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MADRE TERESA DE CALCUTA


Enviado por   •  14 de Abril de 2013  •  6.790 Palabras (28 Páginas)  •  765 Visitas

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Madre Teresa de Calcuta alguien para imitar

26 de Agosto Dia nacional de la Solidariedad

Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.

Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. La M. Teresa aceptó enviar a un grupo de hermanas al Yemen, país musulmán donde ninguna influencia cristiana había penetrado desde hacía ochocientos años, pero con la condición de que pudiera acompañarlas un sacerdote. Durante los años 1980, la orden llegó a fundar una media de quince nuevas casas al año. A partir de 1986, se instaló también en algunos países comunistas, hasta ese momento prohibidos a cualquier misionero: Etiopía, Yemen del Sur, la URSS, Albania y China.

En marzo de 1967, la obra de la M. Teresa aumenta con una rama masculina: la Congregación de los Hermanos Misioneros. En 1969 nace la Fraternidad de los colaboradores seglares de las Misioneras de la Caridad.

En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas.

El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin por un paro cardiaco. Era primer viernes. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado el 13 de Septiembre, 80ta aniversario de la penúltima aparición de Fátima a quien ella tenía gran devoción.; y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios.

EJEMPLO DE VIDA2.4.1 Un lugar para morir “dignamente”

Durante el invierno de 1952, un día en que va en busca de los pobres, descubre en la calle a una mujer agonizante, demasiado débil para luchar contra las ratas que le roen los dedos de los pies. Tras llevarla al hospital más cercano, donde admiten a la moribunda después de muchas dificultades, la hermana Teresa tiene la idea de pedir a la autoridad municipal un local donde poder recibir a los agonizantes abandonados. Le dejan a su disposición una casa que en otro tiempo había servido de residencia a los peregrinos del templo hindú de Kali la negra, utilizado en ese momento por toda suerte de vagabundos y traficantes, y la hermana Teresa la acepta. Muchos años después, a propósito de los miles de moribundos que pasaron por aquella casa, llegará a decir: “¡Se mueren tan admirablemente con Dios! Hasta el momento no hemos encontrado a nadie que se negara a pedir perdón a Dios o que se negara a decir: Dios mío, te amo”,

Diciembre de 1964. El Papa Pablo VI llega a Bombay, donde debe presidir un Congreso eucarístico internacional. Millones de personas se agolpan a lo largo de los veinte kilómetros de recorrido que separan el aeródromo de la ciudad. Todos desean ver y oír “al mayor jefe religioso del mundo”. Entre los invitados al Congreso figura la M. Teresa de Calcuta. Pero, al dirigirse al palacio, se cruza con un hombre y una mujer exhaustos, con los rostros llenos de sangre y tan delgados que sólo les queda piel sobre los huesos. La M. Teresa se acerca a ellos e intenta sostenerlos, pero el hombre apenas tiene tiempo de proferir algunas palabras antes de entregar el último suspiro. Sin dudarlo ni un momento, la M. Teresa carga sobre sus hombros a la mujer y la lleva al hogar de los moribundos. Esa mujer exhausta representa a Jesús, al que hay que socorrer con prioridad, incluso a costa de un encuentro tan preciado con el Vicario de Cristo. Cuanto hicisteis a uno de esos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis, dirá Jesús en el juicio final (Mt 25,40).

La M. Teresa carece de ideas preconcebidas acerca de las obras que debe realizar. Se deja más bien guiar por la Providencia y por las necesidades de los pobres. Como ejemplo, el caso de un niño al que encuentra comiendo basura y que se queja del estómago: “–¿Qué has comido esta mañana? –Nada. –¿Y ayer? –Nada.”. Dos años más tarde, la M. Teresa instala el Centro de esperanza y de vida para acoger a los niños abandonados. De hecho, los que son conducidos a ese lugar, envueltos entre harapos o incluso con papeles, carecen de toda esperanza de vida aquí en la tierra. Reciben entonces el bautismo y se encaminan derechos al cielo. Muchos de los que vuelven a la vida son adoptados por familias de todos los países.

“Uno de los niños que habíamos acogido fue confiado a una familia muy rica –cuenta la M. Teresa–; era una familia de la alta sociedad que quería adoptar a un niño de corta edad. Algunos meses después, oí decir que aquel niño había contraído una grave enfermedad y que había quedado paralítico. Me dirigí a ver a la familia y les propuse: –Devuélvanme al niño y se lo cambiaré por otro con buena salud. –¡Preferiría la muerte antes que separarme de este niño!,

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