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Envía A Tus Amigos: Undefined


Enviado por   •  9 de Agosto de 2013  •  1.578 Palabras (7 Páginas)  •  290 Visitas

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Cara de Ángel

Febrero (un día cualquiera).

2 p.m.

"Esa camisa roja que está en la vitrina es bonita, pero cara. Es marca B. V. D. Todas las vitrinas deberían tener espejos. A la gente le gusta mirarse en las vitrinas. A mí, también. El color rojo de la camisa haría resaltar la palidez de mi rostro. Estoy ojeroso: mejor. Tengo el cabello crecido: mucho mejor. Cara de Ángel: sí. Nunca: María Bonita. Ni mucho menos: María Félix. Que no se les vuelva a ocurrir llamarme así; porque les saco la mierda.

Si los muchachos del billar supieran lo que hice con Gilda, la hermana de Corsario, nunca volverían a llamarme María Bonita. Se prendió de mi cuello mordiéndome la boca. Por broma dije: Mi boca no es manzana dulce. Entonces la mocosa refregó, violentamente, su cuerpo contra el mío. No quiso que le agarrara las piernas. Tan sólo pude estrujarle los senos. Su ropa interior era de nailon: resbaladiza, tibia, sucia, arrecha.

Recuerdo que era roja como la camisa de la vitrina.

Y mis diecisiete años, a lo mejor, se transforman en veinte. Ahorititita, le saco la mierda a ese viejo que simula ver la vitrina cuando en realidad me come con los ojos.

Lo miro. Y, él, mira la camisa. Mejor hay que sonreír. Si me voy, él me sigue. Si me quedo, él me habla. ¡Esto es un lío! ¡Un lío! Hace días uno de esos me siguió más de veinte cuadras. No decía nada. Iba detrás de mí: incansable, silencioso, avergonzado. Entré a mi casa. Comí. Salí al cine, con la vieja. Y él, triste, se perdió al llegar a una esquina.

Por fin se acerca. Habla. Contesto: Sí. Sí, me gusta la camisa... Pero, no lo conozco... ¿Qué? ¿Que quiere ser mi amigo? ¿Para qué?... ¿Por gusto?, ¿simpatía? No, no lo creo... ¡Ah ya! ¿Obsequiarme la camisa? ¿A cambio de qué?... Ya las paro. ¿A su casa? No, no señor, no, disculpe. Si desea le presento a un amigo... ¿Conmigo? No... ¿A la playa? No, me hace daño el agua salada... ¿A los ojos? No, al estómago... ¿Al cine? Tampoco.

Sacó las manos de los bolsillos. Bajó la cabeza. Dio una patada en el aire. Levantó un brazo más arriba de la nuca. Se mordió las uñas. Esbelta y triste quedó su imagen, en relieve, contra el sol. Las tiendas del Jirón de la Unión permanecían cerradas. Poquísimas personas transitaban por el centro de la ciudad.

"Es una vaina venir por estas calles. Uno siempre se ha de encontrar con locas. Que lo miran. Que lo siguen. Que le hablan. Que le ofrecen hasta el cielo. Y, ¿por qué siempre tienen que mirarme? Mi cara tiene la culpa. Sí: Cara de Ángel. Cuando gano plata en el billar mi vieja cree que ya estoy con uno de esos y, sin averiguar nada, me pega. Hoy me ha pegado. No me quiere. Para ella debo ser ensarte, triple ensarte".

"Siempre he sido un tonto. Siempre he querido ser hombre. Pero siempre he fracasado. Tengo miedo de ser cobarde.

Si uno quiere tener amigos y gilas hay que ser valiente, pendejo. Hay que saber fumar, chupar, jugar, robar, faltar al colegio, sacar plata a maricones y acostarse con putas. He intentado todo, pero siempre me quedo en la mitad, ¿será porque soy cobarde? Mi vieja, también, tiene la culpa. Me trata como si aún continuara siendo niño de teta. Y lo peor del caso es que me trata así delante de los muchachos de la Quinta y me expone a burlas. Siempre tengo que trompearme para demostrarles que soy hombre.

El otro día, a las cinco de la tarde, me envió a comprar pan. No quise ir: la collera estaba en la esquina. Compré el pan.

Al volver los vi en la puerta de mi Quinta. Cuando quise entrar, Colorete cogió la bici. Con sonrisa maligna dijo: "Zafa, zafa, no te metas con hombres.

Quise pegarle, pero sin darme cuenta dije: "¿Acaso he comprado pan para mi casa? Es para mí. Me gusta comer pan. En las mañanas mi vieja compra para todo el día". Colorete, poniéndose serio, repuso: "A nosotros también nos gusta comer pan". Y sin darme tiempo, tomó la bolsa y repartió el pan.

Uno a uno los muchachos se fueron. Al final, sólo quedó Colorete. Esa noche no pude dormir. Resonaban las palabras de la vieja, pobre vieja, pobre. "Ya no sé qué hacer contigo. Toda la plata que te doy te la juegas. Eres un mal hijo. ¿Dónde está el pan? Me vas a matar a colerones".

Hace poco no más, los muchachos del billar, la collera del barrio, planearon el robo de una moto. El trabajito salió como el ajo. El dinero que se consiguió tuvo que gastarse en cine, en carreras, en cebada, en cigarrillos finos. No se puede comprar ropa, para no meterse en pleitos con la vieja. El único que hace lo que le da la gana es Colorete.

Mediodía. Plaza San Martín: bocinas, pitos, ultimoras, tranvías bulliciosos. El cielo, pesado y ardiente, sofoca. La sangre arde. Cara de Ángel: tendido en el pasto.

"Y si la Plaza fuera un cementerio:

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