APOGEO DE LA FILOSOFÍA, LA SOFÍSTICA Y SÓCRATES.
Ginaaguirre11Tesis24 de Mayo de 2015
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Introducción
Los primeros filósofos, los jonios, eran principalmente cosmólogos, se preocupaban por elemento originario, el movimiento. Más adelante durante el siglo V a.c. el pensamiento adquirirá una orientación diferente: de las especulaciones cosmológicas se pasara al tema del hombre. Son los sofistas los primeros en preguntarse sobre el hombre y su papel en el mundo. Pero es Sócrates quien revoluciona el pensamiento filosófico, Sócrates nos enseña en que consiste vivir y cómo hacer para lograr una existencia feliz.
En este capítulo conoceremos el papel de los sofistas en el desarrollo del pensamiento filosófico y la importancia de Sócrates como el primer gran filósofo, en quien se fundían armoniosamente la vida y la doctrina.
APOGEO DE LA FILOSOFÍA, LA SOFÍSTICA Y SÓCRATES.
“Solo hay un bien, el conocimiento
Solo hay un mal, la ignorancia”
Sócrates.
Desde el siglo V a.c. se inicia una fase nueva de la filosofía en Grecia, en este periodo es el hombre el tema de debate principal. En esto influyeron algunas razones ajenas a la filosofía: el predominio de Atenas después de las guerras medicas contra los persas, el triunfo de la democracia, etcétera. Como señala Julián Marías, “aparece en primer plano la figura del hombre que habla bien, del ciudadano, y el interés del ateniense se vuelve a la realidad política, civil y, por lo tanto, al hombre mismo” (Marías, 2007, p. 34).
Grecia cambia y este cambio se refleja en la filosofía, los intereses y reflexiones ya no son la naturaleza, el movimiento o el elemento fundacional. En el centro del pensamiento griego se encuentra ahora el ciudadano, en el sentido del desarrollo de la esencia de la persona y la vida en sociedad. Así describe Ortega y Gasset en el Espíritu de la letra la sociedad ateniense en el siglo V a.c.:
Cada hombre se siente vitalmente ---no como nosotros, idealmente--- parte del cuerpo público. No sabría vivir por sí y para sí. El griego de este tiempo hubiera sentido su propia individualidad como una soledad trágica y violenta, como una amputación que conlleva el dolor y la muerte (Ortega, 1985, p. 83).
Fruto de esta época es el movimiento sofístico, y frente a este surgirá la trascendental figura de Sócrates.
LOS SOFISTAS
En su acepción actual, la palabra sofista, tiene una connotación muy peyorativa, designa a un hombre que con igual facilidad puede probar la verdad que la falsedad de la misma afirmación. Esta definición no vale, desde luego, para los primeros sofistas. En la época de su emergencia sofista significaba “sabio”. Durante el gobierno de Pericles hubo en Atenas y en otras ciudades griegas profesores de filosofía que se apodaban ellos mismos sofistas. Carl Grimberg afirma “la significación intelectual de los sofistas fue enorme; hicieron posible en este tiempo que la ciencia se divulgara, enseñando a pensar al pueblo. El nuevo período iniciado por ellos es una época de intensa vida intelectual, semejante a la corriente cultural que hizo del siglo XVIII el siglo de las luces” (Grimberg, 1967, p. 95).
Al contrario de los filósofos de la escuela jónica que, encerrados en su torre de marfil, trataban de desentrañar los enigmas de la existencia, los sofistas tendían a enseñar conocimientos y filosofía útiles para la vida. Estos pensadores presentan, también, otras esenciales diferencias con respecto a cualquier expresión filosófica anterior: son profesores ambulantes, que van de ciudad en ciudad, enseñando a los jóvenes; y enseñan por dinero, mediante una retribución, caso nuevo en Grecia y que sorprendió no poco. Tenían gran brillantez y éxito social; eran oradores y retóricos, y fundamentalmente pedagogos. Pretendían saber y enseñar todo, desde luego, cualquier cosa y su contrario, la tesis y la antítesis. Tuvieron una gran influencia en la vida griega, y fueron personajes importantes; algunos, de gran inteligencia. Para Julián Marías, “el sofista parece filósofo, pero no lo es. Surgen entonces dos problemas: 1) la filosofía que pueda haber en la sofística; 2) el problema filosófico de la realidad del sofista” (Marías, 2007, p. 35).
Se mueve la sofistica en un ámbito de retórica. Se trata de decir las cosas de modo que convenzan, de decirlas bien. No importa la verdad, y por eso es una falsa filosofía. Frente a esto, Sócrates y Platón reclamarán el bien pensar, es decir, la verdad. Además, es algo público, dirigido al ciudadano; tiene, pues, una clara tendencia política. Y, por último, es una paideía, una pedagogía, la primera que propiamente existe.
