La Nochebuena y la Navidad
ilustres16 de Diciembre de 2013
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La Nochebuena y la Navidad son fiestas de familia y amigos, de encuentros y re-encuentros. Dios se ha hecho humano. Se ha emparentado con los hombres y su tiempo. Comparte nuestra genealogía y raíces. Se ha hecho familia humana.
A pesar de que hemos desacralizado mucho el verdadero sentido de fe que tiene la Navidad, (quedándonos con una fiesta que para muchos tiene poco de religioso y espiritual, prefiriendo una Navidad pagana y secularizada de consumo frívolo que sólo maquilla torpemente los vacíos de vida y de Dios que tenemos); no obstante, el sentido familiar y afectivo de nuestros festejos nos unen a esta verdad de fe: Dios nació como hombre, en una familia, ligado a afectos y vínculos humanos.
Si bien el festejo familiar es lo más común, tampoco nos tenemos que olvidar que muchos están solos y se quedan solos en la Navidad. Ojalá no estén solos en la vida y no los dejemos solos. Para ellos vaya nuestro recuerdo y cariño, nuestra oración y abrazo.
Hay quienes tienen “Navidades de alegría” y hay quienes tienen “Navidades de melancolía”. Para algunos, Navidad es una fiesta de algarabía y para otros es una nostalgia por los que no están, ya sea que se fueron hace mucho o poco y están junto a Dios.
Añoranza por las ausencia permanentes y por las ausencias momentáneas; por los que no están junto a nosotros transitoriamente, ya sea por distancia, viajes o porque viven en otros lugares.
Para algunos el brindis de la Nochebuena tiene sabor a lágrimas. Aunque traten de disimular, la mirada se pone húmeda volviéndose caricia invisible para los que no están. Hay quienes lloran a solas para no entristecer a los otros y hay quienes lloran frente a los otros porque todos saben los nombres que lleva el dolor de cada uno.
Están también los que sueñan con las “Navidades de antes” con toda la familia grande, cuando se reunían todas las generaciones, la celebración duraba la noche entera y se seguía al otro día. Las “Navidades de cuando éramos chicos”, las “Navidades de la infancia” con los “rituales” propios de cada familia y cada lugar.
Esos recuerdos nos invaden el alma de una antigua tibieza que acaso ya no vuelva. Nos ponemos de cara a Dios, con el pasado y el presente entre las manos y tomamos conciencia: “todo es distinto, paso a paso, tiempo a tiempo. Ya no soy el mismo luego de tantos intentos. No obstante, el tesoro que obsequiaste a mis manos, sigue intacto: mi corazón, tan tuyo y tan humano”. [1]
Hay quienes sueñan con esas “Navidades de solidaridad” donde cada uno hace una buena acción ayudando a quien está necesitado, sea de la familia o no; las “Navidades de los buenos propósitos”, corrigiendo aquello con lo cual no estamos conforme y queremos cambiar.
La Navidad nos hace sentir más buenos, nos hace aspirar a ser mejores. Sabemos que no son sentimientos de Navidad el odio, el desprecio, la venganza, el resentimiento, el enojo, la falta de perdón, la dureza de corazón. Navidad es un tiempo propicio para ir a ver a un enfermo, estar con un anciano solo, con un niño abandonado, con un padre sin trabajo, con un amigo distanciado, con un familiar que hace mucho no vemos, con un afecto que necesite perdón. Navidad es un tiempo de pequeños milagros posibles. Esos son los mejores regalos. Los que no se compran en los negocios. Los que no tienen precio. Los que se adquieren sólo con el corazón. En la vida, los regalos ya están hechos, sólo hay que tomarlos y agradecerlos. Cada uno sabe cuál es el suyo. El que puede tomar y el que puede dar. No te prives de los mejores regalos. Los que nacen del verdadero amor, la libertad y la gratuidad.
Dios se hace pequeño para que cada uno pueda entrar en el Pesebre de su propio corazón acompañado. Se ha
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