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Valor Historico De Los Evangelios

jerazo5713 de Marzo de 2013

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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES

DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES. ÁREA DE TEOLOGÍA

VALOR HISTORICO DE LOS EVANGELIOS

Por: Dora Eugenia Tobar Cobo

1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA :

Todo discurso sobre Cristo tiene que, necesariamente y de entrada, abordar la cuestión de cómo acceder a Jesús hoy, dadas las distancias histórica, temporal y cultural que nos separan de El. Basarse en los datos de la tradición es siempre aconsejable y sano pero, si esta opción no va respaldada por razones claras y serias, daremos la impresión de estar de espaldas a las apremiantes y profundas críticas que la mentalidad actual nos lanza acerca de la veracidad de las fuentes en la cuales se apoya de la Tradición cristiana. O por lo menos nos encontraremos en el mismo plano de quienes alegan poseer datos veraces sobre Jesús, basándose en interpretaciones que novelistas o directores de cine hacen de ocurrencias o hallazgos arqueológicos del tiempo de Jesús.

La tarea no es sin embargo fácil ; Si no hay modo de garantizar un acceso al Jesús histórico y al sustrato histórico de los Evangelios, el cristianismo se reduce a una filosofía más, a un mensaje puramente humano que terminó por sacralizarse. Pero por otro lado, ¿Cómo hacerlo si los Evangelios no parecen ajustarse a las características propias de un texto histórico ?

Desde hace un siglo la crítica literaria e histórica nos puso al descubierto por ejemplo, las múltiples contradicciones en los datos que presenta el Nuevo Testamento (Por ejemplo, según los sinópticos, la vida pública de Jesús duró 3 años y según Juan 1½ o 2) ; así mismo, muchas narraciones de acontecimientos bíblicos resultan hoy imposibles de ser aceptados como tales, por lo menos desde la mentalidad científica. Por ejemplo, que una estrella se haya posado sobre un pesebre de Belén, sin que éste fuera carbonizado, o que un hombre convierta el agua en vino con sólo una señal etc.

La evidencia de estas contradicciones o inexactitudes científicas no sólo causó perplejidad y hasta espanto en las conciencias de los cristianos del siglo pasado, sino que hizo imperante la necesidad de una explicación Teológica.

La así llamada “Teología liberal” de finales del siglo XIX, fue la primera que asumió el problema aunque no puedo evitar verse envuelta en la crisis misma. Porque, nacida en medio del ambiente racionalista de las ciencias liberales, esta corriente teológica manejó el concepto de que existen sólo dos clases de relatos: los histórico-verificables que por su categoría de comprobables serían entonces los únicos “reales” y ciertos, y Los subjetivos, inverificables y míticos o en el peor de los casos, irreales y fantasiosos. Ahora bien, dado que el Nuevo Testamento no presenta las características propias de la literatura histórica moderna,(verificable) los teólogos liberales terminaron por catalogar los Evangelios dentro del segundo grupo de relatos. Esto es, como un texto eminentemente teológico y simbólico, cuyo contenido habría tenido por origen la experiencia de fe de los autores, pero del cual sería imposible extraer datos históricos sobre la vida de Jesús. Ni siquiera, llegó incluso a decir Strauss, podríamos asegurar que Jesús de Nazaret existió realmente. Lo único que quedaría de cierto es que el mensaje del N.T. tiene sentido y validez para la vida de los hombres que desean seguirlo, sin que esto nos evite la sospecha de que se trata de un texto subjetivo, científicamente inverificable, y por tanto, de alguna manera, fantasioso.

Paralela a esta visión teológica que le quita todo valor histórico al N.T. se dio el otro extremo representado por quienes acríticamente consideran los evangelios como relatos históricos - verificables. Hoy se impone entonces el reto de salvaguardar el valor de las fuentes inspiradas y reveladas sin desconocer los datos de la crítica histórica y literaria.

De la Teología liberal hay que rescatar el descubrimiento de que los Evangelios no son libros biográficos sino el testimonio de fe de la comunidad cristiana primitiva que experimentó a Jesús como salvación. Esto es, el N.T. es ante todo un texto teológico (no historiográfico) que transmite una experiencia real de la salvación, haciendo uso de un lenguaje simbólico. Lo que si no compartimos es la idea de que dicho testimonio teológico y de fe no tenga ningún sustrato histórico.

