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Los tres momentos de la narrativa policial en ¿Quién mató a Cristián Kustermann?”, de Roberto Ampuero

por Oscar Rosales Neira

Artículo publicado el 06/09/2005

Palabras claves

Narrativa Policial – Literatura Chilena – Relato Neopolicial Latinoamericano – “¿Quién mató a Cristián Kustermann?” – Roberto Ampuero.

En este artículo se analizan novela “¿Quién mató a Cristián Kustermann?” (1993), del escritor chileno Roberto Ampuero (1953). El objetivo del trabajo aquí realizado es demostrar que Ampuero utiliza, en la construcción argumental y estilística de su obra, los elementos característicos del género policial en todas sus variantes, vale decir: Narrativa policial tradicional o científica, novela negra y relato de espionaje. Esta perspectiva permite acceder a la creación literaria del autor y a la vez entender por qué su escritura no responde de manera estricta a los modelos de la narrativa neopolicial latinoamericana.

Introducción

Roberto Ampuero (1953) irrumpe en las letras nacionales en 1993, con su novela ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, en la queda de manifiesto su inclinación por el género policial como formato para contar una historia y la primera de la saga que tiene al detective Cayetano Brulé como protagonista. Muchos críticos y escritores chilenos atacaron al autor por considerar que su obra respondía a las exigencias mínimas de las audiencias masivas, marginándolo de los encuentros y simposios sobre el relato policial que se realizaban en el país. Efectivamente, el éxito de esta novela fue rotundo, contando ya con numerosas reediciones y su preparación para ser publicada próximamente en Italia. Sin embargo, esta aceptación casi instantánea, además del desconocimiento en nuestro país de los antecedentes literarios del autor, no permiten apreciar de manera tan simple la obra de Ampuero. En ella se encuentra el talento de un escritor que sabe utilizar el relato policial desde una óptica muy particular, lo que le permite brillar con colores propios en medio de la fauna, aún subterránea, de los representantes de la narrativa neopolicial latinoamericana.

En este trabajo se analizarán las características de la escritura de Ampuero, tomando a ¿Quién mató a Cristián Kustermann? como una creación en la que el autor despliega su visión del género policial en su totalidad, paseándose por los tres momentos históricos de esta forma narrativa para configurar una historia que construye y deconstruye sus propios paradigmas. Este rasgo, con sus aciertos y contradicciones, coloca la obra de Ampuero fuera de la órbita de las novelas neopoliciales latinoamericanas, pues sus motivos, personajes y rasgos estilísticos van mucho más allá de ser una reinterpretación de la novela negra tradicional.

Para alcanzar el objetivo propuesto, el estudio se dividirá en cuatro partes: Primero, un breve marco teórico con la evolución del género policial y las características específicas de cada variante; luego, una revisión de la vida y obra de Ampuero; en tercer lugar, el análisis de la novela a la luz de lo expuesto en el primer punto y, finalmente, las conclusiones. En la última página del paper se incluye la bibliografía utilizada para sustentar este trabajo.

Orígenes, Evolución y Características del Relato Policial

El género policial, con las características que lo definen como tal, nace históricamente en 1841, de la mano del escritor norteamericano Edgard Allan Poe (1808 – 1849) y su relato Los asesinatos de la calle Morgue.

Este primer momento de la novela policial se ve influenciado por el Positivismo de Comte y el Método Científico. Poe inauguró el tema del misterio o enigma indescifrable como móvil de una historia y la develación del mismo a través del método deductivo aplicado por el intelecto de un brillante investigador y un secretario torpe e incrédulo (en este caso, el detective Auguste Dupin y su asistente).

El máximo exponente de esta vieja escuela fue el británico Arthur Conan Doyle (1859 – 1930), pues logró consolidar esta forma de escritura con la creación del personaje que representa al género policial por excelencia: El detective Sherlock Colmes. Su primera novela es Estudio en Escarlata (1887) y en ella nos presenta a este investigador que es el prototipo de lo riguroso y científico, la encarnación de la omnipotencia de la intelectualidad.

