La venganza de Nauplio

La venganza de Nauplio

Nauplio quiso vengarse de todos los príncipes aqueos por lapidar a su hijo Palamedes. Ocurrió que Ulises odiaba al hijo de Nauplio, entre otras razones, porque Palamedes siempre conseguía atenuar sus logros. En plena guerra Ulises logró que todos los griegos lo acusaran de traición por colaborar con el rey troyano y así acabaron con su vida. En realidad todo había sido un engaño del de Ítaca para deshacerse del único griego que había más ingenioso que él.

En venganza, Nauplio recorrió todos los reinos griegos visitando a las esposas de los héroes, que en ese momento seguían en Troya. Las convenció para que traicionaran a sus maridos, pues éstos volverían con princesas troyanas que les quitarían su lugar. Es por este motivo que los príncipes Idomeneo de Creta y Diomedes de Argos, cuando regresaron a sus reinos, se encontraron con un pueblo que no los reconocía ya como soberanos, pues su puesto había sido ocupado por otro, por lo que tuvieron que buscar otras tierras y se dirigieron ambos a Italia.

El falso faro

Nauplio estaba decidido a que cada uno de los príncipes aqueos que apedrearon a su hijo pagara por ello. Encendió un fuego junto al golfo Cafareo justo encima de la zona más rocosa. Las naves, que empezaban ya a volver de Troya, se dirigieron hacia la señal creyendo que iban hacia un puerto seguro, con el resultado de que la mayoría de las embarcaciones se estrellaron contra las rocas. En este naufragio, en el que intervinieron también Poseidón y Atenea ofendidos por la arrogancia de los héroes griegos, parece que fue donde murió Ayax Oileo.

Ulises y Menelao

Aunque Nauplio hubiera deseado vengarse directamente de estos dos príncipes, no pudo intervenir pues los dioses se le adelantaron. Ambos héroes incurrieron en el acto más castigado por los olímpicos, la hybris, un acto de soberbia, de insolencia, al negarse a realizar los sacrificios oportunos para que les concedieran un buen regreso. Creyéndose lo suficientemente capaces de atravesar el mar sin ayuda, estuvieron navegando de una tierra a otra durante años sin poder volver a su reino y atravesando innumerables peligros, hasta que la ira de los dioses se fue aplacando.

Agamenón

Su vuelta genera la más recurrente de las temáticas trágicas. El jefe del ejército aqueo tuvo un regreso tranquilo, si acaso agotado de escuchar las advertencias de Casandra, hija de Príamo. Casandra, la adivina castigada a que nadie la creyese, predijo a Agamenón la tragedia que se avecinaba. Pero él no podía creer que su esposa le hubiese engañado con otro, ni mucho menos que tuviera la intención de asesinarle tras prepararle un baño de bienvenida. Pero las predicciones no sólo fueron ciertas sino

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