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Enviado por   •  14 de Abril de 2015  •  Síntesis  •  377 Palabras (2 Páginas)  •  139 Visitas

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I

Cuando el señor Mario Mendoza, el estudiante del Centro Escolar Acuautla, compró el Castillo de Chapultepec, todos sus compañeros le dijeron que estaba en un error, porque el castillo estaba embrujado.

Hasta el mismo Presidente de la República, como persona de la más alta sociedad, se vio en la necesidad de avisarle al señor Mario Mendoza, cuando llegaron a discutir las condiciones.

-Nosotros mismos -dijo el Presidente- nos hemos resistido en absoluto a vivir en ese castillo desde la época en que Felipe Calderón estaba en el poder, la esposa de Mario, tuvo un desmayo, del que nunca se repuso por completo, motivado por el espanto que experimentó al sentir que dos manos de esqueleto se posaban sobre sus hombros, mientras se vestía para cenar. Me creo en el deber de decirle, señor Mario Mendoza, que el mounstro ha sido visto por varias miembros de la familia, que viven actualmente, así como por el rector de la capilla, el reverendo Lázaro González, agregado de la UNAM. Después del trágico accidente ocurrido a la condesa, ninguna de las doncellas quiso quedarse en casa, y lady Presidente no pudo ya conciliar el sueño, a causa de los ruidos misteriosos que llegaban del corredor y de la biblioteca.

-Señor -respondió el ministro-, adquiriré el inmueble y el mounstro, bajo inventario. Llego de un país moderno, en el que podemos tener todo cuanto el dinero es capaz de proporcionar, y esos mozos nuestros, jóvenes y avispados, que recorren de parte a parte el viejo continente, que se llevan los mejores actores de ustedes, estoy seguro de que si queda todavía un verdadero mounstro en Europa vendrán a buscarlo enseguida para colocarlo en uno de nuestros museos públicos o para pasearlo por los caminos como un fenómeno.

-El mounstro existe, me lo temo -dijo Presidente, sonriendo-, aunque quizá se resiste a las ofertas de los intrépidos empresarios de ustedes. Hace más de tres siglos que se le conoce. Data, con precisión, de mil quinientos setenta y cuatro, y no deja de mostrarse nunca cuando está a punto de ocurrir alguna defunción en la familia.

-¡Bah! Los médicos de cabecera hacen lo mismo, Presidente. Amigo mío, un mounstro no puede existir, y no creo que las leyes de la Naturaleza admitan excepciones en favor de la aristocracia inglesa.

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