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La Homilía RAFAEL - EL ANUNCIO DEL EVANGELIO


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2015  •  Resúmenes  •  5.940 Palabras (24 Páginas)  •  141 Visitas

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RAFAEL - EL ANUNCIO DEL EVANGELIO

LA HOMILIA

Se detiene “con cierta meticulosidad, en la homilía" porque “son muchos los reclamos que se dirigen en relación con este gran ministerio y no podemos hacer oídos sordos". La homilía “debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase", debe saber decir “palabras que hacer arder los corazones", huyendo de “una predicación puramente moralista o adoctrinadora".

Subraya la importancia de la preparación: “Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e irresponsable".  “Una buena homilía...debe contener «una idea, un sentimiento, una imagen» .La predicación debe ser positiva para que de “siempre ... esperanza" y no nos deje “encerrados en la negatividad".  El anuncio mismo del Evangelio debe tener características positivas: “cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena".        

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II La homilía

PROLOGO  

La dura pero hermosa tarea del que predica el Evangelio es: Hacer que nuestro pueblo se sienta como en medio de estos dos abrazos

La identidad cristiana:

es ese abrazo bautismal que nos dio de pequeños el Padre, nos hace anhelar, como hijos pródigos –y predilectos en María–,

el otro abrazo, el del Padre misericordioso que nos espera en la gloria.

144. Hablar de corazón:

  1. implica tenerlo no sólo ardiente,
  2. sino iluminado por la integridad de la Revelación y por el camino que esa Palabra ha recorrido en el corazón de la Iglesia y de nuestro pueblo fiel a lo largo de su historia.

135. Consideremos ahora La homilía

  1. predicación dentro de la liturgia, que requiere una seria evaluación de parte de los Pastores. Me detendré particularmente, y hasta con cierta meticulosidad, en la homilía y su preparación, porque son muchos los reclamos que se dirigen en relación con este gran ministerio y no podemos hacer oídos sordos.
  2. La homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo. De hecho, sabemos que los fieles le dan mucha importancia; y ellos, como los mismos ministros ordenados,
  1. muchas veces sufren, unos al escuchar y otros al predicar. Es triste que así sea.
  2. La homilía puede ser realmente una intensa y feliz experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una fuente constante de renovación y de crecimiento.

136. Renovemos nuestra

  1. confianza en la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana. 
  1. San Pablo habla con fuerza sobre la necesidad de predicar, porque el Señor ha querido llegar a los demás también mediante nuestra palabra (cf. Rm 10,14-17).
  2. Con la palabra, nuestro Señor se ganó el corazón de la gente. Venían a escucharlo de todas partes (cf. Mc 1,45).
  3. Se quedaban maravillados bebiendo sus enseñanzas (cf. Mc 6,2).
  4. Sentían que les hablaba como quien tiene autoridad (cf. Mc 1,27).
  5. Con la palabra, los Apóstoles, a los que instituyó «para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14), atrajeron al seno de la Iglesia a todos los pueblos (cf. Mc 16,15.20).

El contexto litúrgico

137. «la proclamación litúrgica de la Palabra de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística:

  1. No es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que
  2. Sí es el diálogo de Dios con su pueblo,
  1. en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y
  2. propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza».  

Hay una valoración especial de la homilía 

  1. supera a toda catequesis por ser el momento más alto del diálogo entre Dios y su pueblo, antes de la comunión sacramental. 
  2. es un retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo.
  3. no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos,
  4. pero Sí debe darle el fervor y el sentido a la celebración.
  5. (138) Es una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente,
  6. Debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase.

El que predica debe reconocer:

  1. el corazón de su comunidad para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios, y
  2. también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto.
  3. El predicador puede ser capaz de mantener el interés de la gente durante una hora, pero así su palabra se vuelve más importante que la celebración de la fe. Si la homilía se prolongara demasiado, afectaría dos características de la celebración litúrgica: la armonía entre sus partes y el ritmo.

(Cuando) La predicación  - se realiza dentro del contexto de la liturgia,

  1. se incorpora como parte de la ofrenda que se entrega al Padre y como mediación de la gracia que Cristo derrama en la celebración. Este mismo contexto exige que la predicación
  2.  oriente a la asamblea, y también al predicador, a una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida.

CONSEJO AL PREDICADOR: Esto reclama que la palabra del predicador no ocupe un lugar excesivo, de manera que el Señor brille más que el ministro.

La conversación de la madre (acción del Espíritu)

139. Dijimos que

  1. el Pueblo de Dios, por la constante acción del Espíritu en él, se evangeliza continuamente a sí mismo. ¿Qué implica esta convicción para el predicador?
  2. Nos recuerda que la Iglesia es madre y predica al pueblo como una madre que le habla a su hijo, sabiendo que el hijo confía que todo lo que se le enseñe será para bien porque se sabe amado. Además, la buena madre sabe reconocer todo lo que Dios ha sembrado en su hijo, escucha sus inquietudes y aprende de él.
  3. El espíritu de amor que reina en una familia guía tanto a la madre como al hijo en sus diálogos, donde se enseña y aprende, se corrige y se valora lo bueno; así también ocurre en la homilía. El Espíritu, que inspiró los Evangelios y que actúa en el Pueblo de Dios, inspira también cómo hay que escuchar la fe del pueblo y cómo hay que predicar en cada Eucaristía.
  4. La prédica cristiana, por tanto, encuentra en el corazón cultural del pueblo una fuente de agua viva para saber lo que tiene que decir y para encontrar el modo como tiene que decirlo. Así como a todos nos gusta que se nos hable en nuestra lengua materna, así también en la fe nos gusta que se nos hable en clave de «cultura materna», en clave de dialecto materno (cf. 2 M 7,21.27), y el corazón se dispone a escuchar mejor. Esta lengua es un tono que transmite ánimo, aliento, fuerza, impulso.

140. Este ámbito materno-eclesial en el que se desarrolla el diálogo del Señor con su pueblo debe favorecerse y cultivarse mediante la cercanía cordial del predicador:

  1. la calidez de su tono de voz,
  2. la mansedumbre del estilo de sus frases,
  3. la alegría de sus gestos.

Aun las veces que la homilía resulte algo aburrida, si está presente este espíritu materno-eclesial, siempre será fecunda, así como los aburridos consejos de una madre dan fruto con el tiempo en el corazón de los hijos.

141.

  1. Uno se admira de los recursos que tenía el Señor para dialogar con su pueblo, para revelar su misterio a todos, para cautivar a gente común con enseñanzas tan elevadas y de tanta exigencia.
  1. Creo que el secreto se esconde en esa mirada de Jesús hacia el pueblo, más allá de sus debilidades y caídas:         
  1. «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros el Reino» (Lc 12,32); Jesús predica con ese espíritu.
  2. Bendice lleno de gozo en el Espíritu al Padre que le atrae a los pequeños: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, se las has revelado a pequeños» (Lc 10,21).

El Señor se complace de verdad en dialogar con su pueblo y al predicador le toca hacerle sentir este gusto del Señor a su gente.

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