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TECNOCIENCIA

synysteroy14 de Octubre de 2014

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LA TECNOCIENCIA, UNA NUEVA FORMA DE ACTIVIDAD CIENTÍFICA DISCRIMINATORIA

Mari Álvarez Lires. Universidade de Vigo

Resume da conferencia pronunciada nas Xornadas de Emakunde (Instituto Vasco de la Mujer) en setembro de 2002

La actividad científica ya no es la de finales del siglo XIX, ni siquiera la de los años 70 del siglo XX. La ciencia ha cambiado; los procesos de simulación por ordenador presiden prácticamente toda la actividad de los laboratorios y de los centros de investigación, las biotecnologías, los estudios y predicciones climáticas en base a modelos computacionales o las investigaciones espaciales invaden los medios de comunicación. Por otra parte, como indica Neus Sanmartí (2000), existe un conjunto de temas que la ciencia no conoce bien todavía y sobre los que no existe consenso, como el cambio climático, el sida o la manipulación genética de alimentos, animales o de la propia especie humana. La creación de Internet es un hecho de excepcional importancia que ha tenido enormes repercusiones en los niveles sociales, científicos y culturales. Al lado de todo ello, la situación de desigualdad de las mujeres en la tecnociencia, aunque no sólo en ese campo, pervive bajo nuevas y viejas formas; los modelos de masculinidad y de feminidad están cambiando pero ¿hacia dónde? ¿Cómo podemos continuar nuestras reflexiones?

Los comienzos del siglo XIX, marcados por la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, desterraron la idea de que el mundo caminaba hacia la armonía gobernado por la razón. La ciencia no fue ajena a esta influencia; la filosofía y la propia la ciencia dejaron de especular sobre los fenómenos observables y pasaron a describirlos y a experimentar. De esta manera, en química, se temía que el átomo fuese una entidad metafísica y no una realidad material, así que hasta el Congreso Internacional de Química de 1860 no se aceptó la teoría atómica de la materia. En física, después de esta fecha, también se volvió a teorizar y así se volvió a discutir sobre la naturaleza de la luz, del calor y de la electricidad, que hasta entonces se explicaban mediante el modelo de los “fluidos sutiles”. El desarrollo de la termodinámica, la teoría electromagnética de la luz y los avances de la teoría atómica de la materia, hacia finales de siglo; el descubrimiento de la radioactividad por Becquerel, y la explicación de su naturaleza por Marie y Pierre Curie, prepararon el terreno para la formulación de la teoría de la relatividad y del electromagnetismo.

Por otra parte, en fisiología y biología surgieron las explicaciones evolucionistas y se sentaron las bases de la genética. Además, los avances en geología, explicando la edad de la Tierra, más allá de las interpretaciones bíblicas, apoyaron las tesis evolucionistas.

A medida que la ciencia se volvía cada vez más compleja, especializada y profesionalizada, pasando a ser tema de estudio reconocido en las universidades, las mujeres que se habían dedicado a ella, cuando era una actividad amateur, vieron como se las apartaba, pues no se les permitía estudiar ni formar parte de las nuevas instituciones científicas.

La ciencia se fue institucionalizando más y más durante el siglo XIX, pero también se hizo más accesible al público en general. La rapidez de los adelantos tecnológicos, causa y consecuencia de la Segunda Revolución Industrial, hizo evidente la importancia del conocimiento científico y surgieron revistas, libros y nuevas sociedades científicas. Hacia finales del siglo XIX, el conocimiento científico era demasiado complejo para que una sola persona pudiese abordarlo, y así surgió la especialización, que daría origen a “los” genetistas, “los” físicos nucleares, “los” ingenieros en computación… La creciente institucionalización y la estructura de la ciencia habían cambiado de tal manera que, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se ha de hablar de la actividad científica como de una profesión; los aficionados y, sobre todo, las aficionadas, ya no tenían cabida en ella:

A partir de la segunda mitad del siglo XIX se produjo un paulatino crecimiento y una mayor especialización del conocimiento científico; por ejemplo, la química, la biología y la geología se constituyen como disciplinas independientes de la omnicomprensiva historia natural, y posteriormente se irán subdividiendo.

Además, el espectacular desarrollo de los procesos industriales, sobre todo de los químicos, hizo que se pudiese comenzar a hablar del paso de una ciencia, fundamentalmente académica, a otra que comenzaba a desempeñar una función esencial en la vida económica, que descansaba sobre un capitalismo industrial en expansión. Así, se produce el paso de una producción artesanal y doméstica a la producción fabril, en la que el campesinado y los talleres de artesanía van desapareciendo o perdiendo su importancia. Este paso del taller a la fábrica tuvo, obviamente, repercusiones para las mujeres.