En el fondo la pregunta a la cual debemos responder es la siguiente: ¿Es el N.T. una fuente fiable y con autoridad para acercarnos al conocimiento de Jesús? Dicho de otro modo, ¿podremos basarnos en los Evangelios para proclamar la verdad sobre Jesús? Esta misma pregunta puede explicitarse de la siguiente forma : ¿Cómo responder a quienes afirman que el N.T. es un libro escrito por unos fanáticos, que quisieron hacernos creer que existió un judío llamado Jesús, que hizo milagros, murió en una cruz, resucitó y era el Hijo de Dios ?

Para responder a estas cuestiones creemos conveniente analizar los siguientes puntos: En primer lugar, ¿Qué entiende la ciencia actual por testimonio histórico?; En segundo lugar; ¿Cuál fue el proceso histórico de la formación de los Evangelios ?; En tercer lugar , Los géneros literarios del N.T. y finalmente, los criterios o condiciones científicas por las cuales se considera fiable o no una fuente literaria, en confrontación con las características del N.T.

2. QUÉ ES UN TESTIMONIO HISTÓRICO Y QUÉ NO LO ES.

Al igual que muchas ciencias, también la comprensión de qué es la historia o qué significa ser historiador o escribir la historia, ha variado desde el racionalismo hasta nuestros días. Sin quitar la idea de que el verdadero historiador se ciñe a los hechos, nadie desconoce hoy que es imposible lograr la “pura objetividad” al mirar los acontecimientos.

Todo autor está necesariamente implicado en los análisis y observaciones que hace de los sucesos. La cientificidad por eso se califica más desde la seriedad y lógica con la cual el historiador realiza sus investigaciones, interpretaciones y planteamientos de los hechos del pasado o del presente, que desde la sola comprobación de los hechos de los cuales habla.

Dicho de forma más explícita, hoy se aplica el término de “Historiografía” a la práctica de reunir y relatar, lo más escuetamente posible, los acontecimientos (EJ. hacer un documental). Y se llama historiador a quien reconoce un hecho que, por su importancia y relevancia, es interpretado por éste como suceso histórico. Es decir, nadie desconoce que precisamente el genio interpretativo y analítico (si usted quiere, “subjetivo”) del autor es el que determina en el historiador su competencia en la materia.

De igual modo se considera que para que un suceso sea histórico, o por lo menos tenga un lugar significativo en la memoria de los pueblos, es preciso que esté compuesto de los siguientes elementos:

a. El hecho en sí : algo tiene necesariamente que haber sucedido para que sea parte de la historia humana.

b. La interpretación: además de haber sucedido , un hecho debe significar algo, debe tener importancia. Dicha importancia sólo es captable por la conciencia interpretativa del ser humano y su grado determina la historicidad misma del hecho. Así por ejemplo, la muerte por infarto de un presidente de una nación es históricamente importante, mientras la muerte por infarto de otros cientos de personas en el mismo día, no lo es.

c. La repercusión o relevancia: por último, un hecho histórico adquiere su puesto en la memoria humana según la repercusión que él y su significado- tienen en la vida de los hombres. En otras palabras, se refiere al influjo y consecuencias que alcanzó o puede alcanzar en la existencia. Tal es el caso del primer transplante de riñón, la llegada del hombre a la luna o la entrada de la primera mujer a realizar estudios en una facultad de medicina. La repercusión que estos hechos han tenido en la conformación posterior de la vida de los hombres, los incluirá siempre entre los eventos históricos señalables.

Ahora bien, teniendo en cuenta estos presupuestos (el hecho en sí, su significado y su relevancia) nos es posible deducir que por ser el resultado de una captación o interpretación teológica, el testimonio que de Jesús hace el N.T. no deja de tener en sí un valor histórico. Por el contrario, nos remite a una realidad cuya importancia la testimonian la profundidad y riquezas mismas desde las cuales fue interpretada. Dicho de otro modo, al leer en las páginas del N.T. lo que la fe captó de Jesús, nos es posible y legítimo preguntarnos: ¿qué clase de hombre fue éste que suscitó tal fe y captación de su vida ? Es decir, a través de las interpretaciones nos es posible llegar a la importancia, al hecho que las suscitó: La vida de Jesús.

Sin embargo, el que lleguemos a conocer los hechos y palabras de Jesús que estarían detrás de la interpretación que de ellos hizo la comunidad cristiana no nos garantiza que hemos encontrado “la verdadera historia de Jesús”. Como ya lo dijimos, la interpretación de un hecho es parte integral de éste y sin ella un acontecimiento sería indiferente, no sería perceptible por los seres humanos.

Por otra parte, no podemos olvidar que si todavía hoy, después de 20 siglos, Cristo sigue siendo un “fenómeno” que suscita interés es porque su vida ha repercutido en la historia de muchas personas. Precisamente esta relevancia

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