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La Casa De David


Enviado por   •  13 de Abril de 2015  •  4.697 Palabras (19 Páginas)  •  246 Visitas

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David y la casa de Dios

Christian Chen

Lecturas: 2 Samuel 7:1; Salmos 132:1-5; 13.

Difícilmente hallaremos en el Antiguo Testamento un personaje que haya agradado el corazón de Dios de una manera tan profunda como David.

Los sufrimientos de David

David no era perfecto; él era como tú o como yo. Sin embargo, la Biblia dice que él fue un hombre según el corazón de Dios. El Salmo 132 nos recuerda que David tuvo aflicciones: «Acuérdate, oh Jehová, de David, y de toda su aflicción» (v. 1).

Cuando David tenía quince años de edad, fue ungido rey secretamente por Samuel. Y por haber sido ungido rey en secreto, él sufrió mucho a manos del rey Saúl. David corrió para salvar su vida, de un desierto a otro, de una cueva a otra, por cerca de catorce años.

¿Puedes imaginar cuántas de sus noches fueron noches de insomnio? Él no tenía un lugar de descanso. El desierto nos habla de carencia de reposo. Y sólo unos pocos –cuatrocientas o seiscientas personas– le siguieron. Esas fueron las aflicciones de David.

Huyendo de Absalón

David tuvo que huir para salvar su vida de la persecución de Saúl; pero nunca pensó que un día tendría que huir también a causa de su hijo Absalón.

Entre todos los hijos de David, probablemente era Absalón quien tocaba lo más íntimo del corazón de David. Cuando Absalón se rebeló contra su padre y buscaba matarlo, David tuvo que huir del trono. La Biblia habla de cómo David cruzó el valle de Cedrón, cómo subió al monte de los Olivos, atravesó la cumbre del monte, y cruzó el río Jordán. Y, en el camino, muchos le despreciaron y algunos le maldecían; sin embargo, David sufrió el vituperio, y cuando uno de sus asistentes quiso matar al que le maldecía, él dijo: «Déjenlo en paz». Esas eran las aflicciones de David.

Y más aún, cuando los sacerdotes que llevaban el arca vinieron a él porque querían seguirle, él les dijo: «Por favor, regresen, no me sigan; sigan la voluntad de Dios. Si yo soy agradable a Dios, entonces volveré. Yo siempre puedo volver hacia el arca; pero el arca nunca me debe seguir; el arca es siempre el centro de todo».

Cuando estuvo bajo algún tipo de disciplina, David tuvo un corazón muy puro. Recordamos las dos veces en que él peregrinó en el desierto, las dos veces en que él huyó por su vida. Estas fueron las aflicciones de David.

Otra clase de aflicción de David

Pero en el Salmo 132:1, se refiere a una aflicción específica de David, a un sufrimiento casi desconocido para nosotros.

Al ver el contexto, encontramos a David ya en el trono, y no sólo eso, Dios ya le había concedido el reposo. Había vencido a sus enemigos, y hallado su descanso. Esta es la mejor época en toda su vida. Él no sólo estaba en Jerusalén y había tomado la fortaleza de Sion, sino que se había sentado en el trono de David. Pero ahora se nos habla acerca de las aflicciones de David, cuando sus sueños habían sido maravillosamente cumplidos.

Hermano, ¿conoces tú este tipo de sufrimiento? Cuando Dios te bendice, y te concede una hermosa familia, maravillosos hijos, una casa preciosa, un trabajo exitoso, y estás siendo muy usado por el Señor, las puertas se abren por todas partes. Has llegado a la cumbre de tu vida cristiana. Es como si estuvieras sentado en el trono, aquello que siempre has soñado. Cuando su sueño estaba realizado, David padeció por muchas y largas noches. Estas muchas noches de insomnio nos hablan de las aflicciones de David.

«Aconteció que cuando ya el rey habitaba en su casa, después que Jehová le había dado reposo de todos sus enemigos en derredor, dijo el rey al profeta Natán: Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas» (2 Sam. 7:1).

Al comparar este pasaje con el pasaje en el Salmo 132, podemos imaginar que, después de muchas noches sin dormir, David vino al profeta Natán y le dijo: «He aquí, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas. Si Dios no tiene reposo, yo tampoco lo tendré». Aquí entendemos cómo el corazón de David era uno con el corazón de Dios.

Entonces Natán le dijo: «...haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo». David no había dicho lo que estaba en su mente; sólo había expresado que no tendría descanso hasta que Dios tuviera su reposo. Sin embargo, a causa de su amor por su Dios, íntimamente David tenía algo en su corazón, y Natán lo sabía muy bien. Natán representa al Espíritu Santo.

Si amas al Señor, si de hecho sufres y no por ti mismo –por ti mismo no hay razón para que sufras, pues ya estás sentado en el trono, disfrutando del reposo–, ¿por qué tendrías que torturarte a ti mismo? Aquí hay alguien que nunca va a disfrutar de su descanso hasta que su Dios también obtenga su descanso. Hay algo en la mente de David: él desea edificar la casa de Dios. Natán lo sabe muy bien y le dice: «Haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo».

La Casa es la iglesia de Dios

La casa de Dios, traducida al lenguaje del Nuevo Testamento, es la iglesia de Dios. Nuestro Señor Jesucristo dijo: «Sobre esta roca edificaré mi iglesia». Pedro dijo: «Nos acercamos a él como piedras vivas, siendo edificados juntos como una casa espiritual». Y Pablo dijo: «Vosotros sois la casa de Dios, vosotros sois el templo de Dios».

Entonces, si leemos Efesios, allí tenemos un llamamiento. Pablo habla acerca de la esperanza de ese llamamiento. ¿Qué es un llamamiento? Cuando fuimos salvados, un día, respondimos a su llamamiento. Y, después que fuimos salvados, oímos otro llamado del Señor: «Ven y sígueme, y yo te haré pescador de hombres».

Ahora cada uno puede decir: ‘Yo he sido llamado por el Señor’. Pero si leemos Efesios, cuando Pablo habla acerca de la esperanza de su llamamiento, y si leemos también Colosenses, tal llamamiento es único. Al leer esas dos cartas, vemos que somos llamados a ser un Cuerpo, tenemos un llamamiento para ser edificados como la iglesia de Cristo.

Antes del regreso del Señor, esa casa tiene que estar construida, pues él va a presentarse a sí mismo una iglesia gloriosa. Ahora entendemos que tenemos no sólo un llamamiento individual, sino que compartimos el mismo llamamiento. Y este llamamiento es para que seamos

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