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Religion De Los Incas


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2012  •  2.374 Palabras (10 Páginas)  •  387 Visitas

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La Religión Inca

Representación del hombre Sol: IntiEl Dios Sol, Inti, fue desde los principios el Dios más reverenciado, a quien se ofrecía el mayor número de tributos, mujeres y de sacrificios, que como ahora sabemos, iban a parar a la casta de los sacerdotes y a la familia real. Incluso los emperadores le rendían tributo tras conquistar nuevas tierras. En toda región conquistada se levantaba algún altar en su nombre; frecuentemente la adoración a Inti (Dios principal) y al Sepa-Inca (soberano, rey, emperador) eran confundidas.

La religión Inca respetaba las creencias y costumbres de cada comarca, pero también exigía que se le rindiese homenaje a Inti, Dios principal, y que se entregaran los debidos tributos. La imposición de Inti iba de la mano con las conquistas territoriales. El más famoso de sus templos era el Coricancha, en Cuzco, que brillaba sobretodo por todo el oro con que estaba adornado, aunque su construcción estructural no presentase demasiada refinación: el plano era idéntico al que presentaban las construcciones de las casas familiares. En su jardín se realizaba la fiesta de la siembra, cuando el emperador sembraba simbólicamente pepas doradas de maíz, que pasaron a formar parte del inventario del rescate de Atahualpa, y que dio origen a algunas leyendas que afirmaban que todo en el jardín era de oro: árboles, hierbas, flores e insectos.

Existía sin embargo otro Dios mayor, Viracocha (que significa “mar de aceite”), el Creador, cuyo culto fue introducido por el emperador Pachacuti tras soñar con él antes de la batalla de la conquista de los Chancas. Pachacuti instauró su culto e incluso desplazó a Inti como Dios supremo por un tiempo, adquiriendo Viracocha una importancia súbita tras la ascensión de Pachacuti, quien era su protegido; el emperador hizo que se le ofrecieran tributos y se le rindiese culto, e hizo construir una estatua del tamaño de un niño de diez años con el dedo índice extendido, como quien ordena.

Algunos historiadores han afirmado que la existencia del Dios creador se remonta a la civilización Tiahuanaco, pero según el autor es la representación de un mismo Dios que se ha venerado en toda América, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego: el Dios creador y héroe civilizador. El gran Dios crea todas las cosas, instaura leyes, enseña técnicas a los hombres, y luego se retira no sin anunciar su retorno; tal es la constante.

ViracochaViracocha hizo primero el cielo y la tierra, además de una humanidad que vivía en las tinieblas; castigó a esta última por alguna falta (no especificada) y la convirtió en figuras de piedra. Luego salió del lago Titicaca donde reposaba, y creó Tiahuanaco, creando en la piedras gente con jefes para gobernarlas, mujeres embarazadas y niños, ordenándoles que se establecieran en lugares que el mismo había señalado. Abandonando su función creadora, se hizo civilizador, dispuso leyes y enseñó las artes. Finalmente, cuando todo marchaba bien, recorrió los Andes con un misterioso compañero, el “Engañador” de las mitologías indígenas, timador y estúpido que se opone al héroe civilizador (se cuenta que Viracocha, antes de crear todas las cosas, tuvo un hijo muy malo llamado Taguapica, que siempre contradecía a su padre, destruyendo lo construido y secando sus fuentes). Después de varias andanzas que explicaron muchas cosas naturales, Viracocha extendió su manto sobre el océano, se posó en él y desapareció en el horizonte buscando el sol poniente.

Según textos escritos por misioneros e indígenas que plasmaron los cantos al Creador, Viracocha era el creador del Sol y de los otros dioses, de los hombres y del alimento. Quizás uno de los textos más representativos es aquel que logró escribir el indígena Yamqui Pachacuti en el siglo XVII:

“A Viracocha, poder de todo lo que existe, sea masculino o femenino. / Santo, Señor, Creador de la luz naciente, / ¿Quién eres? ¿Dónde estás? / ¿no podría verte yo? En el mundo de arriba, en el mundo de abajo, / ¿en qué lado del mundo se encuentra tu poderoso trono? / ¿en el océano celeste o en los mares terrestres, en dónde habitas? Pachamachac, Creador del hombre. / Señor, tus servidores con los ojos manchados desean verte... / El sol, la luna, el día, la noche, el verano, el invierno, no son libres. / Reciben tus órdenes, reciben tus instrucciones. / Vienen hacia quien ya es ponderado... / ¿a dónde y a quienes has enviado el brillante cetro? / Con boca jubilosa, con lengua jubilosa, de día y de noche tu llamarás. / Gozoso, tú cantarás con voz de ruiseñor. / Y tal vez para nuestro regocijo, para nuestra buena fortuna, en no importa qué rincón del mundo, el Creador del hombre, el señor todo poderoso te escuchará... / Verdadero en lo alto, verdadero en lo bajo, Señor, modelador del hombre, poder de todo lo que existe, único creador del hombre, diez veces yo te adoro con mis ojos manchados. / Qué esplendor!.../ Vosotros, ríos, cascadas, vosotras aves / dadme vuestra fuerza y cuanto podáis, ayudadme a clamar con vuestras gargantas, con vuestros deseos, y nosotros, recordando todo, alegrándonos / seremos dichosos. Y así, llenos, partiremos”. La prohibición de los cultos del Sol y de Viracocha echaron al olvido muchos rastros de música genuinamente incáica, y lo que hoy se conoce como tal no son más que creaciones musicales posteriores.

Después de Inti y Viracocha, le seguía en importancia y veneración Illapa, el Trueno, el dios del rayo, del granizo y de la lluvia. Recorría los cielos y estaba representado por la Osa Mayor, sentado a veces en las orillas de un río (la Vía Láctea) donde recogía el agua para derramarla luego sobre la tierra. También se le veneraba y erigían monumentos, sobretodo en las cimas de las montañas, con especial atención durante los períodos de sequía; era acarreado sentado, como se lo hacía con el Inca, en un palanquín con incrustaciones de oro.

La luna era adorada como hermana y esposa del sol, representada también con un disco pero de plata. Los astros nocturnos eran reverenciados por la creencia de dioses que aseguraban la prosperidad de los rebaños; así, la constelación de Lira era el dios de las Llamas, la de escorpión representaba un felino y las Pléyades era la madre. Además de los tres dioses principales también se rendía culto, como ya fue mencionado, a innumerables huacas que eran consideradas sagradas; aquellas podían ser tanto grutas, montañas, lagos y piedras como templos, tumbas o pilares. Por lo general, todo lugar donde había pasado o reposado un Inca era declarado huaca, por el mismo, o por la gente de las comunidades. “La huaca, fuera lo que fuese, era un objeto sagrado. Tenía una fuerza sobrenatural con la que era

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