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Aquella tarde de lluvia nos habíamos reunido un grupo grande de amigos en una casa de campo


Enviado por   •  24 de Junio de 2014  •  Ensayos  •  1.106 Palabras (5 Páginas)  •  310 Visitas

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Aquella tarde de lluvia nos habíamos reunido un grupo grande de amigos en una casa de campo. La mayoría de nosotros llevábamos algunos meses sin vernos. Todos estábamos contentos de poder encontrarnos de nuevo en un lugar tan agradable. Se podía oír la lluvia cayendo sobre el tejado. El olor a café llenaba la estancia. Mientras lo tomábamos charlábamos animadamente. Tras algunas bromas y charla distendida, la conversación fue derivando hacia temas más personales. Mi amigo Andrés comentó con preocupación que pronto se tendría que enfrentar a una prueba importante. Faltaban sólo dos meses para el examen de unas oposiciones. Estaba dedicando muchas horas al estudio, pero desconfiaba de su mala memoria y se quejaba de lo difícil que le resultaba estudiar. Además la materia era poco atractiva, lo que le suponía un esfuerzo añadido.

Marta, otra de las presentes en el grupo se solidarizó con Andrés. Entendía lo mal que lo estaría pasando porque ella también se enfrentó a algo parecido mientras estudiaba en la universidad. Su mala capacidad para retener información hizo que tuviera que repetir trabajosamente el último año de carrera.

Carlos, la pareja de Marta, se quejaba de que le costaba recordar los nombres de las personas que le presentaban y que su memoria era insuficiente para dominar con fluidez el idioma alemán. Algo que le permitiría promocionarse en su empresa y ocupar un puesto mucho mejor pagado.

La incredulidad se reflejo en sus caras

En un momento de pausa, sonreí y dije una frase que causó revuelo: “Tener buena memoria es algo sencillo. Sólo es cuestión de método”.

- ¡Venga hombre! Ya salió el listo. Cualquiera que te oiga se lo podría hasta creer. Menos mal que yo te conozco desde el instituto. ¡Pero si precisamente tu siempre tenías que pasarte horas y horas empollando! Fallabas como los demás y te costó lo tuyo terminar los estudios….

- Marta dijo: “¿Estás hablando en serio?”

- “¡Por supuesto! ¡Que alguien coja un boli y un papel!

Ana, otra chica del grupo, dio un salto y se fue a buscar su bolso. – Ja, ja, ja. Esto se pone interesante…. – exclamó mientras se hacía con el bolígrafo y una pequeña libreta.

Mientras acomodaba mi espalda en el sofá y respiraba hondo, les lancé un reto: “Señoras y señores (dije con voz circense): Me presto a memorizar una lista de cincuenta números de teléfono de siete cifras de una tacada. Que alguien diga los números en voz alta y yo los iré memorizando”

De las risas al asombro absoluto

Si hasta ese momento tenía el beneficio de la duda, cuando dije lo de los números empezaron a partirse de risa. Creyeron que bromeaba. Me costó trabajo que me tomasen en serio. Por fín Ana dijo: “Bueno, que lo demuestre. Con que se acuerde de la mitad, ya me vale”.

Carlos tomó el bolígrafo y la libreta; Ana una guía de teléfonos. Mientras ella recitaba los números de forma pausada, él anotaba las cifras y yo iba memorizando. Al finalizar los cincuenta números, hubo un gran silencio……Todos clavaron sus ojos en mí, esperando que me desmoronase y dijese que había sido una broma. Esperé unos segundos para darle más emoción a la cosa, bajé la cabeza y luego la subí lentamente con una sonrisa de satisfacción.

Entonces…empecé a repetir los números. En su correcto orden. Uno tras otro. Los murmullos de asombro empezaron a oírse. Pero lo mejor vino después: Cuando finalicé y antes de que nadie dijese nada, comencé a repetir los números a la inversa. Es decir, del cincuenta hacia atrás. Por último, les dije que me preguntasen de forma salteada. Cual era la cifra que ocupaba la posición 32 o la 43 o la 18. Los aciertos

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