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El año De La Fe Y La Liturgia


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2013  •  1.520 Palabras (7 Páginas)  •  220 Visitas

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EL AÑO DE LA FE Y LA LITURGIA

El Santo Padre proclamó recientemente un Año de la Fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012 – 50º aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y 20º aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica – y culminará en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo (24 de noviembre de 2013). Se trata de “una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Carta apostólica Porta Fidei, n. 6), con un énfasis muy fuerte en la catequesis y en la nueva evangelización, como se puede entender por la propuesta del Santo Padre.

La elección de la fecha de inicio no es una mera coincidencia, sino más bien “una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia»” (Ibíd., n. 5). Y el Sumo Pontífice recuerda una vez más las palabras del célebre discurso en que comentó, por primera vez como Papa, la cuestión de la hermenéutica del Concilio, de ruptura o continuidad: “Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»”

¿Qué tiene que ver el Año de la Fe con la Liturgia? ¡Todo! Lex orandi, lex credendi. Y la forma en que se llevan cabo la mayoría de nuestras celebraciones litúrgicas parece indicar al mundo que nuestra fe en nada se distingue de otras “opciones” disponibles en el “mercado” de las religiones, de las sectas y de la auto-ayuda. Pero si realmente creemos en que el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio a Dios Altísimo para rescatarnos de las tinieblas del pecado, y que este sacrificio es perpetuado en el tiempo de forma incruenta por medio del Santo Sacrificio del Altar, es esto lo que nuestras celebraciones litúrgicas – y en especial la Santa Misa – precisan decir. Pienso que es esto lo que el Santo Padre quiso decir al afirmar que “sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos” (Porta fidei, n. 11). Después de todo, ¿de qué sirve decir “yo creo” si no hay una coherencia de vida, tanto en la vida secular como en la vida espiritual? ¿Cómo decir “yo creo” y rezar como si no se creyese o como si no hiciese la diferencia?

El Santo Padre nos indica el camino. Conocer y asimilar los textos del Concilio Vaticano II. Y aquí entra la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia. El primer documento en ser aprobado por los padres conciliares y ciertamente el primero en ser ignorado en cuanto a su aplicación práctica. Que el Concilio Vaticano II quiso una reforma litúrgica todo el mundo lo sabe: después de todo, es casi uno de los dos únicos puntos del documento que se comentan. Curiosamente, estas personas que se dicen aplicadoras de la reforma litúrgica son las mismas que dicen por ahí que el Concilio abolió el latín, que el Concilio quiso el fin de la celebración orientada (versus Deum, ad orientem).

No es nada de eso lo que el Concilio quiso decir en lo referente a la Sagrada Liturgia porque no fue para eso que los 2147 padres conciliares dieron su placet cuando aprobaron el documento. El Papa Benedicto, en el mismo discurso citado anteriormente, califica como peligrosa la hermenéutica de la discontinuidad, que “afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio”. Siguiendo la clave hermenéutica del Papa, lo que quiso de hecho el Concilio fue, por sólo citar dos ejemplos:

- la conservación del uso del latín en los ritos latinos, dejando más espacio para la lengua vernácula, especialmente en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos (Sacrosanctum Concilium, n. 36);

- la primacía del canto gregoriano en la acción litúrgica, como canto propio de la liturgia romana, si bien no se excluyen otros géneros de música sacra, como la polifonía (Sacrosanctum Concilium, n. 116).

Complementando el Motu proprio que promulgó el Año de la Fe, en el pasado 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía del Señor, la Congregación para la Doctrina

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