Hubo muchos sofistas importantes. Varios de ellos nos son conocidos de un modo vivo y penetrante por los diálogos de Platón y las comedias de Aristófanes. Los de mayor importancia fueron Hipias, Pródico, Eutidemo y, sobre todo, Protágoras y Gorgias.
PROTÁGORAS. Nació en Abdera el año 481 y murió el 411 a. c. Tuvo gran influencia en Atenas, en tiempo de Pericles. Se ocupó de gramática y del lenguaje, fue gran retorico y mostro gran escepticismo respecto a la posibilidad del conocimiento, especialmente de los dioses. Pero su fama mayor procede de una frase suya, transmitida por varios filósofos posteriores, que dice: “El hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son.” De esta frase se han dado numerosas interpretaciones, que van desde el relativismo al subjetivismo.
Protágoras defendía el relativismo y el convencionalismo de las normas, costumbres y creencias del hombre.
GORGIAS. Gorgias era de Leontinos, en Sicilia, vivió entre el 485 y el 380 a. c. Fue embajador en Atenas en el 427 a.C. donde se radicó. Contemporáneo de Protágoras. Fue uno de los grandes oradores griegos. Escribió un libro titulado Del no ser, donde afirmaba que no existe ningún ente, que si existiera no sería cognoscible para el hombre, y que si fuera cognoscible no sería comunicable. La filosofía viene a perderse en retórica y en renuncia a la verdad. Sostenía que para cada ocasión y para cada persona hace falta un comportamiento distinto, y entonces la moral es un instinto y no un conocimiento resumible en palabras y, por lo tanto, enseñable.
No obstante las críticas a los sofistas por su relativismo extremo, su escepticismo, su poca valoración de la verdad y la excesiva importancia a la retórica, tuvieron el mérito de provocar un constante avance en el conocimiento del lenguaje y de los procesos mentales discursivos, avance que culminaría en los primeros tratados sistemáticos de Aristóteles sobre el estilo literario, oratoria y principalmente la lógica formal.
SÓCRATES, Sabio de la Antigüedad y maestro de los hombres.
Sócrates llena la segunda mitad del siglo V ateniense; murió a los setenta años, en 399, al comenzar el siglo IV, que había de ser el de máxima plenitud filosófica en Grecia. Era el hijo de un escultor y una comadrona. Es Sócrates una de las personalidades más interesantes e inquietadoras de toda la historia griega; apasiono a sus contemporáneos, hasta el extremo de costarle la vida. Sócrates tuvo una actuación digna y valiente como ciudadano y soldado; pero, sobre todo, fue el hombre del ágora , el hombre de la calle y de la plaza, que habla e inquieta a toda Atenas.
Al principio Sócrates pareció un sofista más, Aristófanes lo ridiculizó en su obra Las nubes, solo más tarde se vio que no lo era, sino al contrario, que justamente había venido al mundo para superar la sofistica y restablecer el sentido de la verdad en el pensamiento griego. Tuvo pronto un núcleo de discípulos atentos y entusiastas; lo mejor de la juventud ateniense, y aun de otras ciudades de Grecia, quedó pendiente de las palabras de Sócrates; Alcibíades , Jenofonte, sobre todo Platón, se contaron entre sus apasionados oyentes.
Sócrates afirmaba la presencia junto a él de un genio, cuya voz le aconsejaba en los momentos capitales de su vida. Este daímon nunca lo movía a actuar, sino que, en ocasiones, lo detenía y desviaba una acción. Era una inspiración intima que se ha interpretado a veces como algo divino, como una voz de la Divinidad, que nos advierte cuando obramos mal. Quien se acostumbra a escuchar esta voz, obrará siempre bien y llegará a ser un hombre bueno. En otras palabras: “Quien sabe lo que es el bien, hará igualmente el bien”. Y ¿Quién sabe lo que es el bien? Aquel que está tan acostumbrado a escuchar la voz de su conciencia que no puede evitar el obedecerla.
La acción socrática era exasperante. El oráculo de Delfos había dicho que nadie era más sabio que Sócrates; este modestamente, pretende demostrar lo contrario; y para ello va a preguntar a sus conciudadanos, por las calles y plazas, que son las cosas que el ignora; esta es la ironía socrática. El gobernante, el zapatero, el militar, la cortesana, el sofista, todos reciben las saetas de sus preguntas. ¿Qué es el valor, que es la justicia, que es la amistad, que es la ciencia? Resulta que no lo saben tampoco; ni siquiera tienen, como Sócrates, conciencia de su ignorancia, y a la postre resulta que el oráculo tiene razón.
¿Qué sentido tiene esto? ¿Cómo pregunta Sócrates, y por qué no saben responderle? La oposición mayor de Sócrates va contra de los sofistas; sus esfuerzos máximos tienden a demostrar la inanidad de sus presunta ciencia; por eso, frente a los retóricos discursos de los sofistas pone su diálogo cortado de preguntas y respuestas.
Si nos preguntamos cuál es, en suma, la aportación
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