ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Arbol de problemas


Enviado por   •  12 de Agosto de 2015  •  Documentos de Investigación  •  9.564 Palabras (39 Páginas)  •  173 Visitas

Página 1 de 39

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COLOMBIA

DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES

SEMINARIO SOBRE LA MISIÓN INSTITUCIONAL

LA OPCIÓN[1] POR EL REALISMO METAFÍSICO COMO PRINCIPIO RECTOR QUE POSIBILITA EL DESARROLLO DE LA MISIÓN INSTITUCIONAL: UN CAMINO PARA OFRECER LAS CONDICIONES INTELECTUALES QUE PERMITAN AL HOMBRE CONOCER Y AMAR A DIOS

Por Édgar Antonio Guarín Ramírez

Introducción

Para empezar, quisiera referirles una situación que tuve que ver en días pasados. A un pequeño restaurante, en el que estaba tomando mi almuerzo, llegó un señor de unos 25 años; como hacía calor, se levantó y prendió un ventilador que había allí; curiosamente, no lo puso a girar, sino que utilizó el mecanismo para hacer que el aire le llegara sólo a él. Minutos más tarde, llegaron tres personas más y se hicieron en la mesa contigua; como el aire daba de frente fuertemente, una de esas personas se levantó y puso a girar el ventilador. De inmediato, el señor que había llegado primero se levantó y dejó, nuevamente, estático el ventilador; acto seguido, el otro se levantó y lo puso a girar, y vino la confrontación que, solamente, la policía pudo remediar.

Me pareció oportuno traer este hecho a colación como comienzo de esta reflexión porque, en el marco de la discusión entre estas personas, escuché decir muchas veces el monosílabo “Yo”: yo quiero, yo deseo, yo estoy, yo no estoy, yo… yo…. yo; palabra que se ha vuelto de uso recurrente en nuestro medio familiar, escolar, universitario, al punto que, en aras de desplegar el libre desarrollo de su personalidad, cada uno quiere hacer, opinar, decir, lo que le plazca, y se cree legitimado para hacerlo.  Asistimos a una “explosión del yo”, que ha llevado a un marcado individualismo,  en donde ya no hay verdad ni bien que puedan existir con independencia del sujeto y, cuando a una persona que vive con dichas convicciones se le dice que aquello que afirma no es verdad, o  aquello que hace no está bien, de inmediato contesta: ¿y qué es la verdad y qué es el bien? interrogantes lapidarios que muchas veces nos dejan sin aliento y sin respuestas, no porque no las tengan, sino porque, a pesar de que se den muchas razones que, contrastadas con la realidad son válidas, es difícil hacer salir de su lobreguez y encierro a una mente que se ha enclaustrado en su propio yo.

 

Pues bien, mi tesis es que este es el producto de un mundo  que  está dominado por una manera de ver las cosas, que ha sido heredada de la modernidad –aunque ya en la filosofía anterior a este período, hubo algunos pensadores que manifestaron en sus ideas dicha tendencia-, en la cual, la ecuación inteligencia-objeto y voluntad-bien, se invirtió: no es el ser y sus principios el que ahora gobierna y organiza la actividad intelectual humana, sino que es el hombre el que determina el ser; tanto el objeto de la inteligencia –la realidad-, como el de la voluntad –el bien-, son construcciones de la respectiva facultad en el hombre, teniendo ello como consecuencia, que la trascendencia y la heteronomía, se mudan  en inmanencia y autonomía del sujeto. A esa manera de concebir al mundo y al hombre,  se llama idealismo.  Y aunque movimientos  como el fenomenológico hicieron y siguen haciendo un esfuerzo por volver el intelecto y la voluntad hacia su centro natural, hacia el objeto de dichas facultades, esto es, hacia la verdad y el bien,   sus esfuerzos no han dado los frutos deseados porque no han podido  escapar del espíritu que orienta esa manera de filosofar: el poner al hombre como medida y fundamento  de las cosas.

Con lo anterior, no pretendo negar el valor de la inteligencia, ni la honestidad u originalidad de quienes, como filósofos,  están colocados en la posición idealista; si así fuera, dicha actitud no sería distinta de aquella que inspira y orienta al propio idealismo e, incluso, no tendría valor ni sentido hacer este ejercicio reflexivo. No obstante, como lo que constituye la norma suprema de la valoración de la reflexión filosófica, en cualquiera de los dos sistemas: realismo o idealismo,  es la verdad y no la originalidad, ni la honestidad, es preciso hacer los énfasis y precisiones que se encuentran a lo largo de estas líneas; énfasis y precisiones que orientan la vida y el quehacer educativo de la Universidad Católica de Colombia, por un querer propio de sus fundadores[2], y del cual no nos podemos sustraer.

Para poder desarrollar el fundamento de su misión, la Universidad Católica, fiel al sentir de la Iglesia,  ha querido adoptar, como principio básico,  un sistema de pensamiento filosófico, que le  permita desplegar toda su actividad educativa según sus fines misionales, y vivenciar sus compromisos; ese  sistema de pensamiento  es  el del realismo metafísico; sistema para el que la ecuación inteligencia-cosa y voluntad-bien, a la que aludía ut supra, no está invertida, puesto que  para el realismo, el eje sobre el que gira la reflexión filosófica no es el sujeto, sino el ser.  La del realismo, es un tipo de filosofía que no es “antropocéntrica”, en el sentido de ser una “filosofía del sujeto (sub-iectum=lo que está debajo)”, sino que es ontocéntrica –filosofía del ser-, en la cual,  no se minusvalora al hombre, sino que, por el contrario,  visto como persona,  tiene un puesto muy importante dentro del conjunto de los demás seres, por la posesión de las potencias superiores de la inteligencia y la voluntad, que le permiten ser dueño de sí y principio de sus propias acciones, tal como lo afirma Tomás de Aquino en el prólogo de la segunda parte de la suma teológica.  De allí, que en la Universidad Católica de Colombia, no se compartan ideas tan difundidas  hoy en día, como la de la  “neutralidad ética” cuyo basamento es una libertad de indiferencia;  ni  la del  “imperativo del relativismo” –o “Dictadura del relativismo” como la llama J. Ratzinger- respecto de la verdad.  

Lo anterior, no significa que en nuestra institución se tenga una mentalidad cerrada al diálogo, ni a la aceptación de lo plural; ni mucho menos, que se atente contra la universalidad del conocimiento, que hoy en día se predica con tanto ahínco, como algo propio de la universidad; todo lo contrario, la búsqueda de la verdad nos da apertura a los otros; nos lanza alcanzar el mayor conocimiento posible; nos invita a contrastar y a debatir; pero siempre con ese espíritu de apertura a la verdad y al bien,  que es propio de un realista.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (55.8 Kb)   pdf (313.8 Kb)   docx (34.9 Kb)  
Leer 38 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com