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Explicacion De Laudes Y Visperas


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2013  •  4.718 Palabras (19 Páginas)  •  355 Visitas

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Las Horas principales: Laudes y Vísperas

«Laudes como oración matutina y Vísperas como oración vespertina, según la venerable tradición de la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira todo el Oficio cotidiano» (SC 89a).

En toda la historia de la Liturgia de las Horas, e incluso en su antecedente judío, como vimos más arriba, destacan Laudes y Vísperas como las Horas legítimas, es decir, establecidas por la Iglesia, para que la comunidad cristiana se reúna con Cristo en la alabanza y la súplica. En tanto que el Oficio de los Monasterios comprendía, además de Laudes y Vísperas, varias horas diurnas y otras nocturnas, el Oficio de las Iglesias, catedrales o parroquiales, congregaba a los fieles en asamblea de oración al comienzo y al final de la jornada. El Concilio Vaticano II, al renovar el Oficio Divino, tuvo esto muy en cuenta, y también los posteriores documentos sobre liturgia:

«Los Laudes y las Vísperas...se deben considerar y celebrar como las Horas principales (+SC 89a,100)» (OGLH 37). «La oración de la comunidad cristiana deberá consistir, ante todo, en los Laudes de la mañana y las Vísperas: foméntese su celebración pública y comunitaria, sobre todo entre aquellos que hacen vida común. Recomiéndese incluso su recitación individual a los fieles que no tienen la posibilidad de tomar parte en la celebración común» (40).

1. El simbolismo de la luz y las tinieblas

El progreso moderno ha alterado en buena parte la relación entre el hombre y la naturaleza, entre el ritmo de la vida humana y las cadencias naturales del mundo. Y los efectos negativos de tales distorsiones en la salud psico-somática han suscitado actualmente en muchos hombres un deseo de volver a lo natural, de sumergirse más fielmente en la respiración misma del cosmos.

Por otra parte, el hombre actual guarda viva su sensibilidad ante la belleza del mundo visible. Los fenómenos naturales, el renacimiento primaveral de los campos, la oscuridad silenciosa de la noche, la alegría de la luz mañanera, siguen conmoviendo el corazón humano como hace miles de años. La diferencia está en que la emoción religiosa del hombre ante la naturaleza, entendida ésta como manifestación formidable de la belleza de Dios, se hace en el hombre actual secularizado simple emoción estética.

En todo caso, el lenguaje del mundo: el día, que habla de luz y calor, de energía y vida; la noche, que sugiere frío, sueño y muerte, sigue siendo más o menos inteligible para el hombre moderno, casi analfabeto para el lenguaje simbólico. Día y noche, vida y muerte, luz y tinieblas, tendrán siempre una elocuencia dialéctica capaz de conmover profundamente el corazón humano.

Por lo que se refiere a los cristianos, cuyo mundo mental ha de ser la Biblia, sabemos hasta qué punto en el Antiguo y en el Nuevo Testamento tienen importancia simbólica la luz y las tinieblas. Desde el Génesis, que entiende la creación como un triunfo del cosmos sobre el caos, y como una victoria de la luz sobre las tinieblas (Gén 1,3s), hasta el Apocalipsis, en que el mismo Dios es la luz única de los cielos nuevos y de la nueva tierra (Ap 21,23), toda la historia humana, entendida como historia de salvación, es un lucha dramática entre la luz y las tinieblas. Por eso Cristo, en la plenitud de los tiempos, por su encarnación y por su resurrección, surge en este mundo como «luz verdadera», como «luz del mundo», como «luz de los hombres» (Jn 1,4.9; 8,12; 9,5; 1Jn 1,5); y si hay hombres tenebrosos que rechazan esa luz y se cierran en sí mismos (Jn 1,11; 3,19), también hay fieles que, recibiéndola, vienen a ser «hijos de la luz» (12,36). Pues bien, la oración eclesial que se celebra al comenzar y al finalizar el día halla en este simbolismo una de sus claves fundamentales.

2. La oración de la mañana y de la tarde

Hemos de recordar ahora algunos datos que consideramos ya en el capítulo 2º al exponer la historia de la Oración de las Horas. De las tres oraciones diarias acostumbradas en Israel, son dos, la oración matutina y la vespertina, las que pasan desde el principio a la tradición orante de la Iglesia. Son Horas que se celebran en forma comunitaria, como lo vimos por los testimonios de Plinio el Joven, Clemente, Tertuliano e Hipólito. Para Clemente, en la oración de la mañana, es Cristo el que surge como un sol, para disipar las tinieblas de la ignorancia. Tertuliano, como vimos, calificaba de legítimas las oraciones comunitarias realizadas en Cristo «al salir el sol y al caer la tarde». Hipólito, por su parte, ofreciéndonos la más antigua oración de bendición de la lámpara, esboza una preciosa teología de la oración de Vísperas.

Posteriormente, estos dos tiempos de oración cobrarán cada vez mejor forma y mayor importancia eclesial. A partir del siglo V, las diversas liturgias occidentales, romana, ambrosiana, galicana e hispánica, en sus colecciones de oraciones compuestas para los Oficios de mañana y de tarde, nos ofrecen la fuente más importante para conocer la significación teológica y litúrgica de estas Horas. Por eso, la Liturgia de las Horas hoy renovada, ha restablecido el uso de estas oraciones vespertinas y matutinas en las ferias del Tiempo Ordinario. Las hallamos al final de los Laudes y de las Vísperas feriales de las cuatro semanas, exceptuados los domingos. A ellas acudiremos, pues nos permiten conocer el sentido tradicional de estas horas en el Oficio Divino. Ahora, pues, para las páginas que siguen, convendrá que el lector tenga a mano el texto de las cuatro semanas de salmos, para poder consultar sus oraciones correspondientes.

3. Los Laudes como oración de la mañana

La Oración eclesial de la mañana tiene dos significaciones fundamentales: santifica el día en su comienzo, y hace memoria gozosa de la resurrección del Señor.

a) Los Laudes santifican el comienzo del día.

«Los laudes matutinos están dirigidos y ordenados a santificar la mañana, como se ve claramente en muchos de sus elementos. San Basilio expresa muy bien este carácter matinal con las siguientes palabras: "Al comenzar el día oramos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, según está escrito: ‘‘Me acordé del Señor y me llené de gozo’’ (Sal 76,4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: ‘‘Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, me acerco y te miro (Sal 5,4-5)"» (OGLH 38a).

Por la oración de Laudes, los fieles, antes de iniciar las actividades de la jornada,

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