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La Vida Cristiana Es Esencialmente Amor


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  8.968 Palabras (36 Páginas)  •  347 Visitas

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El amor que el Espíritu Santo derramaen las almas, en forma de virtudesy dones”.

Mons. Luis María MartínezPara ti, que no tienes tiempo o hábito de leer libros tan extensosme he permitido hacer un compendio del libro y he logradoreducir de 475 a 50 páginas. El 99% del escrito es original delautor, de Mons. Martínez, yo sólo he escogido los párrafos queme han parecido más importantes, específicos del tema y norepetitivos o redundantes y he escrito pequeñas frases paradarle ilación.Ahora lo ofrezco a ti lector de pequeños libros o de libroscompendiados, con el interés de que te sea útil y que conozcasmás y te enamores, como a mí me ha sucedido, del EspírituSanto. En el caso de que consideres que este compendio o librobreve te ha sido útil, te agradeceré que lo difundas entre tusconocidos.

El compendiador:Héctor Guiscafré Gallardo

1.1 Mirada de conjunto

La vida cristiana es esencialmente amor. La caridad que elEspíritu Santo derrama es forma de todas las virtudes y losdones; es un amor ordenadísimo, pues la virtud, según la bella yprofunda frase de San Agustín, es

“el orden en el amor

”. Y eseorden es fruto de la luz, de la verdad dogmática; así enseñaSanto Tomás de Aquino:

“Propio de la sabiduría es ordenar”.

Lavida cristiana es la reproducción de Jesús en las almas, y laperfección, que es una reproducción fidelísima, consiste en latransformación de las almas en Jesús.Es conocidísima la frase de San Pablo: “V

ivo, ya no yo, sinoCristo vive en mí”.

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Y aquella otra del mimo apóstol: “

Nosotros,que contemplamos la gloria del Señor, nos transformaremos ensu imagen de claridad en claridad”.

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Ahora bien: ¿Cómo se realizará esta mística reproducción de Jesús en las almas?El Credo nos lo enseña con concisión y precisión:

“Fueconcebido por obra del Espíritu Santo, de María Virgen”.

Así es concebido siempre Jesús, así se reproducen las almas; essiempre el fruto del cielo y la tierra; dos artífices debenconcurrir en esta obra divino-humana, el Espíritu Santo y laVirgen María, porque son los únicos que pueden reproducir aCristo.Así, dos son los santificadores esenciales de las almas: elEspíritu Santo y la Virgen María.

1 Ga 2,202 2 Co 2,18.

El primero es santificador por esencia, porque es Dios, lasantidad infinita, porque es el Amor personal que consuma, pordecirlo así, la santidad de Dios, consumando su Vida y suUnidad y porque a Él corresponde participar a las almas elmisterio de aquella santidad. La Virgen María es tan solocooperadora, pero instrumento indispensable en los designiosde Dios. Del influjo material que tuvo María en el cuerpo real deCristo se deriva el influjo que tiene en ese cuerpo místico de Jesús. Que en todos los siglos se va formando hasta que al finde los tiempos se eleve a los cielos, bello y esplendido,consumado y glorioso.Pero los dos –El Espíritu Santo y María- son los indispensablesartífices de Jesús, los imprescindibles santificadores de lasalmas.Cualquier santo del cielo puede cooperar a la santificación de unalma; pero su cooperación ni es necesaria, ni profunda, niconstante; en tanto que la cooperación de esos dos artífices de Jesús, de quien venimos hablando, es tan necesaria, que sinellas las almas no se santifican, dados los actúales designios deDios. Esta cooperación es tan íntima que llega hasta lasprofundidades del alma; pues el Espíritu Santo derrama lacaridad en nuestros corazones. Hace de nuestra alma un temploy dirige nuestra vida espiritual por medio de sus dones. LaVirgen María tiene eficaz influjo de medianera en las máshondas y delicadas operaciones de la Gracia en nuestras almas. Tal es el lugar que en el orden de la santificación corresponde alEspíritu Santo y a la Santísima Virgen. Y la piedad cristiana debeponer en su lugar a estos dos artífices del Cristo, haciendo deellos algo necesario, profundo y constante.

1.2 El dulcísimo huésped del alma

Empecemos con una semejanza: Había un gran artista, un granescultor muy exigente con su trabajo. ¡Cuántas veces, bajo elinflujo de la inspiración, le ha parecido demasiado tosco elcincel y grosera la materia en la quiere exteriorizar supensamiento reproduciendo los finos matices de la imagen quecautiva su alma! ¡Cuántas veces desea unirse al mármol con

unión estrecha y compenetrarlo, como si fuera parte de sualma, modelarlo a placer, como plasma en sus sueños el idealque ama!Así concibo la obra santificadora del Espíritu Santo, artista delas almas: ¿No es la santidad el arte supremo? Dios no tienesino un hijo. Ese hijo suyo es Jesús. El Espíritu Santo ama a Jesúsmás pero mucho más que el artista a su ideal supremo. Eseamor es su ser, porque el Espíritu Santo es el amor único, elamor personal del Padre y del Verbo. Con divino entusiasmo seacerca a cada alma, soplo del Altísimo, luz espiritual que puedefundirse con la luz increada, esencia exquisita que puedetransformarse en Jesús, reproduciendo el ideal eterno.Por esto la primera relación que tiene el Espíritu Santo con lasalmas es la de ser el dulce huésped de ellas. Como invoca laIglesia al Espíritu Santo en la prosa inspirada de la Misa dePentecostés. Mas quiero llamar la atención sobre el hecho deque la Santa Escritura atribuye de manera espiritual estahabitación de las almas al Espíritu Santo. Y no es de manera transitoria como viene a nosotros el EspírituSanto; no es el huésped pasajero que nos visita y se va; sinoque establece en nosotros su morada permanente y vive eníntima unión con nuestras almas, como huésped eterno. Así noslo prometió Jesús en la última noche de su vida mortal:“

Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que permanezca con vosotros para siempre el Espíritu de verdadque el mundo no puede recibir, porque permanecerá convosotros y estará con vosotros”.

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¿Por qué se atribuye al Espíritu Santo esta habitación de lasalmas? Porque es obra del amor; Dios está en nuestras almasde manera especialísima porque nos ama.Por consiguiente la razón profunda de que Dios habite ennosotros, de que El permanezca en nosotros

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