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Somos Hijos De Dios

laurisarrublis15 de Mayo de 2013

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- Somos hijos de Dios.

La vocación fundamental del hombre es la vocación a la vida, una vida concebida como semejanza

de la vida de Dios. Descubrir a Dios Padre como creador provoca el conocimiento de que la vida es

una entrega a la libertad del hombre, llamado a dar respuesta personalísima y original, responsable

y llena de gratitud. Dios me ha llamado de la nada. Entre los miles de millones de seres posibles, Él

me ha elegido y me ha llamado a mí. El hombre es vocación a Cristo, por lo mismo, vocación a la

Iglesia, conjunto de los que forman el Cristo actual. Si, pues, todo ser humano tiene su propia

vocación desde el momento de su nacimiento, existen en la Iglesia y en el mundo diversas

vocaciones que manifiestan la imagen divina impresa en el hombre.

Cuando la Biblia habla del hombre a imagen de Dios, se refiere al hecho de que el hombre tiene un

alma espiritual. Está por encima de los otros seres vivientes que habitan en la tierra. El hombre no

es una cosa, sino una persona. El Hombre, por tanto, puede pensar; puede amar a otras personas; 2

puede componer una sinfonía; puede escoger el bien; todas las cosas que ni un perro, ni una

lagartija ni ningún otro animal puede hacer. Pero, aunque podamos hacer todas estas cosas,

debemos preguntarnos ¿por qué Dios nos hizo así?

Ciertamente Dios, que sabe todo, no necesita que nosotros pensemos, ni que le toquemos alguna

sinfonía, pues los ángeles cantan mucho mejor que nosotros. La razón es que Dios nos ha hecho a

su imagen para conocerle y amarle. De todas las criaturas visibles, sólo el hombre es “capaz de

Dios.” De todas las cosas de este mundo, sólo el hombre está llamado a vivir con Dios en el mundo

más allá. Y siendo a Imagen de Dios, el hombre está llamado a amar: primero a Dios y luego a

todo el que tiene semejanza con Dios, es decir, a cada persona humana, pues cada persona está

hecha a imagen de Dios.

Sin embargo, por el pecado el hombre nace con una imagen deformada. Cristo, al redimirnos, no

solo rehízo esta imagen desfigurada por el pecado, sino que nos ha dejado dones para

embellecerla aún más: nos dejó la gracia, a la Iglesia y en ella a los sacramentos. Por eso el

momento de la crucifixión es la mayor muestra de amor, de libertad. El hombre se conoce mejor a

esta luz. Y muchas realidades que eran incomprensibles como el sufrimiento humano y la muerte

se comprenden y aclaran gracias a que Cristo se encarnó, nos redimió y resucitó. Por eso se

comprende que al final del evangelio Jesús ordene a los discípulos que vayan por todo el mundo y

bauticen en nombre de la Trinidad y enseñen lo que Él ha mandado (Mt 28, 19 y ss).

Un hijo crece para parecerse a sus padres. De manera similar, Dios quiere que Sus hijos se

vuelvan más y más como Jesucristo. Aunque solo en el cielo podremos ser perfectos, un hijo de

Dios no pecará habitualmente y sin arrepentirse. “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es

justo, como Él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el

principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es

nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede

pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo:

todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.” (1 Juan 3:7-10).

No nos equivoquemos; un hijo de Dios no puede ser “repudiado” por pecar. Pero alguien que

“practica” el pecado (por ej. que consistentemente disfruta el pecar

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