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Viacrucis


Enviado por   •  16 de Mayo de 2013  •  1.878 Palabras (8 Páginas)  •  265 Visitas

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VIACRUCIS

Ambientación. Seguir a Jesús en su camino hacia el Padre pasa por la cruz. Nos unimos para orar y pedir que nuestro seguimiento sea auténtico y hasta el final, que Dios nos dé la fuerza para llegar hasta la cruz en nuestra fidelidad a su llamada. Lo mismo que Jesús, también nosotros debemos abrazar la cruz en nuestras vidas para así resucitar después con Él y sentir el gozo del que ve que el sufrimiento por amor tiene un sentido. Esta forma se seguir a Jesús debe iluminar nuestro día a día.

Leemos Mc 8, 34-37: «Después Jesús reunió a la gente y a sus discípulos y les dijo: si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por la buena noticia, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida? ¿Qué puede dar uno a cambio de su vida?».

Primera: Jesús es condenado a muerte. Señor, has dicho muy claramente la verdad a todos. Y te han denunciado a las autoridades y las autoridades te han condenado.

No interesan los hombres que dicen la verdad, los que no se dejan comprar con dinero, los que no trafican ni negocian con la vida de los otros. Cada vez que actúe como tú me acusarán, me intentarán quitar de en medio.

Dame fortaleza y valentía para luchar y vivir tu Evangelio.

Segunda: Jesús con la cruz a cuestas. El que quiera ser discípulo mío, tome su cruz cada día y sígame. Señor, yo quiero ser tu discípulo y quiero cargar con mi cruz, pero me resulta muy difícil, se me hace pesada. Es más cómodo ir tirando, confundirse en la masa, en el grupo, ser uno más. Es más rentable vivir para uno mismo, dejar a los otros con sus problemas. Yo quiero seguirte, pero... Señor, ayúdame cada día a seguir el camino que tú me señalas.

Tercera: Jesús cae por primera vez. La primera caída. La primera caída tuya, Jesús. No me agrada el que te hayas caído. Me duele recordar mi primera caída. Esa caída, que fue cosa de niños. Esa caída que pensaba que no tenía importancia.

Pero mi primera caída, mi primer despiste, ha dejado huella en mí. La primera caída ha abierto el camino a otra segunda y a otras muchas caídas. Tal vez la primera caída es la más importante: el primer desánimo, el primer desengaño, la primera irresponsabilidad... Líbrame, Jesús, de la primera caída, de la primera deserción.

Cuarta: Jesús encuentra a su madre. De nuevo con la cruz a cuestas. No puedes fallar, tienes que llegar hasta el final. Te sigue una multitud de curiosos. Algunos quisieran echarte una mano, pero no se atreven. El qué dirán los otros les pesa mucho. Estás solo, completamente solo. Bueno, completamente solo, no; está María, tu madre. Ella, con su corazón dolorido, te sigue de cerca. Vuestras miradas se cruzan. Tu dolor aumenta al ver su dolor. ¿Puedo quedar yo impasible ante tanto dolor, ante tanta injusticia que me rodea? Enséñame, María, a estar al lado de los que sufren, de los más pobres, de los necesitados.

Quinta: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz. Temen que no llegues al final. Te ofrecen una ayuda. Tú aceptas la ayuda de Simón de Cirene. Me molesta que hayas aceptado su ayuda. Me siento incómodo, nervioso. ¿No me estarás diciendo que quieres mi ayuda, que deje mis planes, mis proyectos, mis ilusiones y que me fije en esos hombres que no pueden con su cruz, que necesitan a alguien que les ayude a llevar su cruz? No me compliques mi vida, Jesús, déjame en paz, déjame ser uno más. ¿Y los que no tienen paz, los que sufren, los abandonados...? Piénsalo, te necesito y te necesitan.

Sexta: La Verónica enjuga el rostro de Jesús. Por fin una muestra de cariño. La Verónica se adelantó y limpió el rostro de Jesús. ¿Qué hacemos los cristianos con tu imagen, con tu palabra, con tus sacramentos? Desfiguramos tu rostro con nuestras obras, con nuestra manera de vivir. Necesitamos lavar nuestra cara para no ofrecer una mala imagen de discípulo tuyo. Siempre hay algún valiente que se lanza, que no se deja llevar por los otros. Necesitamos cristianos que revelen tu rostro, que te den a conocer a los demás. Perdóname las veces que he sentido vergüenza de conocerte, de ser cristiano. Aleja de nosotros la cobardía.

Séptima: Jesús cae por segunda vez. Otra vez por tierra. La subida se hace cada vez más pesada. Con esta caída me haces pensar en mi vida: las dificultades, el cansancio, la monotonía, el ir rodando. Me recuerdas mis caídas. No es lo peor el que sean muchas, sino que ya no me sorprenden, porque me he acostumbrado a ellas. Siento, Jesús, mi alma un poco endurecida. No siempre tengo fuerzas para enfrentarme con mi realidad. A veces me desanimo al ver mi vida: pecar, confesar, pecar. Hazme sentir el peso de mis caídas y dame fuerzas para no desanimarme y seguir, porque sé que los hombres me necesitan.

Octava: Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén. Hay corazones sensibles a los problemas de los demás. Tus palabras a las mujeres que lloraban me hacen mucho bien: «No lloréis por mí, llorad por vosotras, llorad por vuestros pecados». Tú estabas donde tenías que estar, hacías lo que el Padre te había encomendado. Pero a mí, Señor, me gustan los aplausos, el que los demás se

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