Resumiendo, esta variante originaria del relato policial representa al modelo de pensamiento imperante durante el siglo XIX, ya que “nos encontramos, sin duda, en las últimas décadas del siglo pasado, donde las ciencias exactas forman el modelo de la ciencia por imitar. Pensemos solamente en Emilio Zola que en 1880, es decir, siete años antes que Conan Doyle, en su ensayo sobre La novela experimental, pretende aplicar el método científico-experimental del médico Claude Bernard a la literatura. Mientras que Poe incorporaba a la imaginación poética a su raciocinio, rescatándola de esta forma, Zola y Doyle rinden culto al modelo de las ciencias exactas imitándolas”(1).

En 1920, la industria editorial y los medios de comunicación empiezan a dar un fuerte apoyo a esta modalidad narrativa, motivados principalmente por la positiva respuesta del público lector hacia ella. Se financia el desarrollo de la “Short story”. Esto es lo que se denomina como Novela Enigma o Problema y cuyas principales características son: su trama se orienta hacia la consumación del crimen perfecto, el criminal será una persona socialmente elevada, posee una unidad en la trama, el espacio de acción es limitado (acuñándose así el término de historias de “cuarto cerrado”, donde eran recurrentes escenarios como mansiones, islas, centros turísticos, etc.), y presenta una serie de variables o pistas falsas que permiten establecer un juego entre el autor y el lector (esto le valió también el nombre de “murder party”). Es una modalidad más elaborada del relato policial científico y aquí lo esencial era la develación del enigma. Básicamente, en cada una de estas historias cortas “el protagonista se moviliza en un medio social en el cual los asuntos de dinero tienen una importancia capital; debe interrogar a los sospechosos, y uno de ellos, el menos indicado, será el asesino. Por su parte, el detective ya sabía quién era el culpable, pero espera hasta el último momento para que el asesino confiese su crimen”(2).

El precursor de la Novela Enigma fue Gilbert Keith Chesterton (1874 – 1936) y su máximo exponente Agatha Christie (1891 – 1976). Si bien este segundo momento del género policial se puede catalogar más como un fenómeno editorial que literario, no se puede desconocer su importancia en la evolución de esta forma narrativa y el aporte y talento de los autores antes mencionados.

Continuando con el desarrollo del relato policial, de manera paralela al fenómeno de la Novela Enigma en Inglaterra, en Estados Unidos se comenzó a gestar una nueva corriente que supondría una total renovación del género: La Novela Negra. Esta modalidad responde a la crisis y a los cambios sociales que vivió ese país durante la década del ’20: Crecimiento económico, el fenómeno del cine, la liberación femenina, la prensa, la masificación de la radio, el jazz y la industria de los cómics. En efecto, fueron tiempos muy convulsionados que tuvieron su punto álgido en el Crack de la Bolsa de Nueva York, en 1929. Esto desencadenó un ambiente de miseria, violencia e inseguridad social.

En este contexto surge la Novela Negra, la cual “engarzada con la novela gótica, de aventura o del Lejano Oeste, alcanzará una formulación definitiva con Dashiell Hammet (1894 – 1961) y Raymond Chandler (1888 – 1959). De aquella rica tradición parental, ambos autores sentaron las bases de la novela negra: la lucha del bien contra el mal, la intriga argumental, la ambición, el poder, la gloria y el dinero como elementos capaces de torcer el destino humano”(3).

La Novela Negra se caracteriza porque la deducción y el razonamiento dan paso a la acción y la vitalidad; la violencia inunda todo el relato, el detective es ahora un ser anónimo, desencantado, que sale del “cuarto cerrado” y se interna en los bajos fondos de la jungla social para encontrarse con traiciones, personajes sórdidos y marginalidad. Al realizar la investigación, es importante la relación que el detective establece con la ciudad, pues él se reconoce como un igual con los habitantes más marginales y subordinados de la sociedad. El antiguo binomio indisoluble de Misterio – Detective, es ahora reemplazado por el de Ciudad – Detective.

El rasgo esencial de las historias de este tipo, es que el razonamiento y la develación del enigma pasan a asegundo plano, importando ahora la caza del asesino y la aventura que todo ello implique.

Finalmente, y muchos años después, surge la Novela de Espionaje como última variante dentro de la evolución de la novela policial. Esta corriente se da en el contexto de la Guerra Fría y se caracteriza por enlazar lo policial con

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