Arbol de problemas
Alejandro QuijanoDocumentos de Investigación12 de Agosto de 2015
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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COLOMBIA
DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES
SEMINARIO SOBRE LA MISIÓN INSTITUCIONAL
LA OPCIÓN[1] POR EL REALISMO METAFÍSICO COMO PRINCIPIO RECTOR QUE POSIBILITA EL DESARROLLO DE LA MISIÓN INSTITUCIONAL: UN CAMINO PARA OFRECER LAS CONDICIONES INTELECTUALES QUE PERMITAN AL HOMBRE CONOCER Y AMAR A DIOS
Por Édgar Antonio Guarín Ramírez
Introducción
Para empezar, quisiera referirles una situación que tuve que ver en días pasados. A un pequeño restaurante, en el que estaba tomando mi almuerzo, llegó un señor de unos 25 años; como hacía calor, se levantó y prendió un ventilador que había allí; curiosamente, no lo puso a girar, sino que utilizó el mecanismo para hacer que el aire le llegara sólo a él. Minutos más tarde, llegaron tres personas más y se hicieron en la mesa contigua; como el aire daba de frente fuertemente, una de esas personas se levantó y puso a girar el ventilador. De inmediato, el señor que había llegado primero se levantó y dejó, nuevamente, estático el ventilador; acto seguido, el otro se levantó y lo puso a girar, y vino la confrontación que, solamente, la policía pudo remediar.
Me pareció oportuno traer este hecho a colación como comienzo de esta reflexión porque, en el marco de la discusión entre estas personas, escuché decir muchas veces el monosílabo “Yo”: yo quiero, yo deseo, yo estoy, yo no estoy, yo… yo…. yo; palabra que se ha vuelto de uso recurrente en nuestro medio familiar, escolar, universitario, al punto que, en aras de desplegar el libre desarrollo de su personalidad, cada uno quiere hacer, opinar, decir, lo que le plazca, y se cree legitimado para hacerlo. Asistimos a una “explosión del yo”, que ha llevado a un marcado individualismo, en donde ya no hay verdad ni bien que puedan existir con independencia del sujeto y, cuando a una persona que vive con dichas convicciones se le dice que aquello que afirma no es verdad, o aquello que hace no está bien, de inmediato contesta: ¿y qué es la verdad y qué es el bien? interrogantes lapidarios que muchas veces nos dejan sin aliento y sin respuestas, no porque no las tengan, sino porque, a pesar de que se den muchas razones que, contrastadas con la realidad son válidas, es difícil hacer salir de su lobreguez y encierro a una mente que se ha enclaustrado en su propio yo.
Pues bien, mi tesis es que este es el producto de un mundo que está dominado por una manera de ver las cosas, que ha sido heredada de la modernidad –aunque ya en la filosofía anterior a este período, hubo algunos pensadores que manifestaron en sus ideas dicha tendencia-, en la cual, la ecuación inteligencia-objeto y voluntad-bien, se invirtió: no es el ser y sus principios el que ahora gobierna y organiza la actividad intelectual humana, sino que es el hombre el que determina el ser; tanto el objeto de la inteligencia –la realidad-, como el de la voluntad –el bien-, son construcciones de la respectiva facultad en el hombre, teniendo ello como consecuencia, que la trascendencia y la heteronomía, se mudan en inmanencia y autonomía del sujeto. A esa manera de concebir al mundo y al hombre, se llama idealismo. Y aunque movimientos como el fenomenológico hicieron y siguen haciendo un esfuerzo por volver el intelecto y la voluntad hacia su centro natural, hacia el objeto de dichas facultades, esto es, hacia la verdad y el bien, sus esfuerzos no han dado los frutos deseados porque no han podido escapar del espíritu que orienta esa manera de filosofar: el poner al hombre como medida y fundamento de las cosas.
Con lo anterior, no pretendo negar el valor de la inteligencia, ni la honestidad u originalidad de quienes, como filósofos, están colocados en la posición idealista; si así fuera, dicha actitud no sería distinta de aquella que inspira y orienta al propio idealismo e, incluso, no tendría valor ni sentido hacer este ejercicio reflexivo. No obstante, como lo que constituye la norma suprema de la valoración de la reflexión filosófica, en cualquiera de los dos sistemas: realismo o idealismo, es la verdad y no la originalidad, ni la honestidad, es preciso hacer los énfasis y precisiones que se encuentran a lo largo de estas líneas; énfasis y precisiones que orientan la vida y el quehacer educativo de la Universidad Católica de Colombia, por un querer propio de sus fundadores[2], y del cual no nos podemos sustraer.
