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Mesorprende DIOS


Enviado por   •  26 de Junio de 2014  •  1.543 Palabras (7 Páginas)  •  225 Visitas

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Me sorprende de Dios que no cesa de buscarnos, que la creación entera es una llamada al hombre. Que Él es protagonista en la vida que deja hacerse. Así encuentro el testimonio fundamental de aquel que no me habla de Dios con palabras, sino que su vida está impregnada de la presencia de Dios. Gente que entrega su vida (héroes cotidianos y anónimos), voluntarios, religiosos entregados a los pobres, iniciativas de mejoras de empleo, comunidades, grupos, acción social de las parroquias, creyentes fieles en su oración, jóvenes que buscan y que no se conforman con este mundo que nos tocó y que encuentran en Jesús un camino para construir un mundo más justo, solidario, fraterno. La llamada es a considerar al otro como tú, amar al otro como tu hermano. La llamada es a descubrir la dignidad del otro en el amor de un Dios que nos sobrepasa y nos ama a todos por igual. La llamada es a renunciar a ser más, para aprender a ser yo misma. Y cuesta desaprender todo lo adquirido, pero hay pocas cosas que nos acerquen más a Dios que la impotencia y la conciencia de nuestra limitación y pecado. La llamada es a conocer la realidad en toda su magnitud, y no sólo la parcelita en la que yo habito (¡los cristianos deberíamos ser puente y cauce entre la necesidad de tantos y el vacío de otros!). La llamada te hace tomar conciencia de lo que es el hombre; y, aunque te deja libertad para elegir, una ya no puede decir que no lo conocía, que no lo sabía.

Por eso es necesario descubrir al hombre, sufrir por el hombre, luchar por el hombre, amar al hombre para descubrir y amar a Dios.

Y la libertad, tan deseada, nos deja por otra parte ante la disyuntiva necesaria de adquirir o no el compromiso de ser hombres y mujeres de Dios, deseosos de amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos.

El sufrimiento del hombre me llevó a Dios, y Dios me acompañó, me quiso, me dio sentido y esperanza en mi lucha.

El compromiso también es proclamar con alegría lo que Dios hace con nosotros, no hacer de esto una vivencia intimista “que no se pueda contaminar”. Tenemos que ser capaces y audaces para suscitar la pregunta, para abrir a otros a la trascendencia de Dios, capaces de enlazar vacío y esperanza. Personas gratuitas en las relaciones, que no buscan eficacias ni utilitarismos, capaces de transmitir cómo Dios ama. Personalizar y servir sin esperar nada a cambio, sin exigir conversión. Personas capaces de provocar con nuestra vida, y para eso tenemos que mostrarlo; cristianos en la vida pública, dar razones de lo que somos y hacemos. La Iglesia no puede dejar de ser joven y, por ello, audaz, osada, descarada, libre y comprometida por encima de todo con la liberación del hombre.

La denuncia

Me sorprende de Dios que supo hacer surgir en su pueblo profetas cargados de esperanza y de denuncia. Dios no nos abandona, y el Espíritu sigue soplando de mil y una maneras diferentes. Signo de Jesús fue la denuncia, denuncia pacífica y autoritativa, de todo lo que no nos permite ser en plenitud hijos de Dios.

Denuncia contra la Deuda Externa promovida por sectores de la Iglesia, y en la que participan muchos más jóvenes que los que se pueden encontrar en la misa dominical, y que me habla de un desfase entre los ritos y la vida; y cuando los ritos no significan nada o no son capaces de transmitir la realidad que encierran, pierde su sentido celebrarlos.

Denuncia a veces insuficiente, denuncia esperada y acogida siempre por los jóvenes, que tal vez por edad o por condición anhelamos un mundo mejor. La Iglesia no es punta de lanza aquí, pero es verdad que promueve en muchos países (sobre todo en América Latina) una denuncia comprometida, que en muchos casos lleva a la muerte (a imagen de Jesús, una muerte no querida pero asumida como consecuencia de la vida), y ahí están Oscar Romero, Ellacuría y otros muchos en África y Asia. La denuncia tan importante como el anuncio se nos olvida muy a menudo. Y sólo tiene miedo, o no se atreve a denunciar, quien se cree algo más que un instrumento o un siervo inútil de Dios. Y así hacen unos (sobre todo misioneros) y no quieren reconocer que ésos son Iglesia. Denuncia aquí del consumo masivo e indiscriminado, de bienestar.

Denuncia de lo poco que estamos dispuestos a renunciar formarnos con dar lo que nos sobra. Denuncia de que en esta sociedad muchas veces viene a mi memoria el pasaje del Evangelio en el que los discípulos, “malhumorados” (supongo yo), le decían a Jesús que había otros que expulsaban demonios y no eran

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