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Enviado por   •  9 de Noviembre de 2013  •  1.892 Palabras (8 Páginas)  •  207 Visitas

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Apocalipsis: para muchos, un libro que encierra

misterios inescrutables. Para otros, un libro lleno de

historias mitológicas basadas en la imaginación o la

creencia popular. Para Jesucristo, su Autor, un libro

maravilloso colmado de revelaciones acerca del futuro:

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para

manifestar a sus siervos las cosas que deben

suceder pronto... Bienaventurado el que lee y los que

oyen las palabras de esta profecía, y guardan las

cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca”

(Apocalipsis 1:1,3).

La revelación de Jesús, plasmada en el Apocalipsis,a no

ha sido dada en lenguaje directo sino en lenguaje

simbólico. De la misma manera que el general del ejército

envía instrucciones a través de la radio mediante palabras

en clave, a fin de que sólo sus soldados (quienes conocen

el significado) reciban el mensaje, Jesús envía su

revelación en clave para garantizar que el mensaje sólo

llegue hasta los sinceros seguidores de su Palabra en el

tiempo del fin. El Señor dijo al profeta Daniel lo siguiente:

“...Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas

y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán

limpios, emblanquecidos y purificados; los impíos

procederán impíamente, y ninguno de los impíos

entenderá; pero los entendidos comprenderán”

(Daniel 12:9-10).

¿Cómo comprenderán los entendidos? El Espíritu Santo

ha condensado en la Biblia todo el conocimiento necesario

para el discernimiento cabal de sus profecías. Nadie está

autorizado para desviarse de la interpretación dada por la

Palabra de Dios. Nadie esta autorizado para explicarla

según su criterio o personal punto de vista:

“Pero ante todo entended que ninguna profecía de la

Escritura es de interpretación privada, porque nunca

la profecía fue traída por voluntad humana, sino que

los santos hombres de Dios hablaron siendo

inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20,21).

Aunque la Biblia contiene en sí misma la interpretación

de sus símbolos, es necesario que el que la lea la

discierna espiritualmente.b Lo cual significa que todo aquel

que desee comprender las profecías debe procurar, en

primer lugar, acercarse a Dios y hacer de él su mejor

amigo. En realidad este es el primer y más importante

paso, así lo confirma uno de los más grandes

reformadores de todos los tiempos: Martín Lutero:

“No se puede llegar a comprender las Escrituras, ni

con el estudio, ni con la inteligencia; vuestro primer

deber es pues empezar por la oración. Pedid al

Señor que se digne, por su gran misericordia,

concederos el verdadero conocimiento de su Palabra.

No hay otro intérprete de la Palabra de Dios, que el

mismo Autor de esta Palabra, según lo que ha dicho:

‘Todos serán enseñados de Dios.’ Nada esperéis de

vuestros estudios ni de vuestra inteligencia; confiad

únicamente en Dios y en la influencia de su Espíritu.

Creed a un hombre que lo ha experimentado”.c

Podemos concluir entonces, que el único medio seguro

para entender cualquier profecía, es acudir a Dios en

oración con un corazón humilde y susceptible de ser

enseñado. Si dejamos nuestro propio criterio a un lado y

permitimos que Dios hable a través de su Palabra, nos

asombraremos de la claridad de aquello que antes nos

parecía tan confuso y sin sentido.

Una vez hemos logrado lo anterior, el paso siguiente

consiste en seguir el método de Jesucristo para interpretar

las profecías. Veamos en qué consiste:

“Entonces él les dijo: ‘¡Insensatos y tardos de corazón

para creer todo lo que los profetas han dicho!’ ... Y

comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los

profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que

de él decían” (Lucas 24:25,27).

Observe que Jesucristo no se conformaba con tomar un

solo texto para explicar las profecías concernientes a su

persona. Él se valía de todas las Escrituras y de esa

manera hacía que la luz de su Palabra iluminara el

entendimiento de quienes le escuchaban.

Tras las huellas de la bestia

“Me paré sobre la arena del mar y vi subir del mar

una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos: en

sus cuernos tenía diez diademas, y sobre sus

cabezas, nombres de blasfemia. La bestia que vi era

semejante a un leopardo, sus pies eran como de oso

y su boca como boca de león. El dragón le dio su

poder, su trono y gran autoridad. Vi una de sus

cabezas como herida de muerte, pero su herida

mortal fue sanada. Toda la tierra se maravilló en pos

de la bestia, y adoraron al dragón que había dado

autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo:

«¿Quién como la bestia y quién podrá luchar contra

ella?» También se le dio boca que hablaba

arrogancias y blasfemias, y se le dio autoridad para

actuar por cuarenta y dos meses. Y abrió su boca

para blasfemar contra Dios, para blasfemar de su

nombre, de su tabernáculo y de los que habitan en el

cielo. Se le permitió hacer guerra contra los santos, y

vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda

tribu, pueblo, lengua y nación. La adoraron todos los

habitantes de la tierra cuyos nombres no estaban

escritos desde el principio del mundo en el libro de la

vida del Cordero que fue inmolado. Si alguno tiene

oído, oiga: «Si alguno lleva en cautividad, a

cautividad irá. Si alguno mata a espada, a espada

será muerto» ... la bestia ... fue herida de espada y

revivió ... Aquí hay sabiduría. El que tiene

entendimiento cuente el número de la bestia, pues es

número de hombre. Y su número es seiscientos

sesenta y seis” (Apocalipsis 13:1-18).

Teniendo este pasaje como base, le invito ahora a tomar

un papel y escribir un listado propio con todas las

características de la bestia que pueda encontrar,

colóquelas una debajo de la otra y deje un espacio

prudente al frente de cada una de ellas para escribir allí lo

que posteriormente le indicaré.

¿Listo? Después de este primer paso usted debe haber

obtenido una lista similar a la siguiente:

...

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