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LA BIBLIA


Enviado por   •  6 de Agosto de 2014  •  2.569 Palabras (11 Páginas)  •  210 Visitas

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20Conocemos la necesidad de permitir que Dios obre en nosotros tanto el querer como el hacer. Pero algunos protestan y con cierta razón: «Tiene que haber algo en la vida cristiana que implique acción, fuerza de voluntad, esfuerzo y disciplina. No me diga que en la vida cristiana no tenemos nada que hacer, excepto permitir que Jesús lo haga todo mientras nosotros nos sentamos en una mecedora». Quiero decir que estoy de acuerdo en que la vida cristiana demanda cada gramo de fortaleza moral, esfuerzo y disciplina que una persona pueda aplicar, donde está la batalla.

Cómo vencer los pecados

Necesitamos comprender claramente dónde tiene lugar el combate. En la Biblia se nos dice: «Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos» (1 Tim. 6: 12). ¿Se espera de nosotros que luchemos contra el enemigo? ¿O debemos pelear la batalla de la fe? ¿Hay alguna diferencia entre la batalla de la fe y la lucha contra el mal? Imaginémonos que hay dos grupos de personas: el A y el B. Todos los componentes del grupo A participan en la batalla de la fe. Ellos procuran conocer a Dios personalmente, apartando tiempo para la oración cada día. y escudriñando las Escrituras con el propósito de comunicarse con Dios. El grupo A procura establecer una relación concreta, significativa y creciente con Cristo día tras día. Esa es la batalla de la fe.

En contraste, todos los miembros del grupo B se dedican a combatir el mal. Procurando vivir una buena vida a través de sus propios esfuerzos, trabajan duro para vencer sus malos hábitos y prácticas. Su atención está fija en el enemigo, y luchan con diligencia. Algunos de ellos fracasan y se desaniman. Otros «triunfan», y se sienten orgullos. Su lucha está centrada donde no es la batalla.

¡Un momento! —dirá alguien—. ¿No dice la Biblia: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros"?». Sí, lo dice en Santiago 4: 7. Pero, ¿cómo debemos hacerlo? ¿Poniéndonos a luchar contra el mal y el diablo? No. Sometiéndonos, peleando la batalla de la fe.

La batalla de la fe requiere de cada gramo de energía, autodisciplina y fuerza de voluntad, hasta la última chispa de esfuerzo humano que podamos reunir. Dios requiere de nosotros que luchemos en esta batalla, pero no espera que nosotros nos pongamos a combatir el pecado.

Efesios: 10-18 describe la lucha del cristiano: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo, porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados los pies con el celo por anunciar el evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Orad en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos».

Fijémonos en las expresiones que Pablo usa para describir la lucha. ¿Se refiere aquí al grupo A o al grupo B? «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos». El grupo B se levanta de un salto y dice: «¡Amén! Eso es. Aquí hay municiones para nuestro bando. Tenemos que ser fuertes y luchar con- tra el enemigo». Pero un momento. La frase completa dice «fortaleceos en el Señor». El grupo A inmediatamente proclama: «Eso apoya nuestro criterio. Se requiere de nosotros que seamos firmes en él, y en el poder de su fuerza».

Continuemos leyendo un poco más: «Vestíos de toda la armadura de Dios». El grupo B declara: «¿Lo ven? Aquí hay un refuerzo para nosotros. Nosotros tenemos que vestimos de la armadura de modo que podamos pelear». Pero Pablo a continuación describe la armadura de Dios y dice que consiste en la verdad, la fe, el Espíritu Santo, y la justicia. Existe una sola clase de justicia, y la encontramos en Cristo. ¿Cuál es la armadura de Dios? Es la armadura espiritual que el grupo A busca. «Vestios de toda la armadura [...], porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra [espíritus malignos) en las regiones celestes».

En una ocasión conocí a un exboxeador que aceptó a Cristo. Me dijo: «Si tan solo pudiéramos hacer que el diablo saliera de su escondite, estaría feliz de lanzarle un derechazo a la mandíbula. ¡Cómo me gustaría dejarlo tendido en el suelo! Pero eso es lo que me frustra de la vida cristiana. ¡No podemos hacer que el diablo salga de su escondite!».

Ahora bien, si la batalla en la cual estamos empeñados tiene que ver con espíritus, ¿cuál es nuestra única esperanza de victoria? ¿Pueden la carne y la sangre luchar contra los espíritus? ¿Alguna vez hemos tratado de hacerlo? Es como pelear con nuestra sombra. No hay manera de ganar. Si el conflicto es contra espíritus, entonces lo único que podemos hacer es obtener la ayuda de otro espíritu para que luche en nuestro lugar. «Recordad que nadie excepto Dios puede discutir con Satanás» (Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1058).

La Biblia dice que «Dios es espíritu» (Juan 4: 24), que los ángeles son «espíritus ministradores» (Heb. 1: 14), y hablamos mucho del Espíritu Santo. Entonces, ¿en qué consiste mi desafío? En participar en la batalla de la fe, en el esfuerzo por conocer personalmente a Dios y permitirle encargarse de ganar mis batallas. Dios me invita a pelear la buena batalla de la fe, no el combate contra el pecado. Sin embargo, pareciera que tanto entre los jóvenes como entre los adultos, existiera una fuerte tendencia a pensar que la vida cristiana consiste precisamente en luchar contra el pecado.

El combate contra el pecado no es el lugar donde se pelea la verdadera batalla, aunque nos parezca haber tenido éxito con nuestro esfuerzo en ese sentido. Las únicas victorias que podemos lograr batallando contra el pecado son en lo externo, lo aparente, y eso no significa nada a la vista de Dios. Desde luego, causa buena impresión en los tribunales, sirve en nuestras relaciones con los semáforos y la policía de tránsito, y nos evita la cárcel; pero no cuenta en nuestro cristianismo o nuestra salvación.

Como vemos, los integrantes del grupo B son buenos moralistas. Nunca harían nada intencionalmente que le causara daño a otra persona.

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