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Temor De DIOS


Enviado por   •  21 de Mayo de 2014  •  415 Palabras (2 Páginas)  •  296 Visitas

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EL SÉPTIMO DON DEL ESPÍRITU SANTO ES EL TEMOR DE DIOS.

No se trata de un miedo, ni distancia, sino el humilde reconocimiento de la infinita grandeza del Creador. Es temor a ofender a Dios, reconociendo la propia debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor a Dios. El alma se preocupa de no disgustarlo, de "permanecer" y de crecer en la caridad.

Es un recordatorio ante la facilidad con que, a veces, desobedecemos la ley de Dios.

La Santísima Virgen ante el anuncio del mensaje del ángel “se turbó” (Lc 1, 29). Aún trepidante por la inaudita responsabilidad que se le confiaba, supo pronunciar el Fiat de la fe, de la obediencia y del amor.

De este santo y justo temor, unido en el alma con el amor de Dios, depende toda la práctica de las virtudes cristianas, y especialmente de la humildad, de la templanza, de la castidad, de la mortificación de los sentidos.

Recordemos la exhortación del Apóstol Pablo a sus cristianos: "Queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios» (2 Cor 7, 1).

Es una advertencia para todos nosotros que, a veces, con tanta facilidad transgredimos la ley de Dios, ignorando o desafiando sus castigos. Invoquemos al Espíritu Santo a fin de que infunda largamente el don del santo temor de Dios en los hombres de nuestro tiempo.

Es en el sacramento de la reconciliación donde podemos experimentar la grandeza de su misericordia, cuando aceptamos nuestras faltas presentando a Dios un corazón arrepentido, confesando que hemos ofendido su amor de padre y como el hijo prodigo del evangelio reconocemos que hemos pecado contra Él y no merecemos ser sus hijos, En este momento el espíritu Santo nos concede su perdón para encontrarnos nuevamente en su presencia.

Que el Espíritu Santo nos regale la gracia del santo temor a Dios para no ofenderle con nuestros actos, Buscando permanecer y perseverar en nuestra conversión y luchando por nuestra salvación.

ORACION

Concédeme que Te venere y Te amé cual lo mereces; que ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor de Dios; que tema el pecado más que ningún otro mal; que prefiera perderlo todo antes que tu gracia; y que llegue un día a aquella feliz morada, donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo, y, cual tierna madre; enjugas “toda lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno, sino eterna felicidad.

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