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La juventud como principal víctima de las situaciones de exclusión social en Panamá.

Panamá con una población joven, posee y administra uno de los cuatro principales canales interoceánicos del mundo, por el cual transita anualmente el 4% del total de la carga que mueve el comercio internacional; está dividido en dos países: el país de los no pobres y el país de los pobres (Informe Nacional de Desarrollo Humano, Panamá 2002, PNUD).

En la urbe capitalina, abundan desorganizadamente barriadas marginales en reducidos espacios; el aumentado la densidad de población, agrava la miseria y pobreza extrema, todo esto sumado a los elevados costos de la energía eléctrica, la telefonía (hoy privatizados), la canasta básica alimenticia, el desempleo, la falta de oportunidades, es la forma mediante la cual se castiga aún más a las comunidades necesitadas.

La carencia de esos servicios contribuyen al aumento de la inseguridad ciudadana, las calles lugares de extrema peligrosidad; las barriadas marginales donde abunda las actividades económicas informales, las ventas de frituras, trabajos temporales, transforman el escenario nocturno, los “piedreros”, prostitutas jóvenes (víctimas de este sistema social), el consumo de drogas, niños llamados “bien cuidaos”, niños y niñas panameños (as) que se alimentan de los despojos lanzados por aquellos que disfrutan de mayores recursos económicos.

Miles de niños (as) menores de 14 años de edad son explotados en diversas actividades productivas, aumentando el número de jóvenes que deambulan por las avenidas de nuestras principales ciudades, desamparados por nuestra sociedad; crece el número de niños y niñas absorbido por la drogodependencia, el narcotráfico y la prostitución; dando por resultado que un sector abandone sus estudios a causa de este flagelo.

En la práctica se está incrementando la desintegración familiar, impactadas por la crudeza de la miseria, el desempleo y las deficiencias culturales. Esta situación, afecta no sólo a los sectores populares, sino también a los “pobres recién llegados”; la clase media que descendió su nivel económico y se suma al sector de los desposeídos.

Las estadísticas nos advierten sobre el aumento de madres pobres que han quedado al frente del hogar; ha aumentado la oposición de la juventud a formar familias ante las pocas posibilidades de encontrar empleos y poder garantizar el sustento de esta; ha crecido sin precedentes el número de niños fuera del matrimonio y aumentan las cifras de violencia intrafamiliar.

Son los menores de edad en situación de marginalidad quienes principalmente sufren las consecuencias del clima de descomposición social que hoy afecta a un sector muy considerable de la sociedad panameña. Hombres y mujeres jóvenes, algunos todavía niños o niñas, sin expectativas caen con facilidad en la delincuencia o la narco dependencia, el narcotráfico o la prostitución.

La preocupación de la sociedad por la situación de la criminalidad aumenta en la misma relación que han aumentado los casos de actos delictivos a manera global. La participación de los adolescentes en actos delictivos está relacionada en su gran mayoría con casos de robos, producto de la crisis social y económica, del deterioro familiar y la falta de oportunidades y alternativas del cual los adolescentes son las principales víctimas.

Sin duda alguna, cuando en la vida de un individuo ocurren una diversidad de problemas en el ámbito económico, social, familiar, en valores, entre otras; este será seducido fácilmente por aquel afán ciego del enriquecimiento, encontrándose en un permanente riesgo de comprometerse en cualquiera actividad que le produzca rápidamente la riqueza soñada. Como resultado de esta vivencia social irregular serán muchos los panameños que estarán en riesgo de tocar las puertas de la justicia penal e integrar

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