Reflexion Timoteo
luver239 de Noviembre de 2014
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2 TIMOTEO 4, 6-8. 17-18
La fe, traducida en una confianza sin límites en el poder y en el amor del Señor, hizo que San Pedro y San Pablo no perdieran nunca el entusiasmo y la valentía en la predicación del evangelio. Por eso nosotros no debemos perder ese ánimo y gozo por ir a la misión, a llevar el evangelio del señor. Cada vez somos pocos los que vamos a misionar.
Los dos sufrieron calamidades sin cuento, en el cuerpo y en el alma, siendo encarcelados varias veces, continuamente perseguidos y, al final, condenados a muerte. Pero ninguna dificultad les quitó el ánimo, ni el entusiasmo interior. Igual que ellos, nosotros también pasamos por momentos difíciles, somos juzgados, criticados por los que no siguen a Dios, pero nada de esto nos debe impedir seguir en el camino, al contrario debemos adherirnos más al señor.
Su fe les dio siempre la seguridad de que el Señor resucitado estaba de su parte y, de hecho, esta seguridad de que el Señor les protegía y les amaba fue la que, realmente, les libró de todas sus ansias. Muchas veces, nuestros miedos y nuestras inseguridades, interiores y exteriores, son simplemente falta de fe. Si sabemos que Dios está con nosotros no podrán vencernos las dificultades, ni el dolor, ni la muerte. San Pedro y San Pablo fueron en esto, como en tantas otras cosas, un ejemplo admirable.
MATEO 16, 13-19
El evangelio de hoy habla de tres puntos: la opinión de la gente respecto a Jesús (Mt 16,13-14), la opinión de Pedro respecto de Jesús (Mt 16,15-16) y la respuesta de Jesús a Pedro (Mt 16,17-19).
Es Jesús mismo quien interroga sobre sí a los discípulos, para hacer brotar la respuesta de la fe. La fe comienza justamente cuando dejamos de cuestionar al Señor y permitimos que sea el quien nos cuestione, nuestra respuesta será entonces la expresión viva de nuestra fe.
Jesús interroga a los discípulos, pedagógicamente, en dos momentos sucesivos.
Primera pregunta: “¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” (16,13).
Con esta pregunta indirecta Jesús da a sus discípulos la oportunidad de expresar todo lo que han oído sobre el en el hablar común, dándole aquella respuesta genérica que no les compromete. “Ellos le dijeron: unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o algunos de los profetas” (7,14). Hoy en día la gente tiene diferentes opiniones sobre quien es Jesús.
Jesús que parece no prestar atención a esta respuesta, va directamente al grano:
Segunda pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (16,15). los interpela directamente “Pero ustedes”, ustedes que escuchan mi palabra, ustedes que han creído en mi, que viven conmigo, ustedes que son mi comunidad, ¿qué dicen de mi?
Pedro, responde en nombre de todos. “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (16).
La profesión de fe de Pedro es la profesión de nuestra fe cristiana. Jesús es el Cristo, el único Cristo, el Hijo de Dios, el Hijo amado del Padre, enviado al mundo para que en el tengamos la vida (ver Juan 3,16). Pedro ha sido, en este momento, admitido a participar en el secreto de Dios.
Después de la respuesta de Pedro, Jesús hace caer en cuenta que ésta no proviene de la lógica o de la comprensión humana; es una respuesta sugerida en el corazón por el Padre: “Dichoso tu, Simón hijo de Juan por que no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que esta en los cielos” (16,17).
Pedro es Piedra. Pedro debe ser piedra, esto es, debe ser fundamento firme para la Iglesia para poder resistir contra las puertas del infierno. Con estas palabras de Jesús, Mateo anima a las comunidades perseguidas de Siria y Palestina. A pesar de ser débiles y perseguidas, las comunidades tienen un fundamento firme, garantizado por la palabra de Jesús. La piedra, como fundamento de la fe.
La palabra Iglesia,
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