir con voz apagada y gran naturalidad: Demasiado temerario.

—No tenemos nada comenzó hablando con calma—. No tenemos estudios ni preparación intelectual. No tenemos casas ni propiedades. Nos faltan influencias políticas. Nos falta base para ser recomendados. No podemos impresionar porque no ofrecemos palpables utilidades apostólicas ni eficacias sonoras. Parecemos una extraña Orden de la Santa Ignorancia y de la Santa Impotencia.

La intensidad de su voz fue en un crescendo acelerado.

—No podemos -continuó- ofrecer a la Iglesia universidades para formar combatientes para defensa de la verdad. No disponemos de un escuadrón bien compacto de dialécticos

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