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Los Medios Masivos Tv


Enviado por   •  1 de Octubre de 2012  •  2.826 Palabras (12 Páginas)  •  491 Visitas

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PARA ESTUDIAR A LA TV

(extraído del CD 19 de Educar)

Los signos de la TV: lo icónico y lo indicial

Según la categorización de Charles Peirce, las imágenes son íconos, es decir, signos que se caracterizan por su semejanza con el objeto representado. A diferencia de los signos lingüísticos, que son inmotivados –no hay ninguna razón para que a la idea de “mesa” le correspondan esos sonidos y no otros–, los íconos tienen una relación motivada con el objeto. Pero esto no debe hacernos perder de vista que, como hemos dicho, también son portadores de significados convencionales, asociados a códigos culturales.

En un trabajo sobre la TV inglesa de los años 70, cuando el conflicto con Irlanda del Norte estaba en su apogeo, John Fiske y John Hartley analizan las imágenes del noticiero de la siguiente manera:

La cámara mostraba un primer plano de los soldados ingleses en Belfast, tras la barricada de bolsas de arena, hojeando una revista. Luego cortaba para exhibir una imagen de modernos helicópteros y armamentos.

• Los autores subrayan que la toma en primer plano y el gesto cotidiano de mirar una revista construyen un lazo de familiaridad con el soldado, en su individualidad de persona común, frente a un enemigo anónimo y no identificado. Asimismo, destacan que la retórica –el tipo de poses, las tomas, la iluminación, el punto de vista– está emparentada con los códigos difundidos por el cine bélico. “Las noticias y la ficción usan signos parecidos porque se refieren a los mismos mitos de nuestra cultura”, dicen Fiske y Hartley. Por otra parte, la exhibición de armamentos y modernos helicópteros connota los conceptos de poder tecnológico, organización, pertrechos adecuados, etcétera. “En el orden connotativo, los signos refieren a valores, emociones y actitudes”, agregan.

• Otro aspecto que debemos tener en cuenta cuando analizamos el discurso televisivo es el montaje que combina las imágenes. En el ejemplo, las imágenes de los soldados, seguidas por las de los helicópteros, conforman una secuencia narrativa completamente diferente de la que tendría, por ejemplo, combinar imágenes de la población civil de Belfast con aquellas que muestran el armamento. Los valores propuestos al televidente en un caso u otro son casi opuestos. En el segundo caso, las imágenes del armamento tomarían un sentido mucho más agresivo, yuxtapuesto a las de los pobladores irlandeses.

Por otra parte, las imágenes no se combinan sólo con otras imágenes sino con sonidos: música, voz en off del presentador, ruido de ambiente, palabras de los personajes presentados... La elección de una u otra de esas alternativas puede alterar de manera radical el sentido del mensaje. También en este aspecto, la TV echa mano de los recursos codificados por el cine: una historia edificante de interés general podrá ir acompañada de una melodía dulce y alegre, mientras que, con frecuencia, la crónica de un tumulto combina las imágenes de los hechos con la voz entrecortada del cronista que narra el conflicto y pone en escena las dificultades para transmitirlo en directo. Las comedias se suele superponer risas grabadas, para anticipar la reacción que se espera de los televidentes.

Los géneros de la TV y el orden del contacto

¿Cómo empezar a orientarnos en un universo tan vasto y variado como el que circula por las pantallas de nuestros televisores?

Evidentemente, no podemos usar los mismos criterios cuando nos interrogamos sobre los formatos del noticiero que los que nos servirían para el teleteatro, las entrevistas de actualidad o los reality shows. Todos ellos son géneros televisivos que requieren modos de abordaje diversos, del mismo modo que usamos criterios diferentes para analizar un poema que cuando tratamos de trabajar sobre una novela.

Una primera distinción entre los géneros televisivos tiene que ver con el hecho de que haya o no un presentador que mira a cámara, que nos habla directamente a nosotros, teleespectadores. Nos interpela con su mirada y, a la vez, pone en evidencia el dispositivo de la cámara, ocasionalmente se refiere de manera explícita a su presencia (“¿Qué cámara me está tomando?”) o agradece la tarea de los técnicos. La convención televisiva indica que cuando están presentes estos recursos y la figura del presentador estamos ante un género no ficcional –no importa, por ahora, que sea un programa de entretenimientos o de información–. El presentador está “de verdad” ahí, con su “verdadera” identidad y también son “verdaderos” los invitados que hablan de cosas “reales”.

Los géneros de ficción, en cambio, mantienen la convención teatral de la “cuarta pared”: los actores en el teatro se mueven como si estuvieran “entre cuatro paredes”: como si ignoraran que el público está allí, mirándolos. De la misma manera, en las telecomedias y teleteatros, las reglas del género imponen que los actores no miren a la cámara, ni interpelen al espectador.

Los modos de funcionamiento cambian no sólo de un género a otro sino también entre lo que se denomina paleo y neo TV.

El noticiero en la paleo y en la neo TV

Si tuviéramos que trazar un árbol genealógico del noticiero televisivo, el ancestro más cercano sería el noticiero cinematográfico. Los primeros noticieros de TV mantenían ese estilo de documental, pero rápidamente la televisión crea su marca distintiva: el presentador, cuya mirada nos convoca y organiza el espacio informativo. Cuando el conductor del noticiero deja de mirar a cámara es porque algo sucede en otro lado, el centro de atención del espectador se desplaza, ya sea porque:

• Hay una situación de entrevista y el presentador mira al interlocutor. Su función cambia. Ya no informa sino que interroga al visitante. El cambio nos invita a centrar nuestra atención en el entrevistado.

• Aparece otro enunciador. Por ejemplo, recibe una nota vía satélite y gira su cabeza hacia un monitor.

• Presenta notas en exteriores y desaparece de la pantalla. Asistimos “directamente” al desarrollo de los hechos: quien ahora narra es la cámara. Se ha abandonado el lugar habitual; algo excepcional ocurre.

Sin embargo, los rasgos que caracterizaban a esa figura eran bastante diferentes de los que vemos hoy.

• La paleo TV se regía por un modelo pedagógico: suponía una relación asimétrica de saber entre el presentador y el televidente: uno transfería su saber al otro.

• En la neo TV, en cambio, es frecuente que los presentadores

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