Prevencion Del Riesgo Desde La Cultura

Por : John Alexander González Parra

ANTE EL RIESGO…SALVESE QUIEN PUEDA???

Una discusión se presenta entre dos actores de teatro respecto al uso de zancos, el uno desea utilizarlos, el otro se niega de cualquier manera a hacerlo; el riesgo permitiría explorar nuevas formas estéticas, la negación de éste permite seguir trabajando sin exponerse. En toda acción humana somos el ejercicio de una decisión como esta; la opción es decir sí, no, o hasta donde al riesgo que tomamos a cada instante.

Sobre la base masculina del deber y la femenina del cuidado se fundamentó por miles de años el estímulo al desarrollo humano desde nuestras familias, mas ahora, ante la reevaluación de los roles, cuestionamos si desde estos se debe controlar, minimizar, agitar o medir el riesgo. La prevención de éste pareciera centrarse en la preparación para cualquier tipo de catástrofe, lo cual es extremadamente importante para la organización y supervivencia humanas, aun más en realidades e infraestructuras tan complejas y concentradas poblacionalmente como son las de los asentamientos humanos organizados en las últimas décadas.

El deber nos ha permitido tomar conciencia de la existencia de caminos y acciones que permanezcan y construyan hacia la prevención del riesgo. Pareciera limitarnos sin embargo a continuar acciones o costumbres aun a pesar de invitaciones o señales de mejoramiento que procuramos obviar. En el mismo sentido, el cuidado nos invita a permanecer en el tiempo y por lo general controlar de manera casi instintiva cualquier riesgo que vulnere nuestra existencia. Prevención de desastres, control de riesgos individuales y colectivos, Señales de guía para reacciones adecuadas en momentos de crisis, son características que posee toda acción humana, desde la familia, la relación con los amigos, la convivencia dentro del barrio, la educación, la salud, la cultura y todos aquellos ámbitos que nos construyen como humanos.

Todos estos ambientes y temáticas llevan tras de sí la necesidad de comprender el ejercicio del riesgo que se presenta en la vida de cada persona y la justa medida de éste sin caer en el “sálvese quien pueda”, pues la individualidad es el primer riesgo a medir. La mayoría de riesgos, individuales o colectivos se minimizan en su efecto con el apoyo de otros, de ahí la solidaridad y sentido de humanidad que se despiertan al momento de una catástrofe. Saber medir el riesgo de nuestras acciones y decisiones con antelación a las consecuencias puede significar entonces no solo la sobrevivencia o el aseguramiento de lo ganado en calidad de vida sino además el aporte al otro, a la sociedad con nuestras acciones y decisiones medidas, al punto de no afectarle negativamente y posiblemente contribuir en su bienestar.

La prevención del riesgo configura no solo un programa que minimiza mediante prevención y

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