Mientras tanto, la ciencia seguía evolucionando y aunque, en los primeros estadios, los cambios técnicos que respondían a necesidades económicas pudieron realizarse son la intervención de la ciencia, pues procedían de la artesanía, como la máquina de vapor, aparecían problemas que sólo se podían resolver con la ayuda de la ciencia; por ejemplo, si disminuían las fuentes de un tinte vegetal debido al aumento de la producción de tejidos, había que pedir auxilio a la ciencia para que produjese un tinte artificial.

Pero este papel subsidiario de la ciencia en la industria comenzó a cambiar en el siglo XIX. Si bien existen diversas opiniones acerca de si la máquina de vapor, motor de la Primera Revolución Industrial, surgió de la ciencia o de la técnica, su fabricación y empleo corrieron a cargo de la ingeniería práctica, a finales del XIX comienzan a surgir las industrias iniciadas y mantenidas dentro de los principios científicos, como la industria química y la de la electricidad, que alcanzarán su pleno desarrollo en el siglo XX.

Se puede apreciar, por lo tanto, que el cambio de producción manual a la producción mecánica constituye una fuerza impulsora del conocimiento científico y que en el XIX, la ciencia comienza a ser el principal agente de los progresos técnicos, observándose así las primeras manifestaciones de la tecnociencia. Además, estaba naciendo una nueva forma de sociedad, basada en el intercambio por medio del dinero, que pone su acento en la libertad y en la empresa individual, así como en la búsqueda de beneficio. Bernal (1989) señalaba que esta sociedad necesitaba un conjunto de ideas para expresarse y justificarse, y que las encontró en los métodos y resultados de las nuevas ciencias, mientras que éstas recibieron la influencia, inconsciente, de aquellas ideas en la formulación de sus teorías. La interacción ciencia, técnica, industria y sociedad es mucho más compleja que lo que hemos esbozado, pero baste este apunte para llamar la atención sobre ella.

Resulta enormemente difícil efectuar una división en períodos aplicables, al mismo tiempo, a la historia política, económica, técnica, científica y de las mujeres. Además, el desarrollo de las diferentes ciencias no ha sido uniforme, y tampoco ha sido igual en todos los países, aunque nos refiramos solamente el ámbito europeo. Quizá, la opción más conveniente sería la de una doble división: por períodos y por temas, intentando cruzar ambas historias y extraer las conclusiones pertinentes, pero tal enfoque excede las posibilidades de esta conferencia.

En cualquier caso, señalaré que las líneas principales del progreso científico-tecnológico del XIX fueron el calor y la energía, las ingenierías, la metalurgia, la electricidad y el magnetismo, la biología, la química y la industria. Me centraré en este último aspecto: deteniéndome especialmente en algunos conocimientos que fueron durante siglos patrimonio del saber femenino pero que, una vez en manos de la industria, pasaron a ser tecnologías con mayúscula, y las mujeres quedaron no sólo apartadas de ellas, sino fuera de su historia.

Recordemos que Anne Marie Lavoisier publica la obra de su marido, Antoine Lavoisier, diez años después de que éste fuese guillotinado durante la Revolución Francesa. Se ha dicho muchas veces que Lavoisier introdujo el uso de la balanza, pero eso no es cierto; la balanza se utilizaba profusamente en los laboratorios alquímicos y iatroquímicos, lo que ocurre es que a partir de los trabajos del matrimonio Lavoisier, comienza un intento de unificación de los conocimientos químicos mediante una teoría general, así como la explicación y predicción cuantitativa de los fenómenos correspondientes. Se produce entonces, lo que se ha dado en llamar la revolución química y el consecuente interés por esta ciencia, que se reflejó en las industrias, las cuales, a su vez, proporcionaron a la química nuevos productos y nuevos problemas para resolver.

Un claro ejemplo de lo que se acaba de afirmar lo proporciona la industria textil, que hasta finales del XVIII era una actividad mayoritariamente, cuando no en exclusiva, femenina. El blanqueo de los tejidos se conseguía por la acción del sol, extendiéndolos en los prados, de la forma que todavía pervive en algunas zonas rurales, o con la ayuda de leche cuajada o de cenizas. Las mujeres también utilizaban las hierbas saponarias [por cierto, muy apreciadas actualmente en cosmética natural, sustituyendo al lauril sulfato de sodio, cuyo efecto sobre la salud humana no está claro]. Pero cuando los telares hidráulicos y los husos mecánicos sustituyeron al torno de hilar, pronto no había prados ni leche suficientes para atender a la industria.

A finales del XVIII, combinado

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