La misericordia infinita de Dios

“El Señor es compasivo y misericordioso lento a la ira y rico en clemencia [...] No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo” Este trecho del salmo N transmite la gran misericordia que Dios tiene para con los hombres a pesar de todos sus pecados y miserias. También el Sagrado Corazón de Jesús al aparecerse a Sor Josefa Menéndez todo llagado le dice:” Mira mis llagas[...] ¿Sabes quién me las hizo? ¡El Amor!” Al final de la vida toda persona será juzgada por sus malas acciones. Si fue buena irá para el Cielo o al purgatorio para reparar algunas cosas que quedaron pendientes durante su vida, pero si no practicó la virtud y fue mala irá al infierno. Pero si Dios es infinitamente misericordioso ¿no está siendo contradictorio al juzgarnos en vez de perdonarnos o al condenarnos por nuestros pecados? 

Si analizamos la sociedad desde el inicio del mundo, podemos observar cómo está según haya correspondido a la gracia o no se ha acercado o alejado de Dios. Lastimosamente después de la edad media empezó una decadencia que hasta los días de hoy no tiene fin, las personas rechazan la gracia de Dios y por eso no pueden llevar una vida santa. Inclusive la Beata Ana Catalina Emmerich relata sobre la oración de Nuestro Señor Jesucristo en el huerto de los olivos lo siguiente: “Jesús en el huerto de los olivos tuvo visión de todos los pecados cometidos desde  Adán y Eva hasta el fin del mundo[...] Al principio Jesús oraba con serenidad pero su alma se horrorizó ante los innumerables crímenes de los hombres y su ingratitud para con Dios; sintió un dolor tan vehemente que tembloroso exclamó: ¡Padre mío, si es posible aparta de Mi este cáliz! [..] “Cómo se pudo observar la ingratitud de los hombres para con Dios fue lo que más afligió a Nuestro Señor. Dios manda la gracia ya depende de la persona si corresponde a ella o no.  Esto hace entender mejor como las malas intenciones vienen directamente del corazón del hombre inclusive sobre esto se dice lo siguiente: “Cita” Por lo tanto nadie peca sin quererlo antes.

Con el análisis hecho anteriormente se puede evidenciar que no es culpa de Dios que las personas pierdan sus almas, cada quien es responsable de corresponder a las gracias que Dios manda para su salvación. Incluso en el vitral de una capilla en Lügbert dice lo siguiente: “Me llamas Señor, y no me obedeces.
Me llamas Luz, y no me ves.
Me llamas el Camino, y no me sigues.
Me llamas la Vida, y no me deseas.
Me llamas Sabio, y no me escuchas.
Me llamas Rico, y no me pides.
Me llamas Amigo, y en Mí no confías.
Me llamas Rey, y no me sirves.
Me llamas Bondadoso, y me temes.
Me llamas Maestro, y no me preguntas.
Me llamas la Verdad, y no me crees.
Me llamas el Amor, y no te dejas amar.
Me llamas Médico, y no permites que te cure.
Me llamas Puerta, y te quedas fuera.
Me llamas el Todo, y no tiene un espacio para Mí.
Me llamas el Buen Pastor, y huyes de mí.
Me llamas el Único, y vives como si no existiera.
Me llamas Dios, y no me amas ni temes.
Y... si te condenas, no ME CULPES.”

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