Para poder desarrollar el fundamento de su misión, la Universidad Católica, fiel al sentir de la Iglesia, ha querido adoptar, como principio básico, un sistema de pensamiento filosófico, que le permita desplegar toda su actividad educativa según sus fines misionales, y vivenciar sus compromisos; ese sistema de pensamiento es el del realismo metafísico; sistema para el que la ecuación inteligencia-cosa y voluntad-bien, a la que aludía ut supra, no está invertida, puesto que para el realismo, el eje sobre el que gira la reflexión filosófica no es el sujeto, sino el ser. La del realismo, es un tipo de filosofía que no es “antropocéntrica”, en el sentido de ser una “filosofía del sujeto (sub-iectum=lo que está debajo)”, sino que es ontocéntrica –filosofía del ser-, en la cual, no se minusvalora al hombre, sino que, por el contrario, visto como persona, tiene un puesto muy importante dentro del conjunto de los demás seres, por la posesión de las potencias superiores de la inteligencia y la voluntad, que le permiten ser dueño de sí y principio de sus propias acciones, tal como lo afirma Tomás de Aquino en el prólogo de la segunda parte de la suma teológica. De allí, que en la Universidad Católica de Colombia, no se compartan ideas tan difundidas hoy en día, como la de la “neutralidad ética” cuyo basamento es una libertad de indiferencia; ni la del “imperativo del relativismo” –o “Dictadura del relativismo” como la llama J. Ratzinger- respecto de la verdad.
Lo anterior, no significa que en nuestra institución se tenga una mentalidad cerrada al diálogo, ni a la aceptación de lo plural; ni mucho menos, que se atente contra la universalidad del conocimiento, que hoy en día se predica con tanto ahínco, como algo propio de la universidad; todo lo contrario, la búsqueda de la verdad nos da apertura a los otros; nos lanza alcanzar el mayor conocimiento posible; nos invita a contrastar y a debatir; pero siempre con ese espíritu de apertura a la verdad y al bien, que es propio de un realista.
Ciertamente, la vía escogida por nuestra institución, es pedregosa, toda vez que, como dice Xavier Zubiri (1987), el hombre de hoy vive una de sus peores tragedias porque considera que la verdad le es algo añadido, le ve como algo ajeno. Esto ha conducido a hacerle perder su valor; asistimos a la “prostitución de la verdad” -dice el ilustre filósofo español-, con lo cual se termina desnaturalizando al hombre porque el ser humano está henchido de realidad y, sin ella, vive enajenado, fuera de sí. Zubiri resalta el hecho de que las cosas tienen su “de suyo”, que no depende del sujeto que las piensa. Pero a la vez, resalta el papel del hombre que, gracias a su inteligencia, puede conocer ese “de suyo” que –repito- le pertenece a las cosas y no a él y, con ello, avanza en el despliegue de esa tendencia que le es natural: la de la búsqueda de la verdad. Camino pedregoso, porque actualmente, decir que la verdad y el bien existen con independencia del sujeto –individual o colectivo-, despierta una actitud casi xenofóbica, en muchos. En efecto, los altos niveles de violencia que genera esa actitud egocéntrica e individualista heredada del idealismo moderno y que es vivida por una buena parte de nuestra sociedad, se hacen más fuertes frente aquellos que no comparten esa manera de ver las cosas; por eso, a quienes hablan de la existencia de la verdad referida a la realidad y no como un mero producto del pensamiento, se les tilda de “antidemócratas”, “antipluralistas”, “personas de mente cerrada, anacrónica y anquilosada”, lo cual, por demás, constituye una abierta contradicción en la que incurren los seguidores de esta manera pensar porque, si se declaran tan demócratas y pluralistas ¿cuál es la razón para no aceptar una manera de ver las cosas distinta de la de ellos?
Este escrito, pretende dar cuenta de las razones por las cuales la opción por el realismo filosófico, hecha por la universidad Católica de Colombia, es válida; y busca mostrar las consecuencias que tiene para toda la comunidad educativa -con nosotros a la cabeza como Departamento de Humanidades-, el haber hecho esa opción, a través de la caracterización de los dos sistemas: idealismo y realismo. Para ello, el escrito se halla estructurado en dos partes fundamentales: en la primera abordo la posición del realismo metafísico frente a los dos grandes problemas filosóficos: el del conocimiento y el de la moral; en la segunda, lo hago desde la perspectiva del idealismo moderno. Al final, muestro algunas conclusiones importantes de esta reflexión para nuestra vida de Universidad. De manera transversal, en todo el escrito, se ponen de presente las múltiples razones que han hecho que nuestra institución vea en el sistema filosófico del realismo, aquel que posibilita el desarrollo de su fundamento misional: Cristo.
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