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Oraciones Sin Estorbo


Enviado por   •  15 de Agosto de 2013  •  1.285 Palabras (6 Páginas)  •  343 Visitas

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Oraciones sin estorbo

En el hogar suelen producirse muchas situaciones tensas que dificultan la oración. El no poder orar con la esposa, o con el esposo, es una inmensa pérdida para el matrimonio y para la familia. Satanás lo sabe, y por eso ha desplegado todo su arsenal de maquinaciones mentirosas para impedir esta oración, que, de realizarse, será una inmensa pérdida para sus planes.

"Para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1ª Pedro 3:7)

Las palabras del apóstol aquí están dirigidas a los maridos. Se les exhorta a vivir con su esposa sabiamente. Según el consejo de Dios, es sabio dar honor a la esposa. (Dar honor es “atribuir valor e importancia”). Cabe preguntarnos: En las decisiones que tomamos, especialmente en aquellos asuntos que comprometen la vida familiar, ¿cuánto importa el consejo de nuestra ayuda idónea? ¿La valoramos, la honramos? Aun en nuestro vivir diario, la Palabra nos enseña que el casado ha de tener cuidado de cómo agradar a su mujer ( 1 Cor. 7:33).

Simple pero importante

La enseñanza respecto de la oración aquí parece extremadamente simple; sin embargo, las contingencias propias del diario vivir, más el defecto propio del carácter de los esposos (porque Cristo no está aun suficientemente formado en ellos), suelen ocasionar muchas situaciones tensas al interior del hogar, que debilitan la fe y entorpecen la oración.

Una vez más hemos de echar mano a la vida eterna que llevamos dentro (1 Timoteo 6:12), para que podamos hacer la voluntad del Señor. Uno de los gozos más grandes de un creyente son las oraciones contestadas, porque tenemos un testimonio objetivo de que Dios nos está atendiendo, y entonces la paz que sentimos no tiene parangón.

En cambio, cuando las oraciones están siendo estorbadas y no hay respuesta a ellas, parece que nos vamos secando por dentro, y en vez de ir avanzando, sólo tendremos un sentimiento de continuo fracaso. Es como si la vida misma fuera perdiendo para nosotros su razón de ser.

El Espíritu Santo atribuye aquí el estorbo a la falta de consideración del esposo hacia la esposa. Si bien esto puede ser recíproco, lo cierto es que recae sobre el varón –como representante de Cristo en el matrimonio, como cabeza de su hogar– el velar porque en su casa se viva sabiamente. Si esta condición no se cumple, a poco andar se notará la falta de respaldo del Señor en la vida cristiana. A causa de la inconsecuencia en la intimidad, se sufrirá una gran pérdida: las oraciones no encuentran respuesta, y la vida cristiana comienza a resentirse.

Pensemos por un momento que al enemigo de nuestras almas le conviene mucho que abunde el caos en el interior de la familia. Para él es una efectiva táctica de debilitamiento progresivo de los creyentes que termina anulándolos por completo. Él sabe muy bien que si los esposos aprovecharan bien su tiempo y comunión para orar a su Señor continuamente, sus malignos intereses se verían seriamente dañados.

Una promesa también para el matrimonio

Una de las enseñanzas más claras de nuestro Señor tocante a la oración es la de Mateo 18:19-20, donde se nos dice que “si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. La promesa es tremenda; sus alcances son ilimitados. Siempre hemos aplicado esta palabra a la iglesia en general, a la necesidad de estar unánimes a la hora de pedir por un avance en la obra del Señor, pero ¿cuánto más se podrá aplicar esta preciosa palabra al matrimonio creyente, en que dos siervos de Dios están allí compartiéndolo todo, con todos los intereses en común, viendo siempre las mismas necesidades en la familia, en la obra del Señor, y en el mundo que los rodea?

No podemos esperar la

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