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Lla Vida Del Hombre: Conocer Y Amar A Dios


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2014  •  1.141 Palabras (5 Páginas)  •  308 Visitas

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Lee de manera comprensiva la información acerca del tema: la vida del hombre: conocer y amar a Dios. Luego elabora un resumen del tema para ser presentado al final de la I unidad.

Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas.

Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha simplemente, no existirá. Como un hombre sin ojos no puede ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede ver a Dios; entra en la eternidad ciego. No es que Dios diga al pecador impenitente (el pecado no es más que una negativa al amor de Dios): “Si no vienes preparado, no quiero que te me acerques. ¡Largo de aquí para siempre!” No. El hombre que muere sin amor de Dios, o sea, sin arrepentirse de su pecado, ha hecho su propia elección. Fue él quien, consciente y lúcidamente, rechazó de un manotazo la amante invitación que Dios le ofrecía.

Lo primero será, pues, conocer todo lo que podamos sobre Dios, para poder amarlo, mantener vivo nuestro amor y hacerlo crecer. Volviendo a nuestro imaginario galeno: si ese joven no hubiera visto el periódico donde aparecía la chica, resulta evidente que nunca habría llegado a amarla. No podría haberse enamorado de quien ni siquiera sospechaba su existencia. E, incluso, si después de ver su fotografía, el joven no le hubiera escrito y por la correspondencia conocido sus virtudes y su personalidad, la primera chispa de interés nunca se habría hecho fuego abrasador.

Ésa es la razón por la cual nosotros “estudiamos” a Dios y lo que Él nos ha dicho de Sí. Ésa es la razón por la cual recibimos clases de catecismo en la infancia y cursos de religión en la juventud y madurez. Por esa razón atendemos a las homilías los domingos y leemos libros y folletos doctrinales, asistimos a círculos de estudio, seminarios y conferencias. Son parte de lo que podríamos llamar nuestra “correspondencia” con Dios. Son parte de nuestro esfuerzo por conocerlo mejor para que nuestro amor por Él pueda crecer y fructificar.

Pero no basta conocer para amar. Existe un termómetro infalible para medir nuestro amor por alguien, y es hacer lo que agrada a la persona amada, lo que le gustaría que hiciéramos. Volviendo al ejemplo de nuestro mediquillo: si, a la vez que dice amar a su novia y querer casarse con ella, se dedicara a derrochar su tiempo y dinero en prostitutas y borracheras, sería un hipócrita de cuerpo entero. Su amor no sería veraz si no tratara de ser la clase de persona que ella querría que fuese, si no pusiera en práctica las recomendaciones que ella le sugiere en sus cartas.

Análogamente, hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y que consiste en hacer lo que Él quiere que hagamos, siendo la clase de persona que Él dispuso que fuéramos. El amor a Dios no está sólo en los sentimientos. Amar a Dios no significa que nuestro corazón deba dar brincos cada vez que pensamos en Él; eso no es esencial. El amor a Dios reside en la voluntad. No es por lo que sentimos sobre Dios, sino lo que estamos dispuestos a hacer por Él, como probamos nuestro amor a Dios.

Mientras más amemos a Dios aquí, tanto mayor será nuestra dicha en el cielo. Aquel que ama a su prometida sólo un poco, será dichoso al casarse con ella. Pero otro que ame más a la suya será más dichoso que el primero en la consumación de su amor. Del mismo modo, al aumentar nuestro amor a Dios (y nuestra obediencia a su voluntad) aumenta nuestra capacidad de ser felices en Dios.

Así, pues, aunque es cierto que cada uno de los que están

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