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¿Qué es una cultura de la innovación?


Enviado por   •  15 de Julio de 2021  •  Ensayos  •  6.087 Palabras (25 Páginas)  •  86 Visitas

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No sólo los países, sino también las personas deberemos reinventarnos constantemente para salir mejor parados en la nueva economía de la creatividad del siglo XXI. Cada vez más gente trabajará en empleos que no existían cuando ingresaron en la escuela primaria. La Revolución Industrial que está trayendo las impresoras 3D, los robots y el “internet de las cosas” hará desaparecer muchos empleos y creará muchos nuevos. Los carros que se manejan solos desplazarán a los taxistas, los drones comerciales reemplazarán a los camiones de reparto de paquetes de Fedex o UPS, y los robots —como ya viene sucediendo, especialmente desde el reciente encarecimiento de la mano de obra en China— se harán cargo de cada vez más trabajos manufactureros. A continuación, te mostramos cuales son los cinco secretos de la innovación según Andrés Oppenheimer

Primer secreto: crear una cultura de la innovación.

Hay un consenso cada vez más amplio de que para generar más innovación productiva los países deben mejorar la calidad de la educación, estimular la graduación de ingenieros y científicos, aumentar la inversión en investigación y desarrollo, ofrecer estímulos fiscales a las compañías para que inventen nuevos productos, derogar las regulaciones burocráticas que dificultan la creación de nuevas empresas, ofrecer más créditos a los emprendedores, y proteger la propiedad intelectual. Todos estos pasos son, sin duda, importantes. Pero mi conclusión, tras hablar con docenas de grandes innovadores y gurúes de la innovación de Silicon Valley, es que todas estas medidas son inútiles a menos que exista una cultura que estimule y glorifique la innovación.

La mayoría de las grandes innovaciones surgen de abajo para arriba, gracias a una cultura del emprendimiento y de la admiración colectiva hacia quienes toman riesgos. No son producto de ningún plan gubernamental. Gastón Acurio no creó un boom de la industria culinaria peruana como resultado de ningún proyecto gubernamental, Jordi Muñoz no se convirtió en uno de los pioneros de la industria de los drones comerciales con ayuda de ningún gobierno, y Richard Branson no construyó su emporio musical ni su empresa de turismo espacial gracias a algún programa gubernamental. Tampoco lo hicieron Salman Khan, el hombre que está revolucionando la educación mundial, ni el chileno Alfredo Zolezzi, ni el guatemalteco Luis Von Ahn, ni muchos otros de los innovadores más destacados. En la mayoría de los casos, las innovaciones son el producto de una cultura en que se venera a los innovadores y se les permite realizar su potencial.

¿Qué es una cultura de la innovación? Es un clima que produzca un entusiasmo colectivo por la creatividad, y glorifique a los innovadores productivos de la misma manera en que se glorifica a los grandes artistas o a los grandes deportistas, y que desafíe a la gente a asumir riesgos sin temor a ser estigmatizados por el fracaso. Sin una cultura de la innovación, de poco sirven los estímulos gubernamentales, ni la producción masiva de ingenieros, ni mucho menos los “parques tecnológicos” que están promoviendo varios presidentes, en la mayoría de los casos con fines autopromocionales.

Crear una cultura de la innovación que aliente la creatividad de abajo para arriba no es una tarea tan difícil como parece. Hoy en día, con los medios masivos de comunicación y las redes sociales, es mucho más fácil generar el entusiasmo colectivo por la creatividad y la innovación que antes. Las campañas de opinión funcionan, tal como ya quedó demostrado incluso antes de la existencia de las redes sociales con las campañas televisivas para combatir el hábito de fumar. Si en Estados Unidos, Europa y varios países latinoamericanos se logró bajar dramáticamente la cantidad de fumadores con campañas televisivas alertando sobre los peligros del cigarrillo, una adicción química, ¿cómo no se van a poder combatir falencias que no producen dependencias físicas, como la falta de tolerancia al fracaso? Cambiar estas culturas y convertir a los innovadores en héroes populares es una cuestión de voluntad política, que pueden alentar los políticos, los empresarios, los sectores académicos o la prensa. Para muchos, ésta debería ser una función primordial de los gobiernos. Según Andy Freire, un emprendedor argentino que fue uno de los fundadores de Officenet, que recaudó 50 millones para su creación de inversionistas como Goldman Sachs, y luego vendió al gigante estadounidense Staples, y que ahora se dedica a invertir en start-ups y promover la cultura emprendedora en Argentina, “hay que generar una contracultura de que hay que animarse a tomar riesgos, y eso tiene que venir desde arriba”. Freire, graduado magna cum laude en economía de la Universidad de San Andrés en Argentina y con estudios de posgrado en Harvard, dice que la clave es convertir el emprendedurismo en “una política de estado, en lugar de una política de la Subsecretaría de Desarrollo Económico”. Hoy en día, todas las iniciativas que veo para incentivar la innovación son la prioridad número 35 de un gobernante”.

Efectivamente, como dice Freire, hay muchas cosas que los gobiernos pueden hacer, pero también hay otras formas de generar la innovación que producen resultados concretos, y que ayudan a cambiar las culturas hostiles al emprendedurismo. Algunas de las más eficaces son las campañas mediáticas de la sociedad civil para fomentar una cultura nacional y familiar de admiración por los científicos y los técnicos, que estimule a los niños a seguir el ejemplo de científicos exitosos. Otra forma de generar más innovación son los premios. Desde hace mucho tiempo, los premios económicos han sido uno de los grandes motores no sólo de innovaciones específicas, sino de cambios culturales para alentar la creatividad.

Segundo secreto: Fomentar la educación para la innovación

El déficit de capital humano para la innovación en la región, ya sea la falta de ingenieros, científicos y técnicos, es dramática. Y el motivo no es ningún secreto: se debe a que la mayoría de los estudiantes universitarios en América Latina se vuelcan a las humanidades y las ciencias sociales. Por un lado, los sistemas educativos latinoamericanos siguen anclados en planes de estudios del siglo XIX, que convierten el estudio de las matemáticas y las ciencias en un suplicio. Por otro lado, los jóvenes al entrar a la universidad suelen sentirse más atraídos por las carreras que se especializan en los problemas más candentes de sus sociedades, lo que explica por qué Latinoamérica está produciendo tantos economistas y tan pocos ingenieros o científicos. Cualquiera que sea el motivo, lo cierto es que mientras en Finlandia y en Irlanda hay 25 graduados en ingeniería por millón de habitantes, en

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