Explicacion De Laudes Y Visperas
DHICHINO6 de Noviembre de 2013
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Las Horas principales: Laudes y Vísperas
«Laudes como oración matutina y Vísperas como oración vespertina, según la venerable tradición de la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira todo el Oficio cotidiano» (SC 89a).
En toda la historia de la Liturgia de las Horas, e incluso en su antecedente judío, como vimos más arriba, destacan Laudes y Vísperas como las Horas legítimas, es decir, establecidas por la Iglesia, para que la comunidad cristiana se reúna con Cristo en la alabanza y la súplica. En tanto que el Oficio de los Monasterios comprendía, además de Laudes y Vísperas, varias horas diurnas y otras nocturnas, el Oficio de las Iglesias, catedrales o parroquiales, congregaba a los fieles en asamblea de oración al comienzo y al final de la jornada. El Concilio Vaticano II, al renovar el Oficio Divino, tuvo esto muy en cuenta, y también los posteriores documentos sobre liturgia:
«Los Laudes y las Vísperas...se deben considerar y celebrar como las Horas principales (+SC 89a,100)» (OGLH 37). «La oración de la comunidad cristiana deberá consistir, ante todo, en los Laudes de la mañana y las Vísperas: foméntese su celebración pública y comunitaria, sobre todo entre aquellos que hacen vida común. Recomiéndese incluso su recitación individual a los fieles que no tienen la posibilidad de tomar parte en la celebración común» (40).
1. El simbolismo de la luz y las tinieblas
El progreso moderno ha alterado en buena parte la relación entre el hombre y la naturaleza, entre el ritmo de la vida humana y las cadencias naturales del mundo. Y los efectos negativos de tales distorsiones en la salud psico-somática han suscitado actualmente en muchos hombres un deseo de volver a lo natural, de sumergirse más fielmente en la respiración misma del cosmos.
Por otra parte, el hombre actual guarda viva su sensibilidad ante la belleza del mundo visible. Los fenómenos naturales, el renacimiento primaveral de los campos, la oscuridad silenciosa de la noche, la alegría de la luz mañanera, siguen conmoviendo el corazón humano como hace miles de años. La diferencia está en que la emoción religiosa del hombre ante la naturaleza, entendida ésta como manifestación formidable de la belleza de Dios, se hace en el hombre actual secularizado simple emoción estética.
En todo caso, el lenguaje del mundo: el día, que habla de luz y calor, de energía y vida; la noche, que sugiere frío, sueño y muerte, sigue siendo más o menos inteligible para el hombre moderno, casi analfabeto para el lenguaje simbólico. Día y noche, vida y muerte, luz y tinieblas, tendrán siempre una elocuencia dialéctica capaz de conmover profundamente el corazón humano.
Por lo que se refiere a los cristianos, cuyo mundo mental ha de ser la Biblia, sabemos hasta qué punto en el Antiguo y en el Nuevo Testamento tienen importancia simbólica la luz y las tinieblas. Desde el Génesis, que entiende la creación como un triunfo del cosmos sobre el caos, y como una victoria de la luz sobre las tinieblas (Gén 1,3s), hasta el Apocalipsis, en que el mismo Dios es la luz única de los cielos nuevos y de la nueva tierra (Ap 21,23), toda la historia humana, entendida como historia de salvación, es un lucha dramática entre la luz y las tinieblas. Por eso Cristo, en la plenitud de los tiempos, por su encarnación y por su resurrección, surge en este mundo como «luz verdadera», como «luz del mundo», como «luz de los hombres» (Jn 1,4.9; 8,12; 9,5; 1Jn 1,5); y si hay hombres tenebrosos que rechazan esa luz y se cierran en sí mismos (Jn 1,11; 3,19), también hay fieles que, recibiéndola, vienen a ser «hijos de la luz» (12,36). Pues bien, la oración eclesial que se celebra al comenzar y al finalizar el día halla en este simbolismo una de sus claves fundamentales.
2. La oración de la mañana y de la tarde
Hemos de recordar ahora algunos datos que consideramos ya en el capítulo 2º al exponer la historia de la Oración de las Horas. De las tres oraciones diarias acostumbradas en Israel, son dos, la oración matutina y la vespertina, las que pasan desde el principio a la tradición orante de la Iglesia. Son Horas que se celebran en forma comunitaria, como lo vimos por los testimonios de Plinio el Joven, Clemente, Tertuliano e Hipólito. Para Clemente, en la oración de la mañana, es Cristo el que surge como un sol, para disipar las tinieblas de la ignorancia. Tertuliano, como vimos, calificaba de legítimas las oraciones comunitarias realizadas en Cristo «al salir el sol y al caer la tarde». Hipólito, por su parte, ofreciéndonos la más antigua oración de bendición de la lámpara, esboza una preciosa teología de la oración de Vísperas.
Posteriormente, estos dos tiempos de oración cobrarán cada vez mejor forma y mayor importancia eclesial. A partir del siglo V, las diversas liturgias occidentales, romana, ambrosiana, galicana e hispánica, en sus colecciones de oraciones compuestas para los Oficios de mañana y de tarde, nos ofrecen la fuente más importante para conocer la significación teológica y litúrgica de estas Horas. Por eso, la Liturgia de las Horas hoy renovada, ha restablecido el uso de estas oraciones vespertinas y matutinas en las ferias del Tiempo Ordinario. Las hallamos al final de los Laudes y de las Vísperas feriales de las cuatro semanas, exceptuados los domingos. A ellas acudiremos, pues nos permiten conocer el sentido tradicional de estas horas en el Oficio Divino. Ahora, pues, para las páginas que siguen, convendrá que el lector tenga a mano el texto de las cuatro semanas de salmos, para poder consultar sus oraciones correspondientes.
3. Los Laudes como oración de la mañana
La Oración eclesial de la mañana tiene dos significaciones fundamentales: santifica el día en su comienzo, y hace memoria gozosa de la resurrección del Señor.
a) Los Laudes santifican el comienzo del día.
«Los laudes matutinos están dirigidos y ordenados a santificar la mañana, como se ve claramente en muchos de sus elementos. San Basilio expresa muy bien este carácter matinal con las siguientes palabras: "Al comenzar el día oramos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, según está escrito: ‘‘Me acordé del Señor y me llené de gozo’’ (Sal 76,4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: ‘‘Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, me acerco y te miro (Sal 5,4-5)"» (OGLH 38a).
Por la oración de Laudes, los fieles, antes de iniciar las actividades de la jornada, hacen a Dios el ofrecimiento anticipado de todas sus labores, y buscan potenciar toda su capacidad humana creativa con el impulso santificador de la gracia divina:
«Señor Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos, para que, con tu auxilio, alcancemos la salvación ahora y por siempre» (Or. Lunes II; +Lunes III).
Todo lo que es el hombre, cuerpo, corazón y sentidos, todo lo que él produce, pensamientos, palabras y acciones, todo ha de estar dedicadoal Señor durante la jornada, de modo que su gracia sea el impulso continuo de la actividad humana. Es el sentido de la famosa oraciónActiones nostras, tan concisa y tan bella: «Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin» (Lunes I; +Viernes IV).
En esa oración, como en muchas otras, se ve la importancia que la espiritualidad del trabajo, entendido éste como una colaboración con el Creador, tiene en la oración de Laudes:
«Oh Dios, que encomendaste al hombre la guarda y el cultivo de la tierra, y creaste la luz del sol en su servicio, concédenos hoy que, con tu luz, trabajemos sin desfallecer para tu gloria y para el bien de nuestro prójimo» (Lunes IV).
«Dios todopoderoso, de quien dimana la bondad y hermosura de todo lo creado, haz que comencemos este día con ánimo alegre yrealicemos nuestras obras movidos por el amor a ti y a los hermanos» (Martes III).
Por otra parte, al comienzo del día, cuando el corazón se alegra al pasar de la obscuridad a la luz, la alabanza cristiana a Dios se alza poderosa en los fieles, y se hace liturgia en los Laudes. Lo que en ellos se pide es «que nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza» al Señor, y que «cada una de nuestras acciones esté plenamente dedicada» a él (Sábado II). Más aún, en los Laudes se pide a Dios que «del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina, así las podamos cantar eternamente, con la asamblea de tus santos, por toda la eternidad» (Viernes II; +Martes IV).
b) Los Laudes hacen memoria de la resurrección del Cristo, y lo celebran como Luz del mundo.
«Esta Hora, que se tiene con la primera luz del día, trae además a la memoria el recuerdo de la resurrección del Señor Jesús, que es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres (Jn 1,9), y el sol de justicia (Mal 4,2) que nace de lo alto (Lc 1,78). Así se comprende bien la advertencia de San Cipriano: "Se hará oración a la mañana para celebrar la Resurrección del Señor con la oración matutina"» (OGLH 38b).
La Pascua de Jesús, que se celebra anualmente en la Vigilia pascual, y semanalmente cada domingo, se conmemora y actualiza diariamente en la eucaristía y en Laudes. Esta es la hora en que Cristo pasó de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida, de la hora del poder de las tinieblas a la luz gloriosa
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