ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La Virtud De La Prudencia:


Enviado por   •  13 de Junio de 2013  •  2.453 Palabras (10 Páginas)  •  453 Visitas

Página 1 de 10

La virtud de la Prudencia:

La prudencia fue definida por Aristóteles como “la recta razón del obrar”. Se puede decir que es una virtud especial, infundida por Dios en el entendimiento práctico para el recto gobierno de nuestras acciones particulares (el acto propio de la prudencia es dictar lo que hay que hacer en concreto en un momento determinado) en orden al fin sobrenatural.

La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Es la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

La primera entre las virtudes cardinales es la prudencia. Es más: no sólo es la primera entre las demás, iguales en categoría, sino que, en general, «domina» a toda virtud moral; es la «madre» y el fundamento de las restantes virtudes cardinales: justicia, fortaleza y templanza; que, en consecuencia, sólo aquel que es prudente puede ser, por añadidura, justo, fuerte y templado; y que, si el hombre bueno es tal, lo es merced a su prudencia. Antes de ser lo que es, lo bueno ha tenido que ser prudente; pero prudente es lo que es conforme a la realidad.

La primacía de la prudencia sobre las restantes virtudes cardinales indica que la realización del bien presupone el conocimiento de la realidad. Sólo aquel que sabe cómo son y se dan las cosas puede considerarse capacitado para obrar bien. El principio de la primacía de la prudencia nos enseña que en modo alguno basta la llamada «buena intención» ni lo que se denomina «buena voluntad». La realización del bien presupone la conformidad de nuestra acción a la situación real y, por consiguiente, una atenta, rigurosa y objetiva consideración por nuestra parte de tales realidades concretas.

Prudencia como conocimiento

En su condición de «recta disposición» de la razón práctica, la prudencia ostenta, como dicha razón, una doble faz. Es cognoscitiva e imperativa. Aprehende la realidad para luego, a su vez, «ordenar» el querer y el obrar.

Sin embargo, la prudencia no es sólo conocimiento o saber informativo. Lo esencial para ella es que este saber de la realidad sea transformado en imperio prudente, que inmediatamente se consuma en acción. Los grados por que pasa son: deliberación, juicio, imperio. La actividad receptivoperceptiva de los dos primeros grados, la deliberación y el juicio, representa el carácter cognoscitivo de la prudencia, mientras el segundo personifica su aspecto ordinativo.

Los distintos modos de imperfección de esa transformación del conocimiento de la verdad en la resolución prudencial constituyen, paralelamente, los distintos tipos de imprudencia. Así, por ejemplo, el que, sin pararse a deliberar como es debido y antes de formular un juicio fundado, se lanza resueltamente al imperio y a la acción, es imprudente según el modo de la impremeditación. Un segundo modo de imprudencia es la inconstancia. Este vicio malogra y corta el paso en su fase más decisiva al proceso de transformación del conocimiento de la verdad en la «orden» de la prudencia: la deliberación y el juicio caen al inútil abismo de lo infructuoso, en lugar de seguir su curso hasta alcanzar el momento definitivo del imperio. Pues en el imperio, directamente abocado a la acción, es donde descansa la verdadera «alabanza» de la prudencia.

El sentido de la virtud de la prudencia es que el conocimiento objetivo de la realidad se torne medida del obrar; que la verdad de las cosas reales se manifieste como regla de la acción. Pero esta verdad de las cosas reales se «guarda» en la memoria que es fiel a las exigencias del ser. La fidelidad de la memoria al ser quiere decir justamente que dicha facultad «guarda» en su interior las cosas y acontecimientos reales tal como son y sucedieron en realidad. El falseamiento del recuerdo, en oposición a lo real, mediante el sí o el no de la voluntad, constituye la más típica forma de perversión de la prudencia, pues contradice del más inmediato modo el sentido primordial de la misma: el de ser el «recipiente» donde se guarda la verdad de las cosas reales.

Prudencia y caridad

Y por supuesto que las posibilidades de acción más sublimes y fecundas de la vida cristiana están contenidas, como en su germen, en la cooperación unánime de prudencia y caridad. Dicha cooperación se sujeta al primado de la caridad sobre la prudencia. Esta última es forma de las virtudes morales; pero aquélla informa también a la prudencia.

A medida que crece la virtud teológica de la caridad se van desenvolviendo en el hombre que está en gracia los siete dones del Espíritu Santo; y en la misma medida también recibe la prudencia humana —virtud que se encuentra más al alcance de nuestra experiencia— la ayuda del don de consejo, donum consilii. «El don de consejo corresponde a la prudencia, a la que ayuda y perfecciona » ; «dirigida por el Espíritu Santo, la mente humana resulta así capacitada para dirigirse a sí misma y dirigir a otros»

Partes de la Prudencia:

Partes integrales: son los elementos que la integran o la ayudan para su perfecto ejercicio. No habrá juicio prudente si no se tienen en cuenta todas.

• Memoria del pasado: el recuerdo del los éxitos o fracasos pasados orientan para saber lo que conviene hacer.

• Inteligencia de lo presente: para saber discernir si lo que nos proponemos hacer es bueno o malo.

• Docilidad: para pedir y aceptar el consejo de los sabios y experimentados.

• Sagacidad: prontitud del espíritu para resolver por sí misma los casos urgentes.

• Razón: el hombre por medio de una madura reflexión y examen resuelven por sí mismo una situación.

• Providencia: que consiste en fijarse bien en el fin lejano que se intenta para ordenar a él los medios oportunos y prever las consecuencias que se pueden seguir de obrar de aquella manera.

• Circunspección: que es la atenta consideración de las circunstancias para juzgar en vista de ellas si es o no conveniente realizar tal o cual acto.

• Cautela

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (15.1 Kb)